Usted está aquí: martes 28 de junio de 2005 Cultura Regocijo con el arcón de maravillas musicales de la ópera Turandot

Multitud de entusiastas aplaudidores en el Palacio de Bellas Artes

Regocijo con el arcón de maravillas musicales de la ópera Turandot

La soprano Ursula Prem y el tenor José Luis Duval cumplieron en sus respectivos papeles

En la representación no faltaron los inefables momentos de humor involuntario

PABLO ESPINOSA

Ampliar la imagen Algunos espectadores creyeron haber visto en Bellas Artes, redivivo, al actor yucateco Daniel Chino Herrera, Pang (el bar�no Jos�uadalupe Reyes), en la foto, en medio de Ping y Pong FOTO Gerardo Pe�INBA Foto: Gerardo Pe�INBA

El drama lírico en tres actos y cinco cuadros Turandot, obra póstuma del italiano Giacomo Puccini (1858-1924), congregó la tarde del domingo en Bellas Artes a un elenco de mediano rendimiento y a una multitud de entusiastas aplaudidores que se regocijaron con el arcón de maravillas musicales de esta partitura al mismo tiempo de gran dificultad técnica, pero con grandes opciones de lucimiento y sobre todo de gozo para el oyente.

Y a pesar de que los resultados artísticos no fueron deslumbrantes, el público bellasartiano se dio por satisfecho.

El elenco estuvo encabezado por la soprano alemana Ursula Prem y el tenor mexicano José Luis Duval, quienes cumplieron satisfactoriamente sus papeles respectivos. A diferencia de lo acostumbrado, los programadores de Bellas Artes invirtieron el orden de los elencos y no presentaron el reparto estelar para la función de estreno, que se reservaron para las últimas tres funciones, las de los días 3, 5 y 7 de julio.

No obstante que la representación fue decorosa, no faltaron los inefables momentos de humor involuntario, tan propios de la ópera bellasartiana. Al abrirse el telón apareció en escena el coro, abigarrado y hecho bolas, más que como un grupo de campesinos chinos, como un grupo chistoso de mexicanos disfrazados de cultivadores de arroz.

La escenografía de David Antón cumplió a su vez con creces el cuadro lastimoso de imitaciones fallidas de arquitecturas antiguas chinas, mientras seguían apareciendo desfiguros, como el coro de niños a quienes, inocentes, los disfrazaron de pequeños saltamontes o en su defecto de un puñado de infantes en su fiesta de fin de cursos de taekwondo.

En cuanto aparecieron los tres ministros Ping, Pang y Pong, se sucedió un pinponeo chistoso en el que algunos entre el público identificaron de inmediato al mismísimo Chino Herrera, ese personaje de las películas mexicanas en blanco y negro apersonado en el barítono José Guadalupe Reyes.

Inusitado final feliz

En cuanto apareció el personaje central, Turandot, el público completó su regocijo con esta princhipesa cruel extraída de un cuento de Las mil y una noches por el fabulista Carlo Gozzi en 1762, de donde los libretistas Adami y Simoni completaron la historia que Puccini no terminó de contar porque lo sorprendió su propia muerte y el compositor Franco Alfano hubo de terminar la última escena, esencialmente el dúo final, con algo inusitado en una ópera: un final feliz en lugar de las matazones que suelen ocurrir entre los personajes que agonizan entre potentes dos de pecho y de pechito.

Y a propósito de dos de pecho, en cuanto llegó, al inicio del tercer acto, el tan esperado momento del aria Nessun dorma, célebre entre las célebres, el público prorrumpió en aplausos en cuanto el tenor guanajuatense José Luis Duval logró encaramarse en esas notas tan altas que dieron gloria hace muchos, pero muchos ayeres a Don Pava.

Fue una ovación semejante a cuando en el circo un trapecista logra una intentona de triple salto mortal sin red de protección. Aplaudieron la acrobacia más que la musicalidad y demostraron así su condición operópata. (Operópata, de acuerdo con el maestro Juan Ibáñez, es aquel que está enfermo de ópera y oye con las patas.) Y así continuaron aplaudiendo hasta el final, cuando algunos conocedores hicieron sonar sonoros abucheos a la soprano regiomontana Eugenia Garza.

Habrá que esperar al domingo 3 de julio, cuando entre en escena el elenco estelar, que estará encabezado por la soprano Anna Shafajinskaia, nacida en Ucrania (y no en Odesa, como apuntaron los organizadores en el programa de pierna), y que ha ganado celebridad precisamente por sus recientes triunfos cantando Turandot.

Ella estará acompañada por el tenor Ian Storey, también especialista en esta ópera, y por la veracruzana Olivia Gorra, quien tuvo un éxito sonado y sonoro en el Metropolitan Opera House de Nueva York, donde cantó recientemente el papel de Liu.

Por lo pronto Bellas Artes estuvo abarrotado la tarde del domingo en un jolgorio de ópera y de operópatas tan divertido como de mediana calidad. Estaban tan contentos los cantantes y los fanáticos de ópera que nadie atinó a entonar la inefable aria apócrifa: Otla vez aloz.

 
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