Usted está aquí: miércoles 29 de junio de 2005 Política Migrantes mexicanos y catolicismo global

Bernardo Barranco V.

Migrantes mexicanos y catolicismo global

Cerca de 20 obispos estadunidenses y mexicanos se reunieron en El Paso, Texas, para examinar la situación que guardan los migrantes mexicanos ante una frontera cada vez más insegura y azarosa. No se trata únicamente de que los obispos encuentren acciones comunes, sino de contrarrestar las agresivas campañas antimigrantes de diferentes estados fronterizos de Estados Unidos. El tema no es nuevo, forma parte de una agenda religiosa bilateral que cuenta no sólo con el beneplácito del Vaticano, sino que constituye uno de sus ejes geopolíticos, pues aquí se juega, además de iniciativas humanitarias, el futuro del catolicismo en la nación más poderosa del planeta.

En esta reunión de El Paso también estuvieron 200 líderes de organizaciones sociales, civiles y religiosas vinculadas a la defensa de los derechos humanos de los migrantes. La reunión, denominada Juntos en el camino de la esperanza: ya no somos extranjeros, se sitúa en la carta pastoral sobre migración emitida en 2003 por las conferencias episcopales de México y Estados Unidos. En dicho evento, uno de los principales oradores fue el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez, en cuyo discurso reconoció el trabajo realizado por la Iglesia católica.

El tema de la migración mexicana se hace cada vez más importante no sólo en el ámbito económico, y no nada más por las remesas, sino también en el ámbito político con el voto en el exterior y, por supuesto, en el ámbito religioso. La migración hispana ha fortalecido el catolicismo estadunidense y ha reposicionado a esa Iglesia como la más fuerte y dinámica del diverso mosaico de creencias en nuestro país vecino.

En mayo pasado los obispos estadunidenses lanzaron en Washington un programa denominado Los emigrantes, no más extraños, por conducto del cardenal Theodore McCarrick, renovando así su tradicional actitud crítica frente a la política de la Casa Blanca buscando incidir en la reforma migratoria que el gobierno de George W. Bush no se ha atrevido a empujar, como sería obtener programas de visas de trabajo, que en el pasado han sido exitosos.

Se calcula que anualmente medio millón de mexicanos cruzan la frontera en búsqueda de mejores condiciones de vida y para proveer a sus familias de mejores ingresos.

Ya desde noviembre de 2003 la asamblea general de los obispos estadunidenses otorgó prioridad al tema de la migración, afirmando su papel de Iglesia en el terreno de los derechos humanos especialmente ante los inmigrantes de origen hispano.

Debemos destacar que el crecimiento del catolicismo en los últimos 20 años obedece a los flujos migratorios de hispanos de origen centroamericano y principalmente mexicanos. El culto devocional que ha despertado más adeptos ha sido precisamente el guadalupano. Se calcula que en Estados Unidos existen 35 millones 300 mil hispanos, 12.5 por ciento de la población total, y en la década pasada este grupo aumentó en 58 por ciento, según datos del censo del año 2000. Del conjunto de los hispanos, 72.6 por ciento es católico y son mayoría en 20 por ciento de las parroquias de ese país.

El gobierno mexicano, vía los obispos nacionales, ha encontrado aliados poderosos en los obispos estadunidenses. En julio de 2004 Santiago Creel se reunió con integrantes de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos; el entonces secretario de Gobernación pronunció un discurso en el que esbozó la política de Vecindad Segura y propuso regular la situación de 4 millones de mexicanos indocumentados.

En la reciente reunión de El Paso los jerarcas estadunidenses reiteraron su solicitud para alcanzar la legalización de indocumentados, así como políticas más justas para los refugiados. No debemos pasar por alto que la Iglesia estadunidense es una de las más fuertes económicamente y proporciona, junto con la alemana, los mayores apoyos económicos al Vaticano. Tan sólo la diócesis de Boston gasta cada año más de 600 millones de dólares, más que el gasto corriente de toda la Santa Sede en Roma.

Si bien las iglesias protestantes representan más de la mitad de la población estadunidense, éstas se encuentran fragmentadas mientras la católica agrupa 20 por ciento de la población. De ahí que el apoyo de los latinos sea estratégico para una Iglesia católica sacudida no nada más por los escándalos sexuales, sino por lo que los obispos llaman una "persecución" anticatólica mediática promovida por la propia administración de Bush.

Es cierto que tradicionalmente los obispos católicos se han identificado más con los demócratas; sin embargo, bajo el regreso a las ortodoxias impulsadas por Juan Pablo II y las presiones del entonces cardenal Ratzinger, actual papa, los católicos conservadores se aliaron con los grupos religiosos ultraconservadores que definieron el triunfo republicano de Bush. También los obispos se han venido enfrascando en agrias discusiones con grupos feministas y numerosas minorías estadunidenses que reivindican usos y costumbres animistas.

Más allá de la solidaridad y la asistencia humanitaria, hay factores geopolíticos y religiosos en juego. Esta reunión de El Paso representa el cruce de intereses en torno a los flujos migratorios mexicanos entre el gobierno y la influencia católica en Norteamérica. Pronto se sumarán a estas iniciativas gobiernos e iglesias centroamericanos.

En suma observamos recomposición de lo religioso bajo la era global, como se anunciara en aquella lejana cuarta visita del papa Juan Pablo II a México en la que presentó su programa religioso para el continente americano, por ello es recomendable releer el documento Ecclesia in America (1999), el cual sostiene que ninguna cuestión vital a la Iglesia puede resolverse aisladamente y marca línea por la concurrencia y coordinación de las iglesias católicas nacionales para la incidencia internacional.

Si los católicos latinoamericanos pierden terreno frente a numerosos grupos cristianos, en cambio en Estados Unidos el reposicionamiento católico representa el contrataque.

 
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