Usted está aquí: viernes 1 de julio de 2005 Opinión La "zozobra" de Castañeda

Jorge Camil

La "zozobra" de Castañeda

Participar en política, y pretender ejercer a un tiempo como analista político, es intentar la proverbial mezcla del agua y el aceite; es nadar a contracorriente, porque el ejercicio de la función pública nubla el intelecto y coarta la objetividad. Un claro ejemplo de ello es Jorge G. Castañeda, distinguido escritor que cumple a carta cabal con la definición de intelectual acuñada por Gabriel Zaid, pero que al opinar en asuntos de interés público cuando es aspirante a la candidatura presidencial, y especialmente ex miembro del gabinete de Vicente Fox, incurre paradójicamente en algunas de las descalificaciones con las que el propio Zaíd restringió su maravillosa definición.

Intelectual, dijo Zaid, "es el escritor... que opina en cosas de interés público con autoridad moral entre las elites", pero luego descalifica como tales, entre otros, a "los que adoptan la perspectiva de un interés particular", y a quienes "opinan sujetos a una verdad oficial (política o administrativa)".

El miércoles pasado Castañeda escribió en Reforma sobre un tema de indiscutible interés público: "Libertad y democracia", pero al asumir la defensa del mandato presidencial de Vicente Fox afirmó, entre otros argumentos cuestionables, que "¡el de Fox es el primer sexenio sin zozobra política!" (los signos de exclamación son obviamente míos).

Una afirmación tan temeraria requiere de un riguroso análisis de la terminología y de la exactitud de las conclusiones. "Zozobra", dice el Diccionario de Uso del Español Actual, significa, en primer término, "hundimiento de una embarcación", lo que pudiese llevar al lector a meditar la intención del ex canciller: ¿es posible que haya sufrido un lapsus provocado por el lamentable estado de la nave del Estado? En segundo término, el diccionario indica que "zozobra" es una palabra que podría referirse al fracaso de un asunto, y resulta obvio que el antiguo secretario de Relaciones Exteriores jamás ofendería al Presidente, su amigo personal, calificando a su administración de un "asunto". No, la acepción deseada por Castañeda fue indudablemente la de "inquietud".

Es posible que el escritor, atareado como está en la búsqueda de una elusiva candidatura presidencial, no haya leído las últimas declaraciones del procurador general de la República, reconociendo que los ajustes de cuentas del narcotráfico únicamente "inquietan" a la sociedad, "porque no afectan al ciudadano en forma directa". Ese tema, por ejemplo, el del "México negro", ¿no calificaría para el ex canciller Castañeda como parte de la "zozobra política" en la que está hundida (perdón por regresar a la jerga marítima) la presente administración? ¿Y qué decir de la guerra en el interior de los partidos políticos, y de la incertidumbre relacionada con la sucesión presidencial: no constituyen también parte de la "zozobra política" provocada por un sexenio que se ha caracterizado por falta de imaginación?

En el supuesto de que los argumentos anteriores sean insuficientes para convencer al señor Castañeda habría que recordarle el vergonzoso tema del desafuero: un galimatías jurídico y político que puso al país al borde de la ingobernabilidad, y que fue interpretado en Europa y Estados Unidos como una maniobra instigada por el Presidente y su partido para eliminar al candidato más popular a la Presidencia de la República.

En aras de la objetividad es preciso reconocer que la "zozobra política" de Castañeda no es la "inquietud" que padecemos los mexicanos por el desorden de la actual administración; él la identifica con exceso de dramatismo como "amenazas de represión o hechos sangrientos como los de 1968". En ese caso habría que recordarle que la represión militar, especialmente la ocurrida en 68, no generó una mera "inquietud política", sino el inicio del hundimiento del régimen antidemocrático fundado en el antiguo partido oficial.

Finalmente, el polémico ex canciller culpa a los mexicanos de la frustración y zozobra política que padecemos por haber albergado expectativas demasiado altas, "tan altas -concluye- que lo que sí se ha logrado no parece creíble". (Sin más argumentos que su palabra afirma que el sexenio ha "sacado a 5.7 millones de mexicanos de la pobreza extrema".) Buscábamos amaneceres que cantan, dijo parafraseando con vena poética "a los viejos militantes comunistas, pero sólo obtuvimos libertad y democracia". ¡Qué lástima!, hay muchos mexicanos dispuestos a cambiar esa "libertad" y esa "democracia" por un gobierno con oficio político.

Volviendo a Zaid, es obvio que Castañeda habla con la perspectiva de un interés particular, y sujeto a la "verdad oficial" de una administración en la que fue creador, asesor y protagonista principal. Ya lo advierte el refrán, "no se puede ser juez y parte" (o no se vale). El ex secretario debe abandonar el dilema shakespeariano (to be or not to be): política o análisis político. La credibilidad de un escritor es esencial para evitar la última descalificación de Zaid: la de taxistas y peluqueros "que hacen lo mismo que los intelectuales, pero sin el respeto de las elites".

 
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