San Felipe y las bibliotecas
Ultimamente ha sido tema polémico en la prensa la concesión del Antiguo Oratorio de San Felipe Neri el Viejo a la Asociación del Patrimonio Artístico Mexicano A.C. Adjunto al inmueble donde fue el templo se encuentra la biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, que dirige con entusiasmo y eficacia Juan Manuel Herrera. En días pasados nació en este lugar la Red de Bibliotecas del Centro Histórico, conformada por alrededor de ¡80!, lo cual va a permitir difundir ricos acervos poco conocidos, y realizar una serie de proyectos conjuntos que acerquen a los lectores de todas las edades, quienes además van a tener la oportunidad de leer en recintos históricos de gran belleza, ya que la mayoría de las bibliotecas se encuentran en casonas, templos y palacios de siglos pasados, en general muy bien restaurados y acondicionados.
Por todos estos motivos vamos a recordar un poco la historia del personaje que bautiza el recinto libresco y de los añejos oratorio y templo: uno de los hombres notables del siglo XIX fue don Miguel Lerdo de Tejada, promotor de las Leyes de Reforma, y quien figuró desde muy joven en la política como liberal. A lo largo de su vida desempeñó importantes cargos públicos: fue presidente del Ayuntamiento de la ciudad de México en 1852, ministro de Hacienda con don Ignacio Comonfort y Benito Juárez; promulgó la Ley Lerdo, por la cual la poderosa Iglesia fue despojada de sus múltiples inmuebles. Cuando el Plan de Tacubaya, al ocupar la capital los conservadores, tras buscar refugio en la legación estadunidense, don Miguel logró reunirse en Veracruz con don Benito Juárez. Tomó parte activa en la guerra de Reforma, y tuvo diversos conflictos, entre otros con Melchor Ocampo, por su política financiera y diplomática. Paradójicamente en una antigua iglesia se aloja actualmente la biblioteca de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, la cual lleva su nombre.
Otro hombre culto fue el bachiller don Antonio Calderón, quien fundó en 1657, en la Nueva España, la Congregación de San Felipe, llamada también de los oratorianos, cuya finalidad era la labor hospitalaria. Se levantó un templo que padeció diversos percances, entre otros, un fuerte temblor que lo dañó severamente, por lo que se erigió uno nuevo en el mismo lugar, bajo la dirección de Ildefonso Iniestra Bejarano, gran arquitecto del barroco, quien hizo una soberbia portada inspirado en la del Sagrario Metropolitano de la Catedral, obra del excelso Lorenzo Rodríguez. Esta construcción quedó inacabada, pues coincidió con la salida de los jesuitas del país, lo cual dio oportunidad a los felipenses de instalarse a todo lujo en el convento de la Profesa.
Al poco tiempo, la edificación abandonada fue ocupada por el teatro Arbeu, que cubrió la bella fachada, para aprovechar el amplio espacio que hay hasta la banqueta. Así funcionó muchos años para quedar nuevamente en la incuria, hasta que el gobierno la restauró, sacando a la luz nuevamente el soberbio frontispicio para instalar en 1970 la biblioteca mencionada, que fue fundada en 1928 bajo la presidencia de Calles, con el fin de estimular el estudio de los problemas económicos.
Actualmente el recinto posee más de 300 mil volúmenes en ciencias sociales, humanidades y publicaciones periódicas. Sus colecciones bibliográficas de economía e historia y la riqueza de su hemeroteca la han convertido en una importante fuente de consulta para los investigadores. Destacan las colecciones de revistas y periódicos del siglo XIX, tales como El Ahuizote, El hijo del Ahuizote, El Monitor Republicano, El Imparcial y El Siglo XIX, los cuales nos permiten revivir sabrosamente la vida de esa centuria crucial en nuestra historia.
También destaca el Fondo Reservado, con cerca de 20 mil obras de los siglos XVI al XIX, entre las que hay verdaderas joyas editoriales; a esto se aúna la modernidad con una colección de discos compactos, que incluyen información nacional e internacional, principalmente sobre temas económicos. Estas maravillas se consultan en lo que fue la nave principal del fastuoso templo, que ahora está recubierta por pinturas coloridas del artista de origen ruso Vlady Kibalich.
No podía haber marco mejor para la instalación de la Red de Bibliotecas del Centro Histórico, acto que tuvo como broche de oro una comida en el Casino Español, poseedor, por cierto, de una magnífica biblioteca. El menú: una fresca ensalada, sopa de habas con su chorrito de aceite de oliva y un pescado sabrosísimo; de postre, natillas.