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PIRATERIA EMBOTELLADA | 4 de julio de 2005 |
Mayor
precio no significa mejor calidad. La fórmula de la
sabiduría popular vale perfectamente para el agua embotellada.
La amplia oferta hace difícil la elección. Lo
último es que ya comienza la piratería.
Cuando usted compra un garrafón de agua ¿ha pensado que puede ser líquido de la red de distribución, envasado en el recipiente de una empresa reconocida? Esto ocurre con más frecuencia de la que se imagina, aunque hasta ahora ni las autoridades sanitarias ni las empresas del ramo tienen cifras exactas de la magnitud del fenómeno. Pero ya preparan un convenio para combatir a los “llenadores”, como se conoce a quienes desde el mercado informal se han metido a un negocio que se ha tornado muy rentable. Atrapados entre el “miedo al
agua de la llave”
y la mercadotecnia que promete desde salud hasta “eliminar lo que el
cuerpo no necesita”, los mexicanos se han convertido en el cuarto
mercadomundial en consumo de agua embotellada, con un promedio de 129
litros por persona al año, después de Francia, Italia y
Estados Unidos. En efecto, los garrafones de 20 litros, dependiendo de la marca, cuestan entre 14 y 30 pesos; las presentaciones personales de un litro van de seis a ocho pesos y hasta 14, en el caso de la nueva agua embotellada con sabor, mientras un metro cúbico (mil litros) proveniente de la red municipal en las zonas urbanas cuesta en promedio 1.70 pesos. Las empresas justifican sus precios con el valor del proceso de purificación, al que suman el envasado más los costos de operación y distribución. Sin embargo, el alto precio del
agua
embotellada no siempre garantiza su calidad, pues la industria enfrenta
severos casos de piratería, derivados de la falta de
regulación, que ha permitido la proliferación de
microplantas purificadoras y hasta envasadoras que no siempre se
ajustan a las normas sanitarias. Gabriel Alcalá
Márquez, director
general de la Asociación Nacional de Productores y
Distribuidores de Agua Purificada (Andapac), asegura que en el mercado
existen entre 6 mil 500 y 8 mil empresas, de las cuales la mitad no
cumple con los requisitos establecidos por la Secretaría de
Salud para las aguas embotelladas. Explicó que todas se
abastecen de tres principales fuentes: manantiales, red de
distribución y pozos, aunque no se tienen datos cabales del modo
en que funciona este mercado § Los
procesos
Incolora, inodora e
insabora, no son ya cualidades para medir la pureza
del agua, pues, dependiendo del proceso de purificación, el
líquido cambia alguna de estas características, reconoce
Ignacio Mosqueda, encargado de una microempresa que purifica y envasa
agua para su venta en el centro del Distrito Federal.
Su empresa usa cinco tipos de filtros (cama de arena, carbón activado, luz ultravioleta, filtro pulidor y filtro final) que eliminan del agua los residuos, sabores y olores, le dan brillo, purifican y alteran el ADN de las bacterias que todavía pudiera contener después de todos estos pasos. Existe otro proceso, ósmosis inversa, que sí mata las bacterias, y es el que se utiliza para las aguas que se comercializan como bajas en sales, explica. La fuente de abasto, como la de gran número de microempresas dedicadas al negocio, son pipas y, ocasionalmente, la red de distribución, pero asegura que el agua procesada en su negocio es de mejor calidad que algunas marcas comerciales, según resulta de análisis en laboratorio § ¿Es
tan mala el agua de la llave?
Paradójicamente, el peor enemigo del agua potable es su desinfección: la cloración del líquido por las autoridades para prevenir enfermedades, como el cólera, aumenta la desconfianza de los consumidores, que perciben el sabor extraño cuando la beben. La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), define el agua purificada como agua superficial o subterránea, tratada para el consumo humano. Así que la diferencia debería estar esencialmente en el modo en que se distribuye y se consume: una mediante la red de tuberías y se obtiene del grifo y, otra embotellada. Por supuesto que la otra gran diferencia es el precio. Una explicación al rechazo y la desconfianza está en el sabor a cloro, asegura Arturo Lomelí, presidente de la Asociación Mexicana de Estudios en Defensa del Consumidor, quien considera que lo más práctico es lavar tinacos y cisternas, hervir el agua o instalar un filtro, y no pagar el líquido purificado a precios tan elevados § |