Manuel Marín: metamorfosis
La colección de dípticos que Manuel Marín proyectó para conceptualizar a su modo Las metamorfosis de Ovidio tuvo su más reciente exhibición en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca. La muestra marcó la conclusión de un trabajo que comenzó en 2003. Han transcurrido varios estadios del mismo desde el momento en que la fase inicial, con sus variantes, se expuso por primera vez en el taller del artista de donde ha itinerado en los museos de Arte de Zapopan, el Iconográfico de Guanajuato y la Galería Libertad, de Querétaro. Sus próximas sedes serán San Miguel Allende y, por último, el Museo Pully, en Suiza, durante el otoño.
No cuenta aún, que yo sepa, con un espacio de exhibición en esta capital, cosa que me provoca extrañeza, habida cuenta de que se acompaña de un muy completo libro-catálogo. Para armar una colectiva en la que participaron en sus comienzos 39 artistas alcanzando en su fase final 61 autores con 76 obras, Marín hubo de proporcionar a cada uno de sus convocados los elementos indispensables para las respectivas ejecuciones consistentes en dos pequeños soportes rectangulares que juntos integran un cuadrado de 30 x 30 cm sobre el que cada quien debió elaborar una de las fábulas mitológicas del autor que murió en el exilio a finales del año primero de nuestra era.
Manuel entregaba los soportes junto con la versión de Porrúa (colección Sepan Cuantos) del libro en cuestión para que fuese leído en su totalidad, cosa que creo no aconteció más que en número discreto de casos, si bien es verdad que sí fue consultado para entresacar los temas. Entre los mayormente frecuentados, por consabidos, estuvieron Icaro, Apolo y Dafne; Diana y Acteón (sobre todo en el episodio en el que él se convierte en perro y sufre destrozo), Faetón, castigado igual que Icaro por su ambición y el laberinto que Dédalo construyó para encerrar al Minotauro. La Serpiente Pitón dio lugar a una de las pequeñas obras más finas del conjunto, por Manuel Felguérez y la asamblea de dioses que se percatan del adulterio cometido por Venus y Marte, atrapados por una red, a la más graciosa de todas gracias a Germán Venegas.
Ante esa convocatoria personal, que además incluía los elementos indispensables para su ejecución, casi no hubo quien dijera a Marín, ''no, no puedo participar". De ese modo congregó nombres consagrados: Gilberto Aceves Navarro, Roger von Gunten, José Luis Cuevas, Joy Laville, Arnaldo Coen y Helen Escobedo, sumados a otros de la generación posterior a Ruptura: Jan Hendrix, Ricardo Anguía, Irma Palacios, Miguel Angel Alamilla, los hermanos Castro Leñero, Roberto Parodi, José Miguel González Casanova, Nahum B. Zenil, Saúl Villa, Luis Argudín, Perla Krauze, Jorge Yázpik, etcétera
Siguiendo con Patricia Soriano, Claudia Gallegos, Beatriz Ezbán, Arturo Elizondo, Mauricio Cervantes, Daniel Lezama et al, para terminar con alumnos jóvenes, seguidores o admiradores de este maestro: Fidel Figueroa, Elena Odgers, Francisco Constantino y Eric Pérez, entre otros. A últimas fechas dos artistas más se sumaron: Eloy Tarcisio y, el oaxaqueño, José Villalobos.
Entre los mejor pergeñados está el de Boris Viskin, quien adhirió al soporte fragmentos reflejantes, al tomar el tema de Narciso y Eco. Todos se propusieron -si no ilustrar el tema que respectivamente eligieron-, sí aludir al mismo, a veces con la precisión puesta al día de que hizo gala Demián Flores al elegir a Marsias, vestido de traje y corbata, ya en proceso de ser despojado de su piel y sumergido en un charco que según la fábula generará el ''mar rápido" que lleva el nombre del desollado.
Se hubiera necesitado un jurado que otorgara distinciones simbólicas a aquellos artistas que mejor concepto y ejecución esgrimieron, pero desafortunadamente eso, que pudo haber dado lugar a una amena discusión, no pudo llevarse a cabo la noche en la que se presentó el bien urdido libro catálogo que recoge para la posteridad este último intento concretado por el inquieto artista (por supuesto también participa como pintor), quien siempre ha sentido predilección por poner en alto a sus colegas y por esgrimir argumentos (siempre numerados) acerca de sus elucubraciones.
Unificando formato, los 61 participantes produjeron 76 pinturas que en conjunto ilustran 49 fábulas, pero como cada una de las partes del díptico puede combinarse con otras mitades, el proyecto-imagen se extiende hasta 5 mil 776 combinaciones por permutación, cosa que me atrevo a decir, nadie, excepto Marín quizá, ha podido realizar, gracias a su siempre presente moción matemático-filosófica. La concreción del proyecto tiene el mérito de ''hacer visible una idea" según el propio Manuel Marín.