Hospital Adolfo López Mateos del ISSSTE
Una valoración inadecuada devino vida vegetativa en una paciente
Los médicos del Servicio de Urgencias del hospital Adolfo López Mateos del ISSSTE no advirtieron el riesgo en que se encontraba Arcelia González Pinto, quien presentaba presión arterial alta, dolor de cabeza y trastornos mentales. Por estos síntomas debió ser internada para su estabilización, pero en dos ocasiones fue remitida a su clínica familiar. Ingresó al nosocomio en el tercer intento, con crisis hipertensiva que derivó en infarto cerebral y daño neurológico irreversible. Desde el 18 de mayo se encuentra en estado vegetativo.
La hipertensión arterial es una de las enfermedades crónico-degenerativas con mayor prevalencia en el país. Según cifras oficiales, afecta a 30 por ciento de la población de entre 20 y 69 años (17 millones de personas). Aunque su desarrollo es imprevisible y se manifiesta con infartos cerebrales o de miocardio, en otras, como el caso de Arcelia González, son evidentes los síntomas del padecimiento.
Othón Gayosso Cruz, coordinador de Medicina Intensiva del nosocomio -donde se mantiene internada a González Pinto-, reconoció que los médicos del servicios de salud deben tener la pericia para evaluar la severidad de la hipertensión y controlarla secuencialmente.
Riesgos de la hipertensión
El especialista, quien tiene a cargo el caso de González Pinto, admitió que hubo irresponsabilidad médica, pero señaló que la paciente conocía los riesgos de la hipertensión, además de que presentaba un sobrepeso de 50 por ciento. Esto es factor de riesgo para alcanzar altos niveles de presión arterial, como los que registró (200/110 milímetros de mercurio) y desenlaces como el infarto cerebral, dice.
Los avisos, explica, fueron evidentes, y aunque señala que se le aplicaron "algunas medidas de control, en algún momento resultaron insuficientes".
De acuerdo con el especialista, lo ideal en los pacientes hipertensos es que sus niveles de presión sean de 160/90 milímetros de mercurio. La primera vez que Arcelia llegó a Urgencias (15 de mayo) presentaba 180/100. La doctora que la atendió el día del ingreso, de apellido Romero, estableció que la paciente no tenía diabetes mellitus, aunque durante su estancia en el hospital le diagnosticaron el padecimiento, reportó incontinencia urinaria y pérdida de fuerza física.
También tomó nota de que la paciente divagaba, estaba angustiada ("llegaba al llanto") y remitió a la paciente a su clínica familiar, a fin que solicitara un pase al servicio de siquiatría para la atención de una depresión crónica.
Al día siguiente, un hijo de Arcelia decidió llevarla al Instituto Nacional de Psiquiatría, dependiente de la Secretaría de Salud, donde la valoraron, y debido a que presentaba alteración en la presión arterial, el médico la envió de regreso al hospital del ISSSTE.
El 17 de mayo González Pinto solicitó por segunda ocasión atención médica en el hospital López Mateos. Según la nota médica, su presión era 160/100, la paciente era "asintomática" y sin datos de daño orgánico, por lo que nuevamente fue remitida a su clínica familiar.
El mismo día Arcelia llegó a la clínica de Ermita, con una presión arterial de 200/110. La retuvieron dos horas para estabilizarla, sin éxito, y de nueva cuenta la enviaron a Urgencias del López Mateos. A las 19 horas regresó al hospital, donde, según la versión de familiares, la mantuvieron sentada toda la noche. A esa hora su situación era complicada, pues además de la hipertensión, presentaba síntomas de amnesia.
A las seis de la mañana del día siguiente, personal del hospital pidió al hijo que se saliera de la sala de atención. Un par de horas después la habían colocado en una camilla. "Me acerqué y mi mamá tenía los ojos abiertos y no hablaba", recordó. En ese momento, otra doctora de apellido Chávez le comentó que habían tomado una tomografía sin resultados negativos, cuando en realidad la paciente había sufrido el infarto cerebral.
En las horas siguientes Arcelia González continuó en el pasillo de urgencias con suero y una pastilla debajo de la lengua. Después empezó con dificultades para respirar y, según los hijos, el descuido del personal, que no estuvo al tanto de que tuviera el tubo de oxígeno en la nariz, generó que la paciente entrara en coma por crisis respiratoria. El sábado 21 los médicos la trasladaron a terapia intensiva, donde permanece desde entonces.
El coordinador de esa área explica a La Jornada que el ingreso de Arcelia fue para atenderle un trastorno neurológico, ocasionado por la obstrucción del flujo sanguíneo en una arteria del cerebro, a causa de lo cual se dañaron capas de la corteza cerebral, vitales para mantener la conciencia.