Editorial
Actualidad de Srebrenica
A principios de julio de 1995 grupos paramilitares serbio bosnios comandados y financiados por el régimen de Slobodan Milosevic cercaron la localidad bosnia de Srebrenica, que se encontraba bajo control de tropas holandesas de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en la que se habían refugiado decenas de miles de bosnios musulmanes. Los atacantes doblegaron con facilidad al contingente holandés, desarmaron a sus efectivos, retuvieron a 14 y expulsaron de la localidad a más de 20 mil mujeres y niños. El 11 de julio los serbio bosnios emprendieron un asesinato sistemático de los musulmanes, combatientes o no, que quedaban en el pueblo. Unos días más tarde tuvo lugar una matanza semejante en la población vecina de Kravica.
Los militares holandeses entregaron unos 5 mil civiles islámicos a los verdugos a cambio de sus 14 soldados secuestrados. Las fuerzas aéreas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), al servicio de la ONU, se abstuvieron de intervenir. Se calcula que en la primera quincena de julio unas 8 mil personas fueron asesinadas en la región de Srebrenica, en lo que constituye la peor matanza perpetrada en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial.
Muchas cosas han ocurrido en los 10 años transcurridos desde esos sucesos atroces. A la postre, Milosevic intentó un nuevo genocidio en Kosovo y la OTAN respondió con el arrasamiento de Serbia mediante bombardeos aéreos masivos e indiscriminados. Ahora el ex hombre fuerte de Belgrado está sujeto a juicio por un tribunal internacional y varios de los gobiernos occidentales que intervinieron en esa última guerra balcánica prosiguieron su tarea de destrucción en Afganistán e Irak. A raíz de la actuación infame del contingente holandés en Srebrenica una comisión parlamentaria determinó que ese gobierno era responsable político de la matanza y en La Haya rodaron, en sentido figurado, algunas cabezas.
Desde otra perspectiva, diversos analistas han apuntado que, si en la intervención soviética en Afganistán se gestaron bajo protección estadunidense las actuales estructuras del terrorismo internacional islámico, fue en Bosnia y en Chechenia donde se potenció el rencor de ciertos sectores musulmanes contra Occidente. En efecto, mientras por un lado Estados Unidos y Europa castigaban a naciones árabes como Irak y Libia con la imposición de fuertes sanciones y bloqueos, por el otro permitían matanzas de musulmanes en la ex Yugoslavia y en la República Caucásica.
El Consejo de Seguridad de la ONU, dominado por tres estados pertenecientes a la OTAN, llegó tarde a Bosnia, jamás llegó a Chechenia y fue hecho a un lado por Washington antes de la agresión bélica contra Irak.
El episodio de Srebrenica evidenció además que los rencores étnicos se mantienen vigentes en el mundo moderno, que los "cuerpos de paz" multinacionales pueden agravar los conflictos en vez de contenerlos, y que a los gobiernos de Europa occidental y Estados Unidos les importa muy poco el destino de civiles desamparados, salvo cuando están parados sobre yacimientos petrolíferos, rutas de oleoductos o puntos de importancia geopolítica. Por lo demás, la pasividad de la Unión Europea hizo pensar que Londres, París, Berlín, Bruselas, Roma y Madrid dejaron pasar las atrocidades serbias porque, más que un genocidio, les inquietaba la conformación de un país islámico en pleno territorio europeo.
Desde luego, los ex gobernantes serbios tienen responsabilidad central en la tragedia, pero también la tienen los gobiernos occidentales por la torpeza, la mezquindad y la sospechosa pasividad con que actuaron hace 10 años. Hoy, el desorden mundial causado por la "guerra contra el terrorismo" de George W. Bush y Tony Blair, la bancarrota de la legalidad internacional y el desembozado militarismo colonial imperante hacen pensar que una tragedia como la de Srebrenica puede repetirse en cualquier momento.