Usted está aquí: miércoles 13 de julio de 2005 Opinión Cuauhtémoc, ¿incomprendido?

Luis Linares Zapata

Cuauhtémoc, ¿incomprendido?

Como en la trágica historia de Johnny, el soldado inglés de la Primera Guerra Mundial que tomó su fusil para ser masacrado después y sobrevivir en forma por demás lastimosa, Cuauhtémoc Cárdenas hizo lo propio, pero no entró en batalla ni tampoco ha sido atacado con fiereza. O, con mayor precisión: la puja a la que debió entrar, apegándose a los estatutos partidarios, la dio por clausurada de antemano. Antes de enfrentar la derrota que toda encuesta medianamente hecha le auguraba, decide tocar a un retiro sin concesiones. Más aún, lo hizo de manera por demás singular: predicó a su partido una serie de faltas capitales para que después pudiera argumentar unos cuantos remedios que sólo él podría alcanzarle. En concreto, acusa a los dirigentes del PRD de no abrir espacios para discutir las ideas, los programas que habrían de conformar el horizonte electoral tras el cual se alinearan los perredistas y todos aquellos que vieran en esos planteamientos la oferta de campaña victoriosa. A continuación vino lo bueno, la sibilina sustancia de la que aún se habla con meticulosas interrogaciones: su dedicada voluntad a construir un frente amplio, un movimiento de izquierda que pueda, en su momento y de ser posible, plantarse como cuarta opción electoral.

¿Dejará el ingeniero al PRD? Muchos se han anticipado afirmando con firmeza inamovible lo contrario. Cárdenas nunca abandonará al partido que fundó, sostienen con tan adelantada vehemencia cuanto más temblorosa aparece la convicción. ¿Se alejará del partido que lo llevó en dos ocasiones como abanderado indiscutible? No, señores, sentencian aquellos que ven en todos los movimientos del michoacano arcanos insospechados y terceras o cuartas previsiones llenas de sagacidad. Al mismo tiempo, de manera gratuita y coincidente, un enjambre de aliados circunstanciales lo han designado la alternativa moderada de izquierda, la moderna, la conveniente -y aquí sale algo del peine lateral- para contrarrestar las posturas de un "radical" como es López Obrador. Aliados que, por su historial, apuestas y ambiciones, deberían mover a profundas reflexiones y justificadas sospechas sobre lo que en el mundo de lo posible sucede con la figura, los nebulosos tanteos y las fintas de Cárdenas. Si las hace para negociar, ¿a quién se dirige, qué pretende obtener y es éste el camino más transparente para lograrlo?

Lo cierto también es que Cárdenas llama a retirada ya bien encarrerada la disputa por las simpatías de los perredistas y las de millones de simpatizantes que por ahora los acompañan. Todos han formado, según revelan las múltiples encuestas publicadas, una abrumadora mayoría de posibles electores que ya no conceden oportunidad ni conveniencia a su cuarta candidatura. Tal como los perredistas hicieron en el pasado, cuando cerraron filas en su entorno y no dejaron hueco alguno para cualquier otra posibilidad, por más conveniente o legítima que pudiera haber sido. Muñoz Ledo bien puede dar testimonio sobre el costo sufrido en su reto y posterior enfrentamiento con el ingeniero cuando dominaba el imaginario perredista y la estructura partidaria se arremolinaba, como sólido bloque, tras de su persona y decisiones. Nada se movía sin la venia de Cárdenas, todo le era consultado y, después, el trueno de lo alto descendía sobre los simples mortales. Pero las derrotas cuentan junto a los innegables méritos de campaña que no son, para nada, desechables. Los años pasan, el país y la sociedad experimentan transformaciones varias, los pocos retoños que permitió florecer en el interior del PRD han crecido. Y uno, el más adelantado, lo enfrenta de manera tan dolorosa y cruenta como totalitaria era la presencia y la dominancia de Cárdenas. El cuento sucesorio de siempre. Poco ha sucedido de nuevo más allá de cuatro romanos y dos cartagineses muertos.

Si se enfoca con buen talante la posterior aseveración de Cárdenas para impulsar su renovado credo nacional en un intento más por fortificar el movimiento de izquierda, ése que se prefiguró a raíz del proceso para inhabilitar a AMLO, el espacio para desarrollar sus talentos será vasto, positivo, y el reconocimiento perdurará entre amplios sectores de mexicanos. Ayudaría Cárdenas a matizar la oferta de López Obrador, sus planteamientos se escucharían con atención, habría lugar para incorporar a muchas de sus gentes, se respetaría, como ha sucedido, su trayectoria y se le daría, qué duda cabe, el lugar que merece en la historia de la transición democrática de México. Y lo que es por ahora asunto crucial: empujaría a ese movimiento para llegar al Poder Ejecutivo de la República. Pero si lo que pretende es ensayar una cuarta opción electoral, con él a la cabeza, el margen de posibilidades de éxito se reduce para Cuauhtémoc de tal manera que lo único a lograr será una molesta escisión de seguidores leales a los que se adjunta-rían algunos más, compañeros de un viaje estéril. Quedaría enroscado en los ya muy sobados relatos de personajes víctimas de sus pasiones, de sus afanes protagónicos, de hombres con arranques providenciales que no vieron, ni atendieron, los pasos terribles y crudos de la actualidad.

 
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