Golpes de exotismo
Ampliar la imagen Una de las escenas de pelea de la cinta El nuevo drag�
Si el lector comparte mi hartazgo ante la saturación hollywoodense de la cartelera con media docena de títulos, haría bien en buscar El nuevo dragón, si antes ya cumplió con ver Los olvidados en pantalla grande (algo que ya es un deber cívico, a estas alturas). Titulada originalmente Ong-Bak, se trata de la segunda cinta tailandesa estrenada comercialmente en nuestro país. Y no guarda relación alguna con la primera, La última vida en el universo -ya disponible en dvd, por cierto-, pues es un regreso al género de artes marciales en su forma tradicional. De ahí el título de El nuevo dragón: los distribuidores han querido atraer al público de Bruce Lee que antes llenaba los cines de segunda donde se exhibían sus películas. (Esas salas desaparecieron y, por lo visto, su público también).
A diferencia de la poesía visual conseguida por Zhang Yimou en La casa de los cuchillos, El nuevo dragón no ostenta esas aspiraciones estéticas: su objetivo es servir de plataforma para el lucimiento de su estrella, Tony Jaa (cuyo verdadero nombre, Panom Yeerum, explica el simplificado seudónimo). Por tanto, la trama obedece la regla primordial de ser un mero pretexto para las secuencias de pelea: la cabeza de la estatua de un Buda (llamada Ong-Bak, precisamente) es robada por un gángster. Como la pieza es fundamental para el bienestar de su pueblo, el guerrero Ting viaja a Bangkok y persigue a los malhechores hasta recuperar la efigie. El chiste es que el héroe se ha criado con monjes budistas quienes lo entrenaron en la milenaria disciplina del Muay Tai, también conocida como de "las nueve armas corporales". Y quien lo enfrenta corre altas posibilidades de salir irremediablemente madreado.
Lo llamativo de El nuevo dragón es que no hace trampa con los efectos digitales, que tanto daño han hecho al cine espectacular, sino que marca una vuelta a la sencillez formal de las películas hongkonesas de los años 70. Dentro de la política del "a lo que te truje", la realización despliega la destreza y agilidad de su protagonista sin mayor artificio que las acciones repetidas desde diversos ángulos. Tan inexpresivo como Bruce Lee o Jet Li, Jaa revela su potencial para un género de perdurable popularidad en el mundo entero (en su propio país, la película fue la más taquillera hace dos años y sus derechos internacionales fueron adquiridos por la compañía de Luc Besson).
Bajo la dirección funcional de Prachya Pikaew, El nuevo dragón encuentra sus dos mejores secuencias casi a la hora de duración. La primera es una persecución por las calles de Bangkok, evocadora de los hallazgos de Mack Sennett por esa mezcla jocosa de humor físico y demolición. La segunda, una pelea devastadora en un bar en la cual el héroe pelea, entre otros rivales, con un australiano fortachón y pendenciero. Hace mucho no se veía un pleito de cantina con tal destrucción gustosa de muebles e instalaciones. Aquí, como en otros momentos, Jaa luce la más violenta de sus armas corporales, un golpe que podríamos bautizar como el codazo volador. No lo intenten en casa.
Advertencia: El nuevo dragón está a años luz del sofisticado cine de autor tailandés que empieza a asomarse en nuestra extraña cartelera. Es simplemente una película convencional de géneros, pero hecha con desparpajo y efectividad. Eso, en las actuales circunstancias, ya es suficiente.
EL NUEVO DRAGÓN
(Ong-Bak)
D: Prachya Pikaew/ G: Suphachai Vongsthapat, basado en un argumento de Prachya Pikaew y Pana Ritikrai/ F. en C: Natawut Kittikun/ M: Atomix Clubbing/ Ed: Tanath Sunsin/ I: Tony Jaa, Petchtai Wongkamlao, Pumwaree Yodkamol, Suchao Pongwilai, Rungrawee Borrinjadakul/ P: Bam-Ram-Ewe, Sahamongkol Film. Tailandia, 2003.