Opciones políticas: 2000 y 2006
En 2000 se notó cómo la polarización redujo, en los hechos, el número de opciones políticas. No me refiero a la polarización "de arriba", de las direcciones partidarias o del poder político. Hablo, sobre todo, de la que se presenta abajo, entre los electores.
La campaña presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas en ese año fue muy visible. Las movilizaciones, especialmente en la ciudad de México, fueron tal vez las mayores hasta ese momento. Sin embargo, cuando inició su campaña, unos seis meses antes de las elecciones (como hubiera sido normal en comicios anteriores), ya había mucha gente que consideraba que la elección era entre el candidato del partido oficial y el que eventualmente podría derrotarlo, que era Fox, quien ya entonces llevaba más de un año en campaña. El hecho fue que Cárdenas obtuvo, en números redondos, 16 por ciento de la votación, que en su gran mayoría se repartió entre Fox y Labastida. Las otras candidaturas del PRD tuvieron alrededor de 18 por ciento, lo cual mostraba que alrededor de 2 por ciento de los votantes apoyó al PRD en los otros casos, pero que para la Presidencia votó por Fox con tal de sacar del poder al PRI. Fue lo que se ha llamado, y justificadamente criticado, como "el voto útil".
En ese mismo año los partidos pequeños pasaron por diferentes situaciones. Los que se aliaron a alguno de los tres partidos con mayor votación conservaron su registro y obtuvieron legisladores. Pero no quedaron como una opción distinta, sino como un aliado de uno de los tres. Y los que se lanzaron por su cuenta perdieron el registro; además de que algunos partidos hubieran, muy probablemente, perdido el registro de todos modos, fueron pocos los que, en medio de la polarización entre el PRI y el PAN, depositaron su voto por opciones con muy bajas posibilidades de ganar e, incluso, de sobrevivir legalmente. Esta polarización tuvo un componente nada despreciable: el que quería que saliera el PRI votaba ante todo por el PAN, especialmente para la Presidencia. Y el que no quería que quedara el PAN, pues en muchos casos votaba por el PRI, que era el que podía ganar.
Para 2006 queda un camino largo por recorrer, pero ya falta menos de un año para el día de las elecciones, y la campaña electoral, en diversas formas, ya lleva por lo menos año y medio. Las encuestas sobre la elección de 2006 son un ejemplo, pero ha habido numerosos eventos o hechos políticos que se enmarcan en ese contexto. La polarización, con todo el tiempo que falta, es evidente. Las encuestas también la muestran: la absoluta mayoría apoya a una de las tres principales opciones. Y es previsible que, como en 2000, a medida que se acerque el día de la elección, el tercer lugar se vaya rezagando más, a medida que más electores prefieran pesar a favor o en contra de uno de los "finalistas", valga el término.
Se ha intentado definir, en ocasiones a como dé lugar, quiénes serán los finalistas. El ejemplo más conocido es el intento de desafuero y encarcelamiento del jefe de Gobierno del Distrito Federal, favorito en todas las encuestas. Incluso se publicó la expresión de que "los finalistas vamos a ser el PRI y el PAN", o algo así. Parece que aún se quiere mantener ese camino abierto, al no cumplir la procuraduría federal con el compromiso presidencial, manteniendo abierto el caso a unos días de la renuncia del perseguido a su cargo, para presentar su precandidatura a la Presidencia. Y las campañas para tratar de desprestigiarlo han arreciado.
Sin embargo, hasta el momento el tercer lugar en las encuestas para la elección presidencial lo ocupa el PAN, y con bastante diferencia en relación con los otros dos, sea cual sea su candidato. No sólo son las encuestas: en las elecciones locales le ha ido muy mal. Eso posiblemente contribuya a los intentos por alterar, aunque sea al margen de las reglas, esa situación.
Entonces, estamos en un periodo que, en cierto sentido, puede ser decisivo: la definición de quiénes serán los dos finalistas. Esto no se dará nunca de manera oficial: formalmente todos los candidatos que sean registrados van a competir en igualdad de condiciones. Pero la realidad política es más complicada que eso.
En este contexto, uno de los elementos importantes para la izquierda es la coalición. Esta forma de organización está establecida en la legislación electoral federal como derecho de los partidos políticos, como una forma de agrupamiento de los mismos. En la práctica, puede además incluir, aunque no formal o legalmente, a otras agrupaciones, o incluso a individuos que en ella participen.
Esto es importante en un momento en que el número de participantes activos en el impulso a un proyecto alternativo es muy superior al de los miembros de los partidos que se puedan coaligar. Esa fue una de las diferencias, para poner un ejemplo, entre la concentración en el Zócalo el día que la mayoría de los diputados votó por el desafuero, en la cual predominó la participación de contingentes, desde el pequeño grupo de su colonia hasta numerosos contingentes estudiantiles y otros; y la marcha del silencio, con muchísimos contingentes organizados, pero con todavía más individuos que llegaron, y a menudo se expresaron en un cartel, por su cuenta. Incluso entre los contingentes que llegaron en masa, en ambos casos, había muchos no partidarios, pero entre los que llegaron solos, más.
La extensión de las redes es un ejemplo importante en este sentido. Al tiempo que se impulsa el proyecto alternativo, se defiende la democracia y se hace frente a los golpes bajos, a los intentos ilegales por alterar el resultado electoral, incluso desde ahora.