No más sonrisas de plástico*
Al día siguiente de la elección presidencial del año 2000, la ciudad de México amaneció hecha un basurero. Los empleados municipales bajaron las banderolas y efigies de candidatos a quienes ya les faltaba un ojo: cuchos, chimuelos, calvos, manchados, tuertos, mancos, arrugados, acabaron en la cuneta. En los botes de basura no cabía una sonrisa de plástico más. Era tan ofensivo el paisaje después de la batalla que aprender la lección no parecía tan difícil.
Ahora las campañas políticas de 2006 nos amenazan con lo mismo. ¿Ya todo se nos olvidó? ¿O todo se nos resbala en este país de promesas incumplidas? No hay debate ni proyecto de país, sólo dinero, sólo el signo de pesos en cada palabra lanzada desde la pantalla.
Hoy por hoy, nos bombardean con los espots de los que primero fueron suspirantes y ahora son precandidatos. Un dato brutal: la televisión mexicana recibe 5.7 millones de pesos diarios de publicidad política. Esta cantidad es mayor que el presupuesto anual del Instituto de Cancerología, que es de 459 millones de pesos al año y atiende, en medio de espantosas carencias, a mil pacientes diarios.
Las campañas que hoy padecemos, además de ser las más largas de la historia política de México y quizá del mundo, cuestan al país tanto que, por ejemplo, Enrique Peña Nieto, candidato a la gubernatura del estado de México, gastó más que el estadunidense George Bush en su reciente elección para presidente. Roberto Madrazo gastó más en su campaña en Tabasco que Bill Clinton en los cincuenta estados de la Unión, incluyendo Alaska, Puerto Rico, Hawai y varias islas y archipiélagos del Pacífico. Jorge Castañeda gastó en la suya más de 19 millones de pesos. Arturo Montiel invirtió la escalofriante suma de 300 millones de pesos en su imagen y gastó más que en toda la educación del estado de México. Santiago Creel, según el periódico El Universal, desde el 15 de abril ha gastado 130 millones de pesos. En los últimos seis días lleva gastados 22 millones, 31 mil 477 pesos. De ahí sus permisos para las casas de juego. Estas demostraciones de rastacuerismo, nuevorriquismo y corrupción nos hacen ver hasta qué punto somos capaces de perder la vergüenza con tal de alcanzar el poder. Me atrevería a llamar al dinero político: "dinero sucio". No sólo no beneficia al candidato, sino lo envilece. Finalmente lo que se gasta en política en nuestro país resulta un insulto para los mexicanos.
La Cámara de Diputados es en sí un pequeño país como el Vaticano. La Cámara iba a modificar el tiempo y el costo de las campañas electorales y no cambió ni una coma. El gasto público del proceso es de 12 mil millones de pesos. Además de ser el presupuesto anual de 10 estados pobres, 12 mil millones de pesos anuales equivalen al presupuesto de la UNAM y a un presupuesto y medio del Politécnico, que es de 8 mil millones de pesos anuales. Cuando el salario mínimo en nuestro país es de 40 pesos diarios, 12 mil millones de pesos son 12 millones de veces un salario mínimo mensual. Esos 12 mil millones de pesos son sólo el costo de la burocracia electoral y las asignaciones oficiales a los partidos políticos sin contar con las aportaciones privadas durante la campaña que son muy difíciles de contabilizar y las de precampaña que no están sujetas a control de ninguna clase, según el diputado José Agustín Ortiz Pinchetti.
Después de la marcha de un millón 200 mil personas del domingo 24 de abril sabemos que la solución está en la gente que dio prueba de una admirable disciplina e impartió la más grande lección de civismo que hemos recibido en los últimos años. Ese millón 200 mil hombres, mujeres, ancianos y niños, que marchó con absoluta responsabilidad, que no pintarrajeó una sola pared, no rompió una sola valla, no cortó una sola flor, no pisó una sola raya y caminó bajo el sol desde el Museo de Antropología hasta el Zócalo, es un ejemplo para todos. Es la gente la que va a dictar los pasos a seguir, es la gente la que no va a tolerar el monstruoso negocio de la política mexicana, es la gente la que puede corregir lo insensato, es la gente la que se la juega y da de sí, es la gente la que seguramente repitió mientras iba marchando el poema de amor a México de José Emilio Pacheco, Alta traición: "No amo mi patria./ Su fulgor abstracto/ es inasible./ Pero (aunque suene mal,) /daría la vida/ por diez lugares suyos/ cierta gente/ puertos, bosques, desiertos, fortalezas,/ una ciudad deshecha, gris, monstruosa/ varias figuras de su historia,/ montañas,/ y tres o cuatro ríos./"
La gente es en sí un río de agua limpia, un río caudaloso, un río que sabe detenerse en las márgenes, un río que enojado puede desbordarse, un río de amor hermoso y puro, es esa gente la que puede dictar las órdenes, tomar las decisiones, orientar su propio cauce, un cauce que nos irrigue a todos y barra de una vez por todas con las campañas electorales que queremos distintas como también las quiere un hombre que tiene mucho que ver con la limpieza y la recuperación de los elementos: la tierra, el agua, el fuego y el aire: Andrés Manuel López Obrador.
Muchas gracias por escuchar.
* Presentación del acto en el que Andrés Manuel López Obrador dio a conocer su plataforma de campaña en la reunión nacional de las Redes Ciudadanas del Proyecto Alternativo de Nación