El cinismo de Tony Blair
Tony Blair nos ha puesto frente a un monumento al cinismo. Trata de hacer creer al mundo -y sobre todo a los británicos- que los atentados del 7 de julio nada tienen que ver con su decisión de acompañar al presidente George W. Bush en la invasión de Irak. Pero toda la evidencia contradice su absurda pretensión y sobran argumentos para abordar el debate y esclarecimiento de esta cuestión que resulta de la mayor importancia para comprender el mundo en que vivimos y desentrañar las claves del terrorismo en la relación entre opresores y oprimidos.
En primer lugar ya se sabe que los servicios secretos británicos emitieron un informe tres semanas antes de los atentados en que establecían: "La situación en Irak continúa actuando como motivación y foco de una serie de actividades relacionadas con el terrorismo en el Reino Unido". Más claro ni el agua. Pero más allá de la evaluación policial es fundamental en este análisis la historia de agresiones, engaños y pillaje de los imperialismos occidentales contra los pueblos árabes y musulmanes. Entre ellos, muy destacadamente, el británico desde principios del siglo XX y cada vez con mayor presencia el estadunidense desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Cierto, el terrorismo entendido como el ataque a civiles inocentes no tiene justificación moral alguna venga de donde venga. Aunque vale aclarar que no debe confundirse el terrorismo con el legítimo derecho a la lucha armada contra la ocupación extranjera. Pero atentados tan repudiables como los de Nueva York, Madrid y Londres no se habrían producido de no existir previamente el terrorismo de Estado ejercido en proporciones masivas por las potencias occidentales en el tercer mundo, hasta llegar con frecuencia al genocidio. No se trata sólo de las recientes invasiones de Afganistán e Irak con alta cuota de destrucción, muerte y sufrimientos impuestas a sus poblaciones. Yendo más atrás en la historia, esas mismas naciones y otras del mundo árabe y musulmán fueron invadidas y saqueadas por el imperialismo británico. Como no es posible hacer el relato en este espacio, tomemos a Palestina con todo su simbolismo como ejemplo paradigmático de la imagen que los seguidores del Islam se han forjado de Occidente en las últimas décadas.
Palestina es un caso colonial singularizado por la extrema crueldad que se le ha aplicado, en cuya génesis, por cierto, Inglaterra tuvo gran responsabilidad. Un pueblo campesino despojado de la mayor parte de sus tierras de labranza y hogares, con una gran porción de sus habitantes expulsados hacia otros países. Un pueblo mil veces humillado, bantustanizado y sometido por una de las máquinas de guerra más poderosas del mundo. Es decir, mediante el empleo que ha hecho Israel del terrorismo de Estado a gran escala con el apoyo político y militar irrestricto de Washington y el silencio cómplice o la hipocresía sinuosa de Occidente.
A este respecto, acaba de poner el dedo en la llaga sir Bernard Crick, ex asesor del Foreign Office y prominente académico, al comentar la actitud del gobierno de Blair respecto de los atentados: "Es muy fácil -afirmó- refutar que Irak tiene la culpa de todo, pero lo que no se puede refutar fácilmente es que este tipo de protestas en el mundo árabe e islámico se han llevado a cabo desde el incumplimiento por Israel de las resoluciones de la ONU después de la guerra de 1967. Es evidente para muchos jóvenes musulmanes inteligentes y educados que hemos caído detrás de una política exterior estadunidense muy equivocada..."
Por su parte, el reporte del reconocido tanque pensante Chatham House enfatiza que después de la invasión de Irak aumentó el peligro de atentados terroristas en el Reino Unido y fueron estimuladas la propaganda y las posibilidades de financiamiento y reclutamiento de nuevos terroristas por Al Qaeda. En este mismo sentido opina una amplia corriente de diputados laboristas de izquierda y académicos que, según el diario The Guardian, confiesan su asombro de que este debate no hubiera surgido inmediatamente después de los atentados. Aunque lo más importante es que su opinión es compartida por dos tercios de los británicos, de acuerdo con una encuesta encargada por el citado diario. Blair trata de engañar una vez más al mundo, pero más rápido se atrapa a un mentiroso que a un cojo.