Editorial
Ostentación y frivolidad con cargo al erario
Los excesos en que la Presidencia foxista incurrió desde su inicio como las célebres toallas de 4 mil pesos se han transformado, a casi cinco años de un ejercicio conyugal (e inconstitucional) del Ejecutivo, en un dispendio de recursos públicos obsceno e inadmisible por parte de todo el equipo presidencial y lo que queda de su grupo de operadores políticos.
El escandaloso crecimiento de la partida 3825 del presupuesto, destinada al vestuario del Presidente de la República (y de su esposa, como lo agregó el actual detentador del cargo) es sólo una muestra de la extrema irresponsabilidad, la insensibilidad y la falta de sentido republicano que caracterizan al gobierno en turno. Lo menos que podría pedirse a un mandatario que prometió "cambio", honestidad y transparencia es que no dispusiera de casi 100 millones de pesos de las arcas nacionales según el presupuesto aprobado para este año para vestirse y vestir a su esposa, que no enviara a efectivos del Estado Mayor Presidencial a custodiar a los parientes de su cónyuge, que no destinara 8 millones de pesos anuales para sufragar los salarios de los ayudantes de Marta Sahagún, y que esos ayudantes, pagados con el dinero de todos los mexicanos, no fueran utilizados en las maniobras para exculpar a los hermanos Bribiesca Sahagún de los señalamientos en su contra por presunto tráfico de influencias y obtención indebida de contratos.
Es irritante e inmoral que, en un país caracterizado por la pobreza de la mayoría de sus habitantes y por la exasperante desigualdad, el mandatario y su esposa se hayan gastado en un solo viaje al extranjero el que efectuaron a Roma con motivo de los funerales de Juan Pablo II un millón 329 mil pesos, cantidad con la cual habrían podido construirse ocho viviendas de tipo "económico" como las que ofrece el Infonavit. Para la sociedad es inaceptable que Marta Sahagún, quien carece de cualquier cargo público y de toda representación popular y oficial, haya derrochado casi 400 mil dólares de dinero público 24 viviendas del Infonavit en viajes fuera del país. Es inadmisible, además, que las partidas de gastos referidas se entreguen sin desglosar al Instituto Federal de Acceso a la Información y a la Auditoría Superior de la Federación, en un afán contrario a la transparencia y a la rendición de cuentas.
Más allá del ámbito familiar de Los Pinos, y para ilustrar la extensión de los excesos del foxismo, cabe preguntarse si es ético que el precandidato presidencial oficial, Santiago Creel, haya gastado 25 millones de pesos en lo que va de su precampaña: valga decir, medio millón de pesos diarios, o el equivalente a 150 viviendas de precio mínimo. Para colmo, la cifra no cuadra con el alud de espots televisivos desplegados por el aspirante, los cuales, a tarifas regulares, tienen un costo muy superior al gasto declarado por Creel. Esa discordancia fortalece las sospechas de que el ex secretario de Gobernación negoció precios especiales, mientras aún despachaba en Bucareli, con Televisa, la principal beneficiaria de los permisos que otorgó para establecer centros de apuestas.
Lejos de reconocer la grave descomposición por la que atraviesa su administración, Fox, secundado por su esposa, se empeña en calificar de mentiroso al Legislativo, en una actitud que multiplica el agravio de la frivolidad, la ostentación y el dispendio de recursos públicos.
Es posible que el insultante tren de vida que se permite el matrimonio Fox a costillas de los contribuyentes no sea, técnicamente hablando, ilegal. Pero sería difícil no reconocer que tal actitud resulta, hasta en un país rico, y más en el nuestro, que es pobre, ajena al decoro, a la moral republicana y a la decencia.