Canciones en pos de la belleza
En el vasto territorio de lo que se ha convenido en denominar como ''música antigua", ocurren especializaciones musicológicas y de interpretación que han rendido frutos recientes de esplendor.
Tanto el conocimiento teórico como sus aplicaciones para hacer sonar partituras de hace muchos, ay, ayeres, hacen crecer tesoros discográficos de entre los cuales el más reciente es un verdadero manjar de cardenales, gorriones, primaveras, mirlos, alondras y toda aquella ave que acrecienta su belleza con el canto.
Se trata del disco titulado sabiamente Scherzi musicali (Harmonia Mundi, 2005) por sus hacedores, la soprano argentina María Cristina Kiehr, el barítono-bajo suizo Stephan MacLeod y el estupendo conjunto instrumental Concerto Soave, especializado en música italiana del primer periodo barroco.
La belleza de este disco proviene de la pluma de los hermanos Monteverdi, Claudio el célebre y Julio César entre las sombras fulgurantes de los anonimatos en aras del brillo de su hermano Claudio, a quien defendió siempre como un genio galante y gurú.
La buena fama de Claudio Monteverdi (1567-1643) se asienta en sus óperas, al punto que para muchos es el precursor de ese arte escénico-sonoro. Pero los oídos más exquisitos dirigen sus antenas hacia los libros de madrigales que escribió, siempre viendo montes verdes, el maestro Monteverdi.
En el prólogo del octavo de sus libros de madrigales, el maestro de Mantua explica que el total de su obra puede dividirse en tres géneros básicos, teniendo en cuenta los lugares destinados para su ejecución: música para teatro, para iglesia y para ''cámara", o mejor: aposento, sala, casa, sitio íntimo.
La parte esencial de su obra da camera consiste en madrigales a cinco voces, de los que en vida publicó ocho libros completos.
A lo largo de su vida, Monteverdi practicó otras formas menos ambiciosas técnicamente, que denominó canzonetas, arias, o scherzi.
A diferencia de lo que técnicamente se entiende hoy día como scherzo y cuyos ejemplos más hermosos y plenos son los que escribieron Mozart y Bruckner, el maestro Monteverdi no recurrió al formato musical scherzo como tal, sino en su sentido literal de broma (scherzo), o mejor: galantería, música de placer, divertimento.
El resultado es delicioso. El hermano cómodo de Monteverdi se encargó de explicar el anhelo de estas dulces canzonette a tre voci: buscar la perfección de la belleza en la melodía, en un claro gesto neoplatónico de finales del siglo XVI entre quienes se jactaban de hacer una ''música moderna".
Pablo Espinosa