Usted está aquí: martes 26 de julio de 2005 Opinión Fox, contra la dignidad del Congreso

Editorial

Fox, contra la dignidad del Congreso

Los señalamientos legislativos sobre los gastos en vestuario ­excesivos e indebidos­ del presidente Vicente Fox y de su esposa, Marta Sahagún, dieron lugar a una nueva andanada de descalificaciones del mandatario contra integrantes del Congreso de la Unión. Los denuestos, particularmente ásperos y desentonados, fueron dirigidos contra la diputada Martha Lucía Mícher (PRD), presidenta de la comisión que investiga las posibles irregularidades en contratos públicos otorgados a los hijos de Sahagún, y las senadoras Martha Tamayo y Yolanda González (ambas del PRI), quienes han pedido que el Congreso establezca regulaciones más estrictas en los gastos presidenciales.

No es la primera ocasión que Fox lanza arremetidas verbales contra el Legislativo en su conjunto o contra algunos de sus miembros, pero sí la más ajena a las formas y la más errónea y desafortunada. Ante el trabajo de fiscalización realizado por las legisladoras referidas, el titular del Ejecutivo federal las acusó de actuar "totalmente fuera de su compromiso con la ciudadanía", pretendió instarlas a "que se dediquen a hacer lo que tienen que hacer, por lo que se les paga, para lo que fueron electas", y las acusó de "engañar a la gente". Además Fox maltrató a los ciudadanos que votaron por ellas: "yo no sé para qué las eligieron", dijo, y los exhortó a "que las conozcan bien para que ya no las vuelvan a elegir, porque para eso no sirven".

Más allá de su tono deplorable, las palabras presidenciales transgreden el principio de la separación de poderes, faltan al respeto al Legislativo, resultan ofensivas para la ciudadanía y ponen en evidencia el desconocimiento de Fox sobre la institucionalidad y la legalidad nacionales. En efecto, las legisladoras, al investigar presuntas irregularidades de los hermanos Bribiesca Sahagún y al demandar que las partidas presupuestales de la Presidencia se manejen de forma menos discrecional, están haciendo, precisamente, el trabajo que les corresponde, pues integran un organismo que debe, entre sus atribuciones constitucionales, revisar la cuenta pública, de acuerdo con el artículo 74 de la Carta Magna.

El mandatario, en cambio, se sitúa al margen de la Constitución, toda vez que ésta dice, en el artículo 61, que "los diputados y senadores son inviolables por sus opiniones manifestadas en el desempeño de sus cargos, y jamás podrán ser reconvenidos por ellas". Unos diputados exclusivamente dedicados a aprobar reformas neoliberales ideadas en Los Pinos pueden existir, tal vez, en ese ámbito idílico que el dicho popular denomina Foxilandia, mas no en el México de 2005.

Si algo caracteriza a la sociedad nacional contemporánea es su hartazgo ante los manejos discrecionales, patrimonialistas o simplemente corruptos de las arcas públicas. Si una práctica no debe tener cabida en el país es el desvío o la utilización para fines personales de recursos que pertenecen a toda la población. El hartazgo ante la corrupción priísta y la falta de transparencia en el manejo de los dineros públicos fueron elementos fundamentales en la decisión ciudadana que produjo la alternancia y que llevó al poder al propio Fox. Empeñado en desacreditar una investigación legislativa legítima sobre los gastos de su esposa con cargo al erario, el Presidente tendría que llegar al extremo de revirar a sus votantes de hace cinco años un "yo no sé para qué me eligieron".

En otro sentido, es claro que una de las principales fuentes de conflicto para el gobierno foxista se llama Marta Sahagún. El protagonismo político de la esposa incómoda, así como dudosos e inciertos manejos de fondos que se realizan en su entorno, han enrarecido la vida política del país, generado severo descrédito en la institución de la Presidencia de la República y colocado al grupo gobernante en el centro de escándalos permanentes, cuyo último episodio es el gasto en atuendo.

Cabe recordar que Sahagún se empecinó, contra todo sentido común y espíritu republicano, en hacerse proclamar candidata presidencial; su fundación produjo, en forma poco transparente, "guías para padres" mojigatas, imprecisas y contradictorias con lo que se enseña en las escuelas públicas; hay indicios de triangulación de recursos entre Vamos México y Lotería Nacional. Ante investigaciones de sus inmoderados gastos en ropa y de presuntas actividades ilícitas de sus hijos se ha empeñado en descalificar y en tachar de mentirosos a quienes, en la Cámara de Diputados, pretenden esclarecer tales actividades.

Por todo lo anterior es ­hoy más que nunca­ pertinente y legítimo esclarecer los gastos presidenciales recientes, así como regular y precisar los futuros. Por lo que se refiere al Presidente y el Congreso, sería deseable que el primero aprovechara la oportunidad para estrenarse en el arte de expresar disculpas.

 
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