Vlady
Ampliar la imagen Vlady, en junio de 1987 FOTO Arturo Guerra Foto: Arturo Guerra
Eran los tiempos de la Galería Proteo, allá en la Zona Rosa, Hamburgo y Génova, primer piso: exposiciones colectivas y luego individuales de Juan Soriano, Echeverría, Héctor Javier, Lilia Carrillo, Felguérez, Gironella, Cuevas, Vlady. En algún momento un cuadro monumental de Tamayo, un mural para la Universidad de Puerto Rico: El Prometeo encadenado.
¡Qué riqueza para nuestros ojos sorprendidos, qué enorme descubrimiento de esos grandes pintores que ya eran, que siguieron siendo, que continuaron creciendo! De todos ellos cultivé su amistad y la conservo con los que aún están vivos.
Cerca de ahí estaba la cafetería Carmel, de Jacobo Glanz, poeta y mecenas de pintores y poetas.
Por aquel entonces Vlady pintó un retrato de Jacobo, sobre madera, de gran formato, Jacobo con la cabeza cubierta, como si estuviera en la sinagoga presto a la lectura del Torá, con el capelo, sin el cual es imposible empezar a rezar. Vlady pintó a Jacobo como si fuera un rabino. Así lo recuerdo o me lo invento, quizá.
En el afuera del retrato, más bien en torno a la figura de Jacobo, Vlady pinta un pueblo: Nuevo Bitevs, de donde era oriundo Jacobo, o Bitevs, de donde era Chagal, o los dos pueblos, mezclados, confundidos en uno solo, dos pueblos de Ucrania soñados por el pintor. Vlady, aquí, usa los colores de Chagal para rendirle homenaje. Es, de alguna manera, un cuadro religioso lleno de significados. Hecho dentro de los cánones de la pintura religiosa en donde cada detalle representa una alegoría.
De tarde en tarde me llega a la memoria la visión de esa esplendorosa obra de Vlady.
La pintura religiosa cristiana estaba llena de significados. En ella se plasmaban una serie de códigos semánticos de fácil lectura en los tiempos en que se realizaba la obra, pues existía un lenguaje común que con el tiempo, en algunos casos por ignorancia u olvido, habríase vuelto críptico.
Hay una pintura misteriosa que habita en los muros de La Academia de Venecia: La tempestad de Giorgione, pintada en 1508, cuyo lenguaje cifrado aún no ha sido posible esclarecer o en el que al menos múltiples críticos y eruditos no han podido ponerse de acuerdo.
Hay por cierto cuadros "civiles" que también están llenos de señales y alegorías, como por ejemplo El filósofo leyendo de Chardin, pintado en 1734.
Sobre uno de los múltiples significados que contiene -el reloj de arena, que se aplica también a la calavera, ambos elementos representados en el cuadro- George Steiner escribe:
"El reloj de arena oscila, exacta e irónicamente, entre la vida brevis del lector y el ars longa de su libro. Mientras lee, su propia existencia se extingue. Su lectura es un eslabón en la cadena de la continuidad performativa que suscribe la supervivencia del texto leído".
Lo que nos cuenta Chardin, dice Steiner en otro momento, es el enfrentamiento entre "la vida de la vida y la vida de la letra".
Cuando todo se vaya, cuando el filósofo que lee haya muerto, perdurará el libro que leía, parece querer decirnos Chardin.
Otra pintura "civil", absolutamente llena de significados es el Guernica de Picasso. De un solo significado quizá: la destrucción de la ciudad de Guernica por la aviación alemana.
Vlady ha hecho un retrato del obispo de Chiapas, don Samuel Ruiz.
Acoge en su factura no sólo la tradición técnica de este tipo de obras -preparación de la tela al modo y uso de los antiguos- sino también la representación simbólica de variados elementos que consigna en el cuadro.
Veamos algunos evidentes y de fácil lectura, la vestimenta del personaje: lo cubre una sotana o túnica ceñida por un oculto cíngulo o cordón de uso tradicional. Encima, la casulla. Lleva un báculo en la mano izquierda que indica que es pastor, el palio que pende de los hombros sobre el pecho y la cabeza cubierta por la mitra que indica que la figura es la de un obispo preparado para la liturgia, para celebrar la eucaristía. La mitra representa así la presencia del Espíritu Santo. El no expresar señal de pertenencia a alguna orden religiosa, hace saber que pertenece al clero secular.
Vlady pinta también unos poblados. El pastor no es oriundo de ellos, como en el caso del que aparece en el retrato de Jacobo Glanz. Son los pueblos en donde el cura ha realizado durante más de 30 años su labor pastoral. Entre ellos y don Samuel, una figura bicéfala que parece indicar las fuerzas del mal que inciden sobre los indígenas y a las que ha combatido el religioso.
El obispo está retratado de perfil y también de frente, montado sobre un elefante. Se trata de una metáfora expresada en alguna ocasión por el cura: "La Iglesia se mueve lentamente, a veces con dificultad, y sin embargo se mueve, avanza y en no pocas ocasiones corre".
De todos estos mensajes cifrados, el más complejo es el que representa la Torre de Babel que aparece pintada en la parte inferior derecha del cuadro.
Trato de interpretar:
Dice Yahveh, viendo a unos hombres que en la ciudad construían una torre que quería llegar a las alturas, al cielo y que tenían una misma lengua y un mismo modo de pensar:
"He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua, siendo esto el principio de sus empresas. Pues bien, descendamos, y ahí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros". Así Yahveh los dispersó de ahí sobre toda la faz de la tierra y cesaron en la construcción de la ciudad. Por ello se llamó Babel, porque ahí confundió Yahveh la lengua de todos los habitantes de la tierra y los dispersó por toda la superficie. (Génesis 11, 1-9).
La interpretación de ese relato bíblico está referida a "la condición humana" en la era de los imperios y las culturas superiores. Ese texto, escribe Peter Sloterdijk, es como una réplica, en el nivel político, del mito de la expulsión del paraíso. La catástrofe de Babel relata la escena originaria de la pérdida del consenso entre los hombres, el principio de la perversa pluralidad.
Dios, Yahveh, destruye así a una humanidad unificada, pues no puede permitir que aquella siquiera trate de asemejársele.
Sloterdijk expresa que el mito de Babel representa la expulsión del hombre del paraíso de la unidad... y más adelante: La catástrofe lingüística fue sólo un medio para romper la unidad que el pueblo de Babel había formado en torno a un propósito común.
Aquí está quizá el centro emblemático del cuadro: ¿No estaba acaso el obispo Samuel construyendo una ciudad, es decir, los pueblos indios, con un propósito común: la catequización de los indígenas y la elaboración de una conciencia social que les hacía sabedores de que eran personas humanas con derecho a la educación, a la salud, al trabajo no esclavizado, a la justicia?
Bueno, pues un nuevo Yahveh de dos cabezas, representado en una por la Iglesia católica y, en la otra, por los hombres del poder, metieron entre los pueblos indígenas el disenso y los dividieron impidiendo así la realización de ese propósito común.
Ahora sabemos que Dios, ese Dios, Yahveh, no ha conseguido humillar al hombre con la pluralidad y las diferencias que ahora en legítima defensa apoyamos. Lo quiere intentar en esta época aciaga con el encargo de la uniformidad a través del intento de globalizarlo todo.
Aquí estamos pues frente a un estupendo retrato del obispo Samuel Ruiz, sacerdote de la cristiandad, realizado por Vlady, pintor mexicano, de origen judío, viejo endemoniado trotskista, comentado por un viejo comunista, devoto admirador de ambos.