El debate sobre los precios justos
Por fortuna se abrió la discusión sobre el futuro próximo de nuestro sector energético. Por desgracia sólo en ocasión del relevo presidencial, pero bueno. Aunque reconozcamos que desde hace rato y con el ánimo de fortalecer la discusión sobre el proyecto de nación, Cuauhtemoc Cárdenas presentó sus tesis fundamentales sobre petróleo, gas natural, refinación, petroquímica, electricidad, fiscalidad e investigación en hidrocarburos y electricidad, con las que -debo confesarlo- me identifico.
Hoy, en 10 capítulos sobre energía, Andrés Manuel López Obrador hace lo propio. Más allá de que sugiero una revisión de datos en el caso del sector eléctrico (se sobrestiman capacidad instalada y generación y con ello la participación privada) debo confesar que es difícil estar en desacuerdo con las propuestas de López Obrador. ¿Hay quién se oponga -como bien dijo un amigo- a aumentar la exploración, desarrollar nuestras debilitadas reservas, revisar exportaciones de crudo y ampliar capacidad de refinación? ¿O a incorporar mayor valor agregado a petróleo y gas natural, restituir cadenas productivas y depender menos de importaciones? ¡Desde luego que no! ¿Habrá oposición a realizar una planeación integral y adoptar una ventajosa política de deuda? ¿A optimizar Cantarell? ¿O a lograr una balanza energética superavitaria, recuperar autosuficiencia en gas natural, y aprovechar al máximo y diversificar la capacidad del sector eléctrico? ¿O, finalmente, a modernizar el sector, en el marco constitucional? No, desde luego que no.
Pero, cuidado. Ni los candidatos del PAN o del PRI se opondrán a todo esto. Acaso -asunto esencial- sólo a lo del marco constitucional. Pero aun la defensa de la Constitución puede resultar hueca, si no se demuestra la viabilidad de modernizar el sector en ese marco constitucional. En este sentido, la responsabilidad central no está en listar propuestas. Es mucho, pero insuficiente. Lo delicado es mostrar cómo se puede hacer y con qué se va a financiar lo que se pretende. Un Perogrullo sofisticado diría que la fuente fundamental de financiamiento del sector deben ser los ingresos propios. Y dadas el volumen de ventas -añadiría el presunto asturiano- los determinantes fundamentales de los ingresos propios son los precios y las tarifas.
Precios de crudo y gas natural. Precios de gasolinas, turbosinas, diesel, kerosinas y gas licuado del petróleo. Tarifas de electricidad residencial, de electricidad comercial, de electricidad para alumbrado público, para bombeo de aguas potables y negras, y para riego agrícola. Tarifas de electricidad industrial. Y explícitamente reitero precios y tarifas, porque -exagerando un poco- a la empresa pública no debe preocuparle el subsidio. Sí, en cambio, sus costos y su productividad. Los subsidios son asunto de Estado, de política nacional. Deben ser determinados -sin duda a propuesta del Ejecutivo- por un Congreso de la Unión con criterios claros, razonables y justos.
Y aquí no nos engañemos. Gobierno y Congreso están sujetos a muchas presiones. Algunas genuinas. Otras no. Unas razonables. Otras no. ¿Quién hace este discernimiento social, que también es económico y financiero? ¿Quién decide la pertinencia y coherencia de la estrategia financiera del sector energía? ¿Y quién la justeza de los subsidios? El asunto es muy delicado. Y, permítaseme decirlo, en ningún momento en las tesis de López Obrador se alude a él, a la capacidad de financiamiento, sin duda vinculada a sus precios, a sus tarifas y a los subsidios. Y, más todavía, vinculada a las rentas petrolera y eléctrica, que en México existen por generosidad de la naturaleza, y pertenecen a la nación por determinación constitucional.
Se me dirá -con razón- que al hablar de la participación privada en el sector se esboza una respuesta. Con respeto digo que es insuficiente. Se me replicará diciendo que al hablar de precios justos, se toca el asunto. Sí, es cierto, pero de forma general. Y añado: se puede y se debe preguntar qué significa precio justo. ¿Justo para quién? ¿Para una empresa pública cuya viabilidad muchos defendemos? ¿Para un consumidor que merece la más alta calidad y el más bajo precio posible? Finalmente -también con cierta razón- se me argumentará que al formular la necesidad de cambiar el esquema actual de precios -el del famoso costo de oportunidad- se resuelve el asunto. Pero -una vez más replico- no está claro que se deban entregar las rentas petrolera y eléctrica a los consumidores, como se hizo en la lamentable época del boom petrolero, con precios de combustibles, gas natural y electricidad muy pero muy inferiores a los internacionales.
Esto, como hoy se ha demostrado, enriqueció a pocos y favoreció el dispendio energético. Tampoco totalmente al erario público. Entonces, ¿qué es lo justo? Lo menos que debemos hacer es determinarlo socialmente y con precisión. Y someter esa determinación a revisión periódica. De ella, de esa determinación -créanme- se desprenderán las estrategias que se impulsará en el sector. El debate es necesario. De veras.
***
NB: Mar adentro, nuestra mezcla va mar adentro. En todos los sentidos. Precio creciente y creciente producción marina. Este viernes, nuestro crudo se cotizó a 46.52 dólares por barril, ligeramente por debajo de su valor en moneda corriente (sí, corriente) del máximo reciente, que se registró el 10 de julio: 47.36 dólares por barril. Con esto, su promedio enero-julio es de 39.04 dólares, superior en 10 dólares al promedio enero-julio 2004. Podemos esperar un promedio anual de casi 42 dólares, muy superior, casi 15 dólares mayor al del presupuesto 2005. Y, con ello, ingresos fiscales por Derechos de Extracción, es decir renta petrolera, cercanos a 40 mil millones de dólares, en todos sentidos los más elevados de nuestra historia petrolera. Y en el segundo trimestre del año, la producción marina representó 83 por ciento del total, casi dos puntos porcentuales más que el promedio 2004. Y, sin embargo, Cantarell, cada vez más adentro del mar, ya decae. ¡Qué difícil situación!