Usted está aquí: martes 2 de agosto de 2005 Capital "Siempre existe la forma de salir adelante": Evangelina

"Siempre existe la forma de salir adelante": Evangelina

Ampliar la imagen Evangelina Gonz�z, en su puesto de costura en la colonia Doctores FOTO Jos�arlo Gonz�z Foto: Jos�arlo Gonz�z

En dos años Evangelina logró lo que nunca en tres décadas de trabajo: comprar un terreno, comenzar la construcción de su casa y sostener los estudios universitarios de dos de sus tres hijas.

Todos los días, desde las ocho de la mañana, la mujer de 60 años se traslada desde Texcoco hasta la esquina de las calles Doctor Barragán y Doctor Balmis, en la colonia Doctores, donde, con su máquina de coser, inicia su jornada, que termina hasta que el sol comienza a descender.

"El recorrido es largo, pero por 300 pesos al día -a veces hasta 500- bien vale la pena. ¿Dónde más me los darían?, se pregunta Evangelina, quien durante más de 30 años trabajó como costurera en diversas fábricas de ropa, hasta que la última de ellas entró en crisis y liquidó a su personal.

"Desde que me despidieron toqué muchas puertas, pero ninguna se abrió porque en todas las fábricas piden una edad de entre 18 y 30 años, y yo tenía más de 50", señala mientras pisa el pedal de su máquina verde industrial que compró en abonos y a la que adaptó unas llantitas para poderla desplazar.

"Cuando me quedé sin empleo mi preocupación fue muy grande, ya que soy la que mantiene la casa".

-¿Es usted madre soltera?

-No, pero mi esposo tiene discapacidades a consecuencia de la poliomelitis. Además mis hijas están estudiando y yo tengo que cubrir todos los gastos.

-¿Cómo fue que se le ocurrió instalarse con su máquina de coser en la calle?

-Coser fue lo que hice gran parte de mi vida. Un tiempo traté de trabajar en mi casa, pero ningún cliente llegó, ya que vivo en un lugar lejano y en realidad ni a casa llegaba, vivía en unos cuartitos de techo de lámina y piso a flor de tierra. Una amiga me comentó que por esta zona nadie hacía composturas, sólo hay una sastrería, pero nadie que arregle esos pequeños detalles de las prendas.

-Y usted ¿sólo se dedica a hacer composturas?

-Es lo que más hago, pero también sé pegar piezas y armar una prenda.

-¿Cuánto cobra?

-De 20 a 30 pesos, o depende qué tanto haya que hacerle a la ropa.

-¿Y le va bien?

-Es sorprendente, pero me va bastante bien. En un día saco mínimo unos 300 pesos, incluso me he llevado hasta 500. Y debo dar 500 al mes por tener mi máquina aquí y 250 más por que me dejen guardarla en un local.

"Imagínese, en dos años aquí en la calle pude comprar un terrenito y poco a poco he ido construyendo mi casa. Ahora por lo menos ya tengo una vivienda más digna y además pude sacar adelante los estudios de mis hijas.

Una se va a recibir de licenciada en Derecho y la otra en Contaduría, por la UNAM.

-Y ¿qué opinan sus hijas de su trabajo?

-Dicen sentirse muy orgullosas. Yo creo que sí porque le echan muchas ganas a la escuela.

La mujer, de piel morena y entusiasta, afirma que siempre existe la forma de salir adelante. "Sólo es cuestión de echarle muchas ganas y deseos de salir adelante", considera, mientras llega un señor para recoger su pantalón y otra señora con su hija a dejar otras prendas.

Erika Duarte

 
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