Usted está aquí: martes 2 de agosto de 2005 Opinión 2666

Teresa del Conde

2666

Este título críptico corresponde al libro póstumo de Roberto Bolaño, fallecido en julio de 2003, en Barcelona y lanzado al estrellato literario a partir de su novela Los detectives salvajes. En ésta y también en 2666 parte sustancial de la acción se desarrolla en México. Bolaño vivió aquí de los 15 a los 20 años en que regresó a Chile para apoyar la revolución. Después volvió tras breve encarcelamiento durante el golpe de estado de 1973.

Dejó entrañables amigos: Sergio Pitol, Juan Villoro, Sergio González Rodríguez y el fallecido poeta desconocido o casi Mario Santiago, su mejor amigo. Bolaño, al morir, tenía 50 años y se encontraba enlistado para trasplante de órgano, debido a enfermedad hepática diagnosticada desde 1993. Su literatura es pródiga en suicidios, a veces de los llamados ''lentos" y otras, por el contrario, exabruptos, pero eso es secundario, lo que priva es su maestría absoluta en el manejo de nuestro idioma, al que decanta sin cancelar connotaciones regionales incluyendo argot.

El libro al que me refiero es un ''ladrillo" (mil 125 páginas) que se leen de corrido porque el autor atrapa desde la primera frase hasta la última, tanto que el lector debe realizar enormes esfuerzos para dejarlo con objeto de cumplir obligaciones cotidianas.

Uno se pregunta cómo fue posible lograr coherencia y sorprendentes efectos en el entretejido de varias modalidades expresivas, incluido el periodismo de nota roja. No me atrevería a comentar este volumen a no ser porque los cinco apartados se amarran en torno de los feminicidios de Ciudad Juárez. Cada uno, según lo pensó el autor, inicialmente debió integrar un tomo completo pese a que todos guardan alguna conexión entre sí, como la guardan con otros escritos suyos anteriores. Encuentro que ni siquiera mediante las numerosas notas de prensa leídas a lo largo del tiempo, ha sido posible adquirir una conciencia a tal grado plena del fenómeno de la ciudad fronteriza, como la que depara el capítulo ''La parte de los crímenes", que abarca 350 páginas en un periodo que corre desde 1993 hasta finales de 1997.

El escritor y periodista Sergio González Rodríguez, autor de Huesos en el desierto (también publicación de Anagrama) aparece allí bajo su personalidad real, lo mismo que el detective Robert K. Reisser, que en el libro de Bolaño es el investigador Albert Kessler.

Bolaño recabó buena parte del material de investigación a través de Sergio González Rodríguez, aunque al parecer sí conoció bien Ciudad Juárez, porque sus captaciones urbanas, igual que las del desierto, parecen producto de vivencias in situ; quizá estuvo allí en tiempos anteriores en compañía de su amigo Mario Santiago, ''rata del desierto" según su propio decir.

En Huesos en el desierto el punto de conflicto no está disfrazado: es Ciudad Juárez tal cual. En 2666 el punto nodal es Santa Teresa, en el estado de Sonora, disfraz donde, se nos dice, existe una universidad, bastante frecuentada por invitados especiales y profesores distinguidos. Allí se dirigen los investigadores que pesquisan a un extraño escritor alemán cuyo seudónimo es Benno Archimboldi, al que han analizado y traducido. Los investigadores literatos son un francés, un español, un italiano y también una guapa joven inglesa: Liz Norton, ''exenta de los atributos de la voluntad", pero germanista consumada , a quien sus futuros compañeros conocen en un congreso de literatura en Bremen, aunque entre ellos se habían interrelacionado desde 1989 cuando la RDD agonizaba. El italiano, cuya salud es precaria, porque además de baldado (transita en silla de ruedas) padece ataques de pánico es una de las figuras más entrañables en esta sección de la narrativa.

Después de una noche típicamente chilanga, se llega al lugar donde supuestamente está Hans Reiter, verdadero nombre de Benno von Archimboldi cuyo decurso biográfico, tema de otro apartado, abarca desde 1920 en que nace, hasta casi la época actual, incluidas sus peripecias durante la Segunda Guerra Mundial.

Los juegos de palabras, las vueltas de tuerca, los sueños y ensueños, el underground, la crueldad, la paradoja, los episodios intercalados (hay uno, formidable, sobre cierta pelea de box ) hacen de esta novela una obra que prolonga y supera recursos que fueron puestos en juego por la poesía y la prosa surrealista.

2666 es la reunión de todos los géneros actuales, sumados a una cultura literaria e histórica impresionante que abarca la pintura, la arquitectura, las atmósferas urbanas, el cine, los ámbitos kitsch.

Este artículo es una modesta conmemoración a los dos años de la muerte de un escritor que supo disertar hasta sobre Courbet y José Clemente Orozco, con buen conocimiento de causa.

 
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