Usted está aquí: martes 2 de agosto de 2005 Opinión ¿Jarana barroca? ¿Tiorba jarocha?

Juan Arturo Brennan

¿Jarana barroca? ¿Tiorba jarocha?

Hace algunos años, Eloy Cruz (laudista, guitarrista, tiorbista, jaranero, etcétera) me comentó que estaba jugando con la idea de explorar los posibles puntos de contacto entre la música barroca y el son jarocho. Su proyecto contemplaba, según me dijo entonces, hacer algunas investigaciones teóricas e históricas al respecto y, en el mejor de los casos, darle una conclusión tangible.

El mejor de los casos, por fortuna, se ha hecho realidad: el sábado antepasado se realizó en el Museo Nacional de Culturas Populares la presentación formal de un sabroso y sorprendente disco compacto en el que, con el título Laberinto en la guitarra y bajo el sello discográfico Urtext, Eloy Cruz y sus colegas del Ensamble Continuo llevan a la práctica el resultado de esas investigaciones.

El concepto básico que anima a esta fascinante grabación queda de manifiesto en el subtítulo de la producción: El espíritu barroco del son jarocho.

En el entendido hoy evidente de que este tipo de polinizaciones musicales cruzadas suelen ser no en un solo sentido, sino de ida y vuelta, el disco bien pudo ser subtitulado como El espíritu jarocho del son barroco.

El contenido mismo del disco, así como los textos firmados por el propio Cruz, por Enrique Barona y por miembros del grupo Chuchumbé, hacen un claro énfasis en esta retroalimentación recíproca entre las diversas expresiones del son jarocho y algunas músicas barrocas con las que comparten muchos más elementos (melódicos, armónicos, formales, expresivos) de lo que pudiera pensarse.

Como era de esperarse, la aparición de este divertido disco barroco-jarocho ha suscitado algunas discusiones, ciertamente interesantes y pertinentes, respecto de una posible definición de su contenido, sobre todo en lo que se refiere a la posibilidad de poner a este experimento una etiqueta genérica o estilística que permita colocarlo certeramente en un nicho musical específico.

Me parece, por fortuna, que esa etiqueta será imposible de encontrar. Pocos días antes de la presentación de Laberinto en la guitarra, Eloy Cruz especulaba sobre una posible definición de esta música: ¿jarocha? ¿barroca? ¿world music? ¿Todas las anteriores? ¿Ninguna de las anteriores? ¿O quizá haría falta mencionar también como posibilidades el llamado crossover o la música de fusión?

Durante la presentación del disco intenté abordar de manera un tanto retórica estas y otras cuestiones relativas a una posible nomenclatura de la música grabada por Eloy Cruz y sus colegas; por fortuna (y como era de esperarse) las conclusiones fueron tan amplias e incluyentes como los sones jarocho-barrocos que contiene el compacto.

A conclusiones análogas llegaron en sus respectivos textos los otros tres presentadores (Marisa Canales, Aurelio Tello y Ricardo Pérez Montfort), que contribuyeron, cada uno a su manera, a dejar bien claro que ante un proyecto musical de esta naturaleza importan menos la etiqueta y la definición cabal que el resultado puramente musical. Y en este caso, el resultado musical es una gozosa y sorprendente colección de piezas en la que conviven algunos de los sones jarochos más representativos con obras de Gaspar Sanz, Santiago de Murcia, Johann Hieronymus Kapsberger, Sebastián de Aguirre y Antonio de Santa Cruz.

Los evidentes puntos de contacto (vasos comunicantes) entre unas piezas y otras hacen que esta serie de sones barrocos y jarochos se perciba como una unidad indivisible, como una continuidad musical cuyas raíces culturales, geográficas, genéricas e inclusive organológicas, se trenzan en un discurso sonoro realmente atractivo. Este discurso tiene la ventaja añadida de que es una oferta musical multidestino: al melómano amateur le proporcionará el placer inmediato e intenso de su audición, y al musicólogo acucioso le permitirá, además, ahondar en fascinantes consideraciones sobre asuntos de mestizaje, aculturación, coincidencias y discrepancias.

Uno de los atractivos principales de este Laberinto en la guitarra está en la utilización que hace el Ensamble Continuo de un instrumental auténticamente híbrido, que toma por igual de lo jarocho y de lo barroco; esta hibridación tiene su representante clave en la presencia de la jarana barroca, instrumento que además de tener un sugestivo sonido, puede ser considerado como emblemático de la raíz y el espíritu de este proyecto.

Por otra parte, el nivel de ejecución es muy sólido a lo largo y ancho de todo este repertorio, lo que hace de la audición de este lúdico Laberinto en la guitarra una experiencia sonora muy grata.

 
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