Editorial
PGR: un éxito y una pifia
La captura de tres secuestradores y la liberación de dos de sus víctimas, logradas ayer por agentes de la Agencia Federal de Investigación (AFI) en la delegación Iztapalapa de esta capital, es un éxito que debe ser reconocido y que debe sumarse a avances recientes de las autoridades de procuración de justicia federales y capitalinas, como la desarticulación de la banda de Los Montante y otras detenciones de peligrosos plagiarios. Ciertamente, se requiere de muchas acciones como las mencionadas para alterar de manera significativa la justificada percepción de inseguridad por parte de la ciudadanía, elevar la ínfima credibilidad de las instituciones de seguridad y combate al delito y conseguir la confianza de la población y, particularmente, de las víctimas, hacia esas instancias públicas, confianza que es un requisito indispensable para enfrentar en forma eficaz a una delincuencia cada vez más descontrolada.
La sociedad, agraviada por la violencia delictiva, por la impunidad de los malhechores y por la falta de capacidad de las corporaciones policiales, demanda soluciones eficaces y palpables a la inseguridad que se vive hoy en día. La vigencia del estado de derecho no puede dejarse para largo plazo, porque ello significaría dar carta de naturaleza a la delincuencia, habituarse a ella y vivir en el cinismo. En esa medida, resultan apreciables operativos policiales exitosos, como el realizado ayer en Iztapalapa.
En sentido opuesto, es deplorable la reacción de la Procuraduría General de la República (PGR) al anuncio de la detención de dos presuntos narcotraficantes mexicanos en Madrid. Ante el arresto de Joel Farfán e Israel Ramos, acusados por autoridades estadunidenses de dirigir una red de trasiego de drogas en la frontera entre México y Estados Unidos y de introducir a territorio nacional el dinero producido por esa actividad ilícita, la institución federal de procuración de justicia respondió que en nuestro país no existen órdenes de aprehensión contra los arrestados y que las capturas fueron consecuencia de un pedido del gobierno de Estados Unidos al de España, por medio de la Interpol; en suma, da la impresión de que en la PGR no se tenía conocimiento de la existencia de ambos acusados y de sus actividades.
De confirmarse la importancia de los acusados en la estructura del cártel de Juárez, el hecho no sólo pondría de manifiesto una gravísima carencia de investigación e inteligencia policial de la PGR y de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO), sino también una alarmante ausencia de cooperación y comunicación entre las corporaciones policiales estadunidenses y las mexicanas.
Es doloroso y exasperante tener que aceptar, en efecto, que las segundas no sean capaces de detectar, de tener conocimiento, así sea en rasgos muy generales, de la operación de una estructura delictiva del calibre de esa cuya dirección se atribuye a los detenidos de Madrid, especialmente cuando se mantiene en marcha un operativo fronterizo poco eficaz, pero intenso y espectacular, como México Seguro. El deslinde formulado por la PGR de que esa dependencia no tenía nada que ver en la captura de los dos presuntos narcos en un lujoso hotel de Madrid es, pues, lisa y llanamente inaceptable.