Usted está aquí: viernes 5 de agosto de 2005 Opinión Transición demográfica

Gabriela Rodríguez

Transición demográfica

Frente a las disputas que recientemente se han dado entre políticos, funcionarios y jerarcas eclesiales en torno a la salud reproductiva, se infiere que poco se comprende el fenómeno de la transición demográfica moderna.

De acuerdo con el profesor Raúl Benítez Zenteno "es el paso de elevados a bajos niveles de natalidad y de mortalidad, que ocurrieron sobre todo a partir de fines del siglo XIX en Europa y Estados Unidos, y desde mediados del siglo XX en América Latina y Asia y un poco después en Africa". Con sencillez y maestría, el investigador emérito del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM explica en su más reciente publicación las cuatro etapas de la transición demográfica: la primera con fecundidad y mortalidad elevadas, con crecimiento bajo; la segunda, con descensos de la mortalidad y mantenimiento de la fecundidad en sus elevados niveles, junto con la mayor sobrevivencia de la vida en pareja; esta etapa conlleva el aumento del ritmo de crecimiento de la población y cierto "rejuvenecimiento" de la estructura por edades al aumentar la proporción de población en edades menores. En la tercera etapa se inicia el descenso de la fecundidad y la diminución gradual del ritmo de crecimiento. Se mantiene la estructura joven de la población con disminuciones paulatinas de la población menor, correspondientes al descenso de la fecundidad. Una cuarta y última etapa corresponde a la baja natalidad y baja mortalidad, con crecimiento bajo o nulo e incluso negativo en algunos momentos, con franco envejecimiento de la estructura por edades (Ley de población a 30 años de distancia, coordinado por Luz María Valdés y editado por la UNAM, 2005).

Desde luego hay diferencias sustantivas entre las experiencias europeas y las latinoamericanas, entre las que destacan los niveles más elevados de la fecundidad previos a la transición, patrones de nupcialidad precoces y sostenidos secularmente, y empleo de anticonceptivos modernos en Latinoamérica, con intensidad a partir de 1960, en íntima relación con condiciones de vida muy desiguales.

Entre los muchos efectos a considerar está el aumento en la proporción de población en edad de trabajar, producto evidente de la disminución de la fecundidad, el cual en América Latina no se ha reflejado, como ocurrió en Asia, en un aumento del PIB, y que Benítez Zenteno atribuye al aumento y la elevada proporción de población no ocupada, así como al ascenso de población de edades mayores. Está documentada también mayor participación de la mujer en actividades remuneradas, con una relación positiva con los niveles de educación y el empleo de métodos anticonceptivos, al igual que una disminución de la mortalidad infantil asociada con un menor número de hijos. Otro de los cambios poco referido, pero que se ilustra en una reciente encuesta del Instituto Nacional de la Mujer, es el aumento en el tiempo libre diario, sobre todo entre mujeres, así como el dedicado a actividades de entretenimiento, dos indicadores muy significativos de la calidad de vida.

México y la mayoría de los países de América Latina experimentan el último lapso de la tercera etapa de transición demográfica, clave para entender los retos actuales y futuros de la política de población. Las políticas de ajuste estructural han profundizado la pobreza y la desigualdad; el aumento en la participación de las mujeres en el mercado laboral también se explica porque se han visto obligadas a emplearse en ocupaciones precarias con menor protección social; el trabajo doméstico sigue concentrado en las mujeres, ha aumentado muy poco entre los hombres y padres de familia, y no ha sido apoyado desde las instituciones públicas.

Es un hecho que la transición demográfica no se ha acompañado de mejores condiciones de vida, que persiste gran desigualdad en nuestra región y que hay diferencias cada vez mayores de los ingresos medios entre los países ricos y los más pobres. Se trata de una dimensión cuya articulación es clave para el desarrollo socioeconómico de un país, y en particular para las políticas de salud, empleo, educación, seguridad social y organización comunitaria.

Las actuales posiciones tan retrógradas hacia la salud reproductiva, sobre todo entre los líderes del PAN, evidencian su falta de conocimiento acerca de los procesos de transición demográfica, así como de su relación con las políticas económicas y de equidad de género; en las otras plataformas electorales se trata de factores poco articulados en los proyectos de nación, que tendrían que ocupar mucha mayor atención.

 
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