Tronó la paloma
Este viernes apareció en la sección Sociedad y Justicia de La Jornada un artículo firmado por José Galán cuyo encabezado es: "Científicos acusan a la titular del Cinvestav de persecución laboral" (página 41). Es desafortunado que el Cinvestav, su directora general -doctora Rosalinda Contreras Theurel- y su director de planeación -doctor Luis Alfonso Torres- aparezcan en nuestro periódico por ese motivo indigno, pero desafortunadamente cierto. El artículo es veraz aunque se quedó corto quizá por razones de espacio. El artículo tiene un valor inapreciable: tronó la paloma. La doctora Contreras Theurel podría decir que es un infundio periodístico difamatorio y calumnioso, que aquellos a quienes ha cesado han sido gusanos en el barril de frescas manzanas que ella custodia, y que sus sentencias y ejecuciones son rayos de la más pura justicia que ella imparte. No debería preocuparse por los gusanos: sus manzanas están envenenadas. Ella es fiscal, juez y verdugo con el servicio inapreciable del doctor Torres, quien fastidia todo lo que puede a todo aquel que se le antoje como víctima indefensa.
Soy investigador del Cinvestav y lo he sido durante casi 32 años, y cinco más como estudiante. Nunca vi en mi institución actos de tamaña barbarie, carentes de toda moral y violatorios de las leyes. Avalo por completo lo que el artículo dice.
Por el momento no es mi intención glosar y abundar en lo que José Galán informa correctamente, sino referirme a dos temas íntimamente relacionados con la noticia que él hizo pública. El primero es la reiteración que hace la doctora Contreras Theurel acerca de la inigualable excelencia académica de nuestra institución, la cual, según ella, ''está pasando por una buena época''. Al respecto digo que los méritos académicos que tenga la institución no se deben a ella, sino a todos los que trabajamos en el Cinvestav, y que ''la buena época'' que percibe se explica, en todo caso, por la trayectoria previa de esta nuestra casa. En cambio, la manía persecutoria actual es de la exclusiva responsabilidad de ella, aunque el doctor Torres la auxilie.
Empleo la palabra manía como término siquiátrico. Pero hay que abonarles algo a la doctora Contreras Theurel y al doctor Torres: son leales funcionarios foxistas. La solipsista visión de ambos, afectos a levantar castillos de naipes con la esperanza de que sean lucidores, a retorcer la verdad que finalmente es reconocida como mentira retorcida, y a echarse sus cebollazos, es muy parecida a la del presidente Vicente Fox, quien la nombró en el cargo por intermedio del titular de la SEP, Reyes Tamez. La voluntad presidencial quizá fue animada por su consejera y sus consejeros. Así como se dice que el Presidente de la República vive en Foxilandia, la doctora Contreras Theurel y el doctor Torres viven en Cinvestavlandia.
El segundo tema en el que reflexiono es sobre los factores que hacen posible que la doctora Contreras cese investigadores de manera fulminante: por ejemplo, citó la directora al doctor Francisco Javier Alvarez Leefmans sin decirle el motivo; no lo recibió ella sino su séquito capitaneado por el doctor Torres, y éste le entregó la carta en que se le informa que ha sido cesado. Así no más y sin compensación económica después de 25 años de servicio. Así se las gasta la señorita directora. Un factor es, desde luego, la manía omnímoda y persecutoria de la doctora Contreras Theurel, al tiempo que clama justicia, pero otro igualmente importante, o más aún, es que no tiene contrapeso alguno. Los que deberían serlo son aliados protectores que la solapan y la dejan hacer. Más que directora general, la doctora Contreras Theurel es emperatriz del Cinvestav, y el doctor Torres su paladín y caballero de armas o alcaide de la prisión, los dos con talante cesáreo.
Por desgracia, esta ropa sucia no se lava en casa. La doctora Contreras Theurel no tiene lavadora, y lo que ensucia lo tira a la basura.