Usted está aquí: domingo 7 de agosto de 2005 Política Los precios, aún más altos

Antonio Gershenson

Los precios, aún más altos

Los precios del petróleo están en niveles aún más altos. En términos nominales, el mes de julio tuvo el precio promedio más alto de la historia, y los de los primeros días de agosto están todavía más arriba. El precio de esta semana que termina es, también, el más elevado.

Los precios del gas en América del Norte también siguen subiendo. El de referencia del Canal de Houston rebasó los siete dólares en el precio para agosto, que se fija con los de los últimos días de julio; pero en los primeros días del mes que corre rebasó los ocho dólares.

Quienes están con la vista en los elementos de corto plazo, encontrarán uno u otro pretexto para explicarse esta situación; pero no podrán explicar por qué, al pasar el fenómeno de corto plazo, los precios no vuelven a su punto de partida, sino que cada "pico" es más alto, y cada baja desciende menos, de modo que la tendencia de mediano plazo sigue al alza. Si hablamos del largo plazo, tendremos que señalar que, si se repite el ciclo del llamado auge petrolero, todavía quedan unos años de ascenso y luego un "techo" antes de que hubiera una nueva caída. Estaríamos en el año equivalente a 1977.

En cuanto a una posible baja dentro de varios años, por el lado de la demanda sí podría darse. Por ejemplo, la gasolina tan cara ha estimulado la mayor demanda, en Estados Unidos, de automóviles japoneses de los llamados híbridos, en los que parte de la energía viene de un motor eléctrico y otra de un motor de gasolina. El consumo se reduce como a la mitad.

Por el lado de la oferta, ya el asunto no es tan sencillo. A diferencia de la época del auge petrolero, cuando entraron países con nuevos yacimientos debido al petróleo caro, y éstos generaron una oferta que rebasó a la demanda, ahora esos yacimientos son totalmente insuficientes. La capacidad mundial de producción está en sus límites, y casi cualquier noticia causa nuevos aumentos de precios.

Y en cuanto a la sustitución del petróleo en la generación de electricidad, la que se ha dado, usando gas natural, sólo se tradujo en que el precio de ese energético suba más rápido que el del crudo. Y si bien en algunos países se empieza a regresar al carbón, los efectos depredadores de las minas a tajo abierto son también una limitante. Si se recurre a plantas nucleares, estaremos hablando de por lo menos cinco o seis años para que empiecen a operar, y el fenómeno tendría que crecer gradualmente.

Como país exportador de petróleo, deberíamos tener grandes inversiones como las tienen otros países que lo son. O como las que tuvimos cuando el auge petrolero, aunque entonces hubo también mucho derroche. Pero en el México actual la inversión pública federal anda por los suelos. Los tecnócratas prefieren usar el dinero para tapar la ineficiencia de la recaudación fiscal, para subsidiar a financieros y a otros privilegiados, y para proyectar una imagen de que hay una macroeconomía saludable. No les importa que la salud de la mayoría de la población esté en quiebra, ni sus condiciones generales de vida.

El año pasado importamos 38 por ciento del gas natural demandado por el mercado nacional. Eso, a pesar de ser un país petrolero. También importamos como 30 por ciento de las gasolinas. La falta de inversión en la industria petrolera y la manía del "gas a toda costa" en las plantas eléctricas, junto con otras medidas tecnocráticas, hacen que el costo de las importaciones petroleras sea ya muy cercano al valor del crudo exportado.

Es obvia la urgencia de un cambio a fondo en la orientación de la política energética, como parte de las modificaciones generales que el país exige.

 
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