Está mal y se ve mal
Ampliar la imagen Una escena de la cinta
Bajo la norma de que a cualquier manojo de películas seleccionadas al "ai se va" se le llama ahora festival -por lo menos, los de Tom & Jerry reunían un montón de caricaturas-, el llamado Festival de Verano es capaz de ofrecer algo como la estadunidense Crash, precedida por elogios de la crítica de su país, entre vejestorios (la italiana Sangre viva, de Edoardo Winspeare, la padecí hace cinco años en el extranjero) y cosas sin ningún interés (¿quién escogió la argentina Conversaciones con mamá?).
Crash sólo tiene en común con la homónima de David Cronenberg haber sido afligida con un tonto título en castellano, pues Alto impacto es tan desatinado como Extraños placeres. Se trata del debut como realizador del guionista canadiense Paul Haggis, y es una nueva aportación a ese subgénero que podríamos llamar mosaico angelino, en el cual las vidas de varios habitantes de Los Angeles y anexas se entrecruzan en forma dramática. Magnolia y Short cuts serían los ejemplos más logrados de esa tendencia. Pero, para su desgracia, Haggis no posee la gravedad y la resonancia de un Anderson o un Altman.
El asunto inicia de manera promisoria con varias viñetas en que personajes de diversas etnias se enfrentan de manera agresiva. Por ejemplo, la hostilidad de un policía racista (Matt Dillon) se manifiesta hacia una pareja negra y exitosa (Thandie Newton, Terrence Howard), descubierta practicando el sexo oral en su lujosa camioneta. El policía aprovecha la instancia para abusar verbalmente de la pareja y manosear a la mujer, quien luego le recrimina a su marido su vergonzosa actitud sumisa. El problema es que Haggis tiene una agenda que cumplir y la película se desarrolla en una serie de encuentros similares, detonados por el prejuicio y el racismo cotidiano que, a su vez, conducirán a rencuentros paradójicos, cargados de una enseñanza moral.
La ironía aleccionadora no es muy diferente a la expresada por esos fastidiosos comerciales contra la piratería del video. Haggis no muestra las situaciones, las demuestra dentro de una estructura narrativa demasiado amañada, construida sobre coincidencias no improbables sino imposibles. Si hay algo difícil de hacer convincente en el cine es el accidente o la casualidad, porque la verosimilitud de su elemento sorpresivo depende, paradójicamente, de una rigurosa planeación. Haggis hace patente su larga trayectoria televisiva por la forma con que carga los dados y manipula su moraleja, endilgándoles a sus personajes una letanía de diálogos discursivos y comportamientos impropios, con su respectivo castigo a corto o largo plazo. Para más obviedad, la música new age de Mark Isham acentúa cada momento climático como si se tratara de una revelación espiritual.
La verdadera ironía es que Haggis se vuelve culpable de lo mismo que acusa. A fin de cuentas, sus personajes responden al estereotipo. Todos los negros pecan de algún tipo de irresponsabilidad que les pasa la factura. Mientras los musulmanes son vistos como irascibles y vengativos. La única minoría bien librada es, curiosamente, la hispana. Un cerrajero (Michael Peña) es mostrado como un trabajador honesto y padre amoroso; mientras la sirvienta mexicana de un ama de casa intolerante (Sandra Bullock, haciendo servicio comunitario) resulta ser su mejor amiga, en un inevitable apapacho final.
No cabe duda que las intenciones eran nobles. El racismo -y otros temas apremiantes- no suelen ser abordados por el común del cine hollywoodense. Sin embargo, ante la muy esquemática sensiblería de Crash, hasta la oferta abiertamente banal de El perro sonriente o Los osos de la mala suerte se antoja preferible.
ALTO IMPACTO
(Crash)
D: Paul Haggis/ G: Paul Haggis, Bobby Moresco/ F. en C: J. Michael Muro/ M: Mark Isham/ Ed: Hughes Winborne/ I: Sandra Bullock, Don Cheadle, Matt Dillon, Jennifer Esposito, Brendan Fraser, Terrence Howard, Thandie Newton/ P: BlackFriar's Bridge, Harris Company; Apollo ProScreen; Bull's Eye Entertainment, Arclight Films. EU, Alemania, Australia, 2004.