La felicidad de Mozart en Praga
¿Maravillas discográficas? En los anaqueles de nuevas grabaciones en compacto reluce un tesoro: Mozart et les bohémiens. La derniere journée a Prague, bajo el sello francés independiente K617, en coedición con Harmonia Mundi.
Se trata del nuevo episodio de una saga fenomenal, estelarizada por Le Trio di Basseto y que da pie (con bola) para completar en este Disquero una jornada entera por el trabajo de estos músicos formidables, pero sobre todo para volar cobijados por las alas del arcángel Volfi Mozart, cuya música engendró estos prodigios.
El nuevo disco de Le Trio di Basseto es una crónica musical del tercer y último viaje que hizo Mozart a una de las ciudades más hermosas del planeta. Cuatro apartados conforman el periplo. Primero, el baile en el palacio de Sponergasse, con toda la algarabía, luminosidad, alegría de vivir, sonrisas y carcajadas y muchos bailecitos y vino y mujeres hermosas y más felicidad, que envolvieron la vida de Mozart. La música es de autoría anónima, los bailes, de aquella usanza. La felicidad, atemporal.
El segundo episodio es una casación, término musical que designa una sesión de música al aire libre, en este caso en los jardines praguenses de Wallenstein. La música en este caso es de autores checos, amigos de Volfi: Vanerovsky y Domaschek. El vino, de primera. La felicidad, eterna.
El tercer capítulo del disco sucede en un café-concert, con música de otro checo bien derecho: Jiri Druzecky, del propio Volfi, y del mítico Salieri, quien quería morir de envidia por el éxito de Mozart y quien terminó muerto fue el arcángel cuatro meses después de esta última juerga en Praga.
El track 17 es un minueto ejecutado soplando botellas de vino. En este episodio hay por tanto más vino, más mujeres hermosas, más desmadre como en la secundaria y más felicidad.
El epílogo es la velada del adiós en la villa Bertramka, la casa donde vivió Mozart esos días felices en Praga. El visitante afortunado puede percibir hoy en sus estancias la energía luminosa del arcángel y también conocer en primera persona los cornos di basseto, los abuelos de los instrumentos que hoy conocemos como clarinetes, que se exhiben en las vitrinas de esa casa que hoy sigue siendo casa y a la vez museo.
El disco culmina en la felicidad: Adagio para armónica de cristal pero interpretada con copas de cristal. Quien todavía no conozca esta música celestial está a punto de acceder, cuando la escuche, a la eternidad.
¿Música celestial? He aquí la música para copas de cristal de Volfi Mozart.
Pablo Espinosa