POESIA PARA LLEVAR
Lectura(s)
NO VIENE MUY al caso, y además no tengo por qué, pero la verdad me siento bastante orgulloso de cómo leen su propia obra en público los poetas tapatíos. Yo lo soy, pero no leo bien. La razón es sabida, y por ello mismo, aunque también por un afán ratoneril de misterio, la callo. No viene al caso, y sin embargo sí para quien esto el martes 16 escribe.
RESULTA QUE HOY (ayer) por la noche particip(ar)é en una lectura que, también orgullosamente, compartí(ré) con Elsa Cross, Francisco Hernández y Fabio Morábito. ¿Y por qué confío esto? Bueno, perdonarán: por lo nervioso que, no obstante según eso tantas tablas, estoy.
EN ACTUACION Y en música, entiendo, se dice que malo cuando ello no pasa, cuando deje de pasar. No lo sé. En poesía, al menos para mí, ello no ha sido demasiado bueno. Me divierto, sí; ya qué me queda.
MAS A PARTIR de asunto tan personal se me ocurrió hablar, escribir, de la casi nula formación que hay respecto a leer poesía, en público o privado (y en este ámbito, ya a solas, ya en petit comité).
ANOTEMOS QUE POR íntimo pueda ser el contacto del lector o el auditorio con las palabras del poema (del poeta), leer bien poesía reclama, en primera y última instancias, leer en voz alta, único modo de reconocer al buen lector.
EN LOS TALLERES que desde hace años, cuántos, coordino, me he percatado de algo no fácilmente aseverable desde la simple teoría (la fórmula, conste, es general; hay desde luego excepciones): quien escribe bien lee bien, y -lo más importante-: quien lee bien suele escribir en ese mismo, por así decirlo, registro de calidad.
NO ES UN secreto que el trabajo actual de los escritores tapatíos (no necesariamente ahí nacidos) es digno de atención. En buena medida más que solventes, por momentos, en los más sólidos, despunta la grandeza.
Y, DANDO UN viraje, ¿debido a qué no hay la tradición de enseñar a leer bien poesía? No entremos en minucias: Porque difícilmente, incluidos en ocasiones los poetas mismos (no se olvide que estoy en el grupo criticado), nadie sabe leerla; ¿cómo entonces enseñarlo?
ENTRE LOS ACTORES y los declamadores se dio la moda, un tiempo, de no hacer pausa entre verso y verso: casi, casi leer la poesía como prosa, esto como reacción a la manera sumamente escolar de también casi, casi levantar y bajar un brazo en un verso para alzar en el verso siguiente. Asimismo, se tendió (y esto me parece muy bien) a no impostar las emociones, con la probable inconveniencia de alejarse de la pertinente emoción del poema dicho.
LA VERDAD ES que haciendo a un lado indispensables habilidades técnicas (dicción, prosodia, sentido del texto, etcétera), la llana lectura de un poema no es así nomás posible. Requiere asimismo de habilidades interpretativas, tanto en lo que hace a lo semántico como en lo relativo a la realidad sensible ahí representada.
LEER BIEN UN poema implica, me dice alguien, a fortiori, saberse leer uno mismo. ¿Y entonces, apercibido de todo esto, ¿qué voy a hacer? Salto al vacío, esperando haya agua abajo.