¿A quién le importa la vida de las mujeres?
No deja de ser lamentable que las campañas electorales, y también las contraelectorales, estén inundadas de insultos y descalificaciones entre contendientes, aun dentro de la propia izquierda, mientras que la confrontación de ideas y programas brilla por su ausencia. Los excesos del subcomandante Marcos hacia Andrés Manuel López Obrador son emblemáticos, aunque por fortuna hay programas sociales que se desarrollan paralelamente a esas disputas.
Tan sólo hay que contrastar las acciones para abatir la mortalidad de las mujeres en programas de salud en los territorios donde se ha construido el liderazgo de esos actores políticos: las juntas de buen gobierno del EZLN y el Instituto de las Mujeres del Distrito Federal (IMDF).
Los programas de salud que se coordinan desde las juntas de buen gobierno son ejemplares, sobre todo por estar articulados a la movilización comunitaria de los caracoles y por haber logrado que los y las promotoras de salud vinculen sus proyectos de vida a un proyecto de sociedad.
Quedé sorprendida al visitar hace un par de meses las microclínicas y centros de salud en Estación y en Oventic. En el programa de salud reproductiva se realizan talleres de capacitación a promotores que ofertan servicios comunitarios combinando el paradigma biomédico con la medicina tradicional de manera muy exitosa: una sola de las promotoras ha evitado siete muertes maternas en el último semestre. Lo central es evitar la muerte por parto o por cáncer cervicouterino y mamario; al mismo tiempo empoderan a las mujeres con talleres sobre la salud, nutrición, planificación familiar, autoestima y toma de decisiones, y difunden el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos.
En estos territorios las actividades de capacitación, cocina, limpieza y demás servicios de mantenimiento se distribuyen equitativamente entre hombres y mujeres, y las jóvenes enumeraban como derechos sexuales: el derecho a estudiar y a la salud, a usar métodos anticonceptivos y a decidir cuántos hijos quiero tener, a no sufrir violencia doméstica, a decidir cuándo tener relaciones sexuales y en qué posición, a decidir cuándo casarme y con quién, a salir y pasear, a tener cargos, a recibir educación sexual, a conocer el cuerpo, a tener buena alimentación, a conocer de infecciones de transmisión sexual, a tener amigos y amigas, a decidir lo que hago con mi vida, a usar cualquier ropa, a pensar en el futuro, a decidir cómo voy a caminar y a bailar, a ir y venir sola en las comunidades.
Mientras eso ocurre en Chiapas, el IMDF está desarrollando un amplio Programa de Atención Integral de Cáncer de Mama, que llama la atención sobre todo por combatir una enfermedad cuya incidencia va en crecimiento, por su vinculación al trabajo comunitario y a la formación ciudadana desde una perspectiva de género, así como por hacer accesible la tecnología moderna a las mujeres más pobres de las delegaciones.
El programa es de carácter fundamentalmente preventivo, es gratuito y cuenta con cuatro camiones con dos mastógrafos cada uno; además está garantizado el tratamiento para quienes lo necesiten. Setenta y cinco mil personas se han beneficiado de diversos servicios de salud y 25 mil se han practicado mastografías; entre ellas se encuentran internas en reclusión, policías capitalinas, mujeres en situación de calle y en extrema pobreza, con discapacidad y padecimientos siquiátricos.
Ahora que los representantes de la Asamblea Legislativa están discutiendo este programa es importante que tomen en cuenta la necesidad de garantizar su continuidad, porque el IMDF es la instancia facultada para impulsar una perspectiva de género y de ciudadanía en los programas comunitarios, es la que puede transformar las condiciones culturales que provocan la discriminación y el acceso de servicios a mujeres articulando el autocuidado y la recuperación de derechos sobre sus cuerpos, su sexualidad y su reproducción, y promover el ejercicio de sus libertades. El carácter del IMDF ha facilitado además la coordinación de seis dependencias gubernamentales y dos organizaciones de la sociedad civil.
Al Sub y a AMLO quisiera recordarles un poema de Margarita Paz Paredes: No muero, no; porque tú vives/ No moriré porque sin mí/ Te quedarás desierto/ Deshabitado el júbilo del pecho, y además pedirles que mejor diriman sus diferencias en el terreno de las acciones, que reconozcan el compromiso contra la desigualdad social en los hechos, y que confirmen su voluntad política a favor de la vida de las mujeres, tal como ha prevalecido en los dos programas que de-sarrolla el personal bajo su mando.