Declaraciones incómodas... pero lógicas
Hay que reconocer que Tony Garza, embajador de Estados Unidos en nuestro país, no tiene pelos en la lengua. Pero también que no se trata sólo de su lengua, sino que detrás está la del Departamento de Estado.
Me ha sorprendido la reacción frente a su afirmación de que el cierre del consulado en Nuevo Laredo fue una especie de castigo a México. Como suele ocurrir, nos hemos envuelto en la bandera nacional, hemos cantado el Himno y con la coincidencia de los partidos, hemos rechazado la afirmación calumniosa...
Es cierto que decir que un país puede castigar a otro no es precisamente una frase afortunada. Pero también que hoy ya no son de uso las viejas fórmulas diplomáticas. Las cosas duras se decían dándole vuelta a las frases. Por ejemplo: "Nos preocupa la seguridad de los ciudadanos estadunidenses dado el clima de violencia que se ha producido en México y dentro del contexto de nuestra permanente colaboración, aceptaríamos hacerlo en forma más estrecha con México sin poner en riesgo la seguridad de nuestros compatriotas. De otra manera, el cierre de consulados, como medida de seguridad, podría repetirse..."
El problema es que el problema es real. No solamente para los ciudadanos estadunidenses sino particularmente para los mexicanos, de manera preponderante. Y negar los hechos y afirmar que nos ofende que nos digan la verdad, no parece la mejor de las actitudes.
Claro está que también podríamos cerrar consulados del otro lado. La cacería de inmigrantes en el estado de Arizona daría para muchos consulados cerrados. Porque da la impresión de que no solamente es algo tolerado: resulta demasiado obvio para que el gobierno estadunidense o, por lo menos, estatal, no tome medidas en el asunto, sino que se hace público con una demostración de fuerza y de uso de armas que no parece una garantía para el mantenimiento racional de nuestras relaciones diplomáticas y consulares.
Tony Garza ha reconocido que su lenguaje fue un poco fuerte. Pero el Departamento de Estado le ha otorgado un respaldo que no puede dejar dudas sobre la realidad. Por ello, al más alto nivel de nuestras relaciones, debemos plantear las cosas con claridad y con un sentido estricto de reciprocidad.
Por ahí se dice que los grandes narcos viven en ciudades de Estados Unidos y nunca hemos visto que en el país del consumo absoluto se tomen medidas radicales contra quienes, en su carácter de receptores y distribuidores de las drogas, son la razón de ser de nuestro narcotráfico.
Colombia fabrica, México distribuye, Estados Unidos consume. Y esa triple coordinación obligaría a suprimir el consumo, para eliminar el interés en la distribución y en la producción. Hay un viejo principio que no me atrevería a calificar de jurídico, que afirma que quien es causa de la causa, es causa del mal causado. No es necesariamente jurídico, pero es absolutamente cierto, y ya el derecho se encarga de transformarlo en altas responsabilidades.
Es más confiable un amigo o vecino que nos diga, con cierta brusquedad, que hemos hecho alguna tontería, a que otro, siguiendo los cauces de la vida diplomática, justifique nuestra conducta.
Lo que ocurre es que en México somos muy susceptibles. Y lo mejor que podríamos hacer sería reconocer que tenemos que cambiar y no echar a otros la culpa de que nos digan unas cuantas verdades. La verdad peca, pero incomoda. Pero en cosas tan serias: narcotráfico, inseguridad y corrupción, más vale que vayamos haciendo un examen de conciencia.