Editorial
Impuestos a las prestaciones laborales, una provocación
En México, los trabajadores sufren para llegar a fin de quincena, pues ante salarios de miseria la tarea de satisfacer sus necesidades básicas se convierte en un acto heroico. Pero lejos de atacar ese problema, el gobierno de Vicente Fox y el Congreso toman medidas que empeoran la situación de los asalariados.
En noviembre pasado, el Congreso aprobó dos modificaciones a la Ley del Impuesto Sobre la Renta que gravan las prestaciones laborales, las cuales entrarán en vigor en enero de 2006. Por lo pronto, esa iniciativa del foxismo, avalada por los legisladores, provocó algo sin precedente en la historia sindical nacional: que miles de afiliados de las principales centrales obreras se unieran ayer domingo para protestar contra esa onerosa medida, que podría traer consecuencias dolorosas, inclusive de desestabilización del país.
Esas modificaciones establecen que prestaciones como vales de despensa o de ayuda para alimentación, pensiones, jubilaciones y demás apoyos laborales establecidos en la Ley Federal del Trabajo y los contratos colectivos, actualmente exentos, serán gravadas. Estas reformas fueron empujadas por las bancadas de los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional, y se incluyeron en la miscelánea fiscal aprobada a finales de noviembre, por lo que pasaron inadvertidas. Se trató, pues, de una decisión tomada en lo oscurito, hecho por sí mismo vergonzoso.
El mismo secretario del Trabajo, Francisco Xavier Salazar Sáenz, reconoció que el ingreso neto de los asalariados podría disminuir un mínimo de 5 por ciento. Además, "provocará caída de los ingresos de los asalariados y fuertes presiones inflacionarias", lo que pinta un mal panorama económico. La situación de los trabajadores mexicanos es ya de por sí apremiante. De acuerdo con el Banco Mundial, 40 de cada 100 mexicanos sobreviven con un ingreso diario que no supera 20 pesos al día. Datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe señalan que la moderada reducción del desempleo en México, anunciada con bombo y platillos por Fox, se ha producido en un contexto de descenso del nivel de ingreso de los trabajadores, y la Organización Internacional del Trabajo afirma que nuestro país se encuentra entre las naciones de América Latina que más drásticamente ha reducido sus salarios mínimos. Es decir, existe un claro retroceso en materia laboral, que se agudiza con el gravamen a las prestaciones.
La pérdida del poder adquisitivo obliga a los trabajadores a modificar todos los aspectos de su vida, desde los hábitos de consumo, hasta los de alimentación y organización familiar. De esta manera, por ejemplo, muchos asalariados ya no consumen alimentos de primera importancia nutricional, como carne, leche, fruta y pescado, lo cual afecta su salud. Esta situación genera un clima de descontento que lógicamente afecta la paz social. "Se está provocando al México marginado", denunciaron los trabajadores durante la protesta, quienes hicieron pública su intención de convocar a una huelga nacional si no se da marcha atrás con esas leyes.
En este escenario, pierde México que, después de 18 años de políticas neoliberales, enfrenta retos mayúsculos para evitar que el descontento se extienda y derive en revueltas y hechos de violencia. Para ello, es necesario que el gobierno federal y el Congreso dejen de cargarle la mano a los asalariados, pues es claro que, con medidas como el impuesto sobre las prestaciones, una vez más se quiere cargar el costo fiscal en las espaldas de los obreros, lo cual es sin duda una provocación.
Por el contrario, es urgente que se establezcan políticas económicas incluyentes, que beneficien a las mayorías. Una reforma tributaria justa, que no castigue a los que menos tienen y que obligue a los que tienen mayores recursos a pagar más, sería un buen paso. Desgraciadamente, la dirección que ha tomado el gobierno del cambio está muy lejos de ese panorama ideal.