Chiles en problemas
De chile tuvieron que hablar los gobernadores fronterizos de México y Estados Unidos en su más reciente reunión celebrada en Torreón los días 10 y 11 de los corrientes. Hubieron de emitir un pronunciamiento sobre la virosis que afecta los cultivos chileros en varios estados del norte de nuestro país y del suroeste de Estados Unidos. Ni ellos ni los productores se imaginaron que iban a enfrentar este tipo de problemas en esta fase de la globalización agroalimentaria.
Y es que el chile es un cultivo muy característico de esta fase de la agricultura dominada por los agronegocios. Se ha tornado altamente demandado y muy pegador en el mercado. Es ya un ingrediente que no puede faltar en muy diversos tipos de fast food: desde los nachos hasta las pizzas ya no son pensables sin los picantes jalapeños. En México, de ser un cultivo tradicional, componente de la alimentación básica del campesino con el maíz, el frijol y la calabaza, se ha hecho labranza de los agricultores modernos: en el país se planta un promedio de 168 mil hectáreas de las diferentes variedades, con una producción de 1.44 millones de toneladas y un valor aproximado de 300 millones de dólares. En Chihuahua, el más afectado actualmente por la virosis, se cultivan 20 mil hectáreas, más que en ningún otro estado; la cosecha tiene un valor de 928 millones de pesos y representa 11 por ciento del valor total de la agricultura de riego del estado. Genera además varios miles de jornales para trabajadores migrantes del sur y sureste del país.
Pero la virosis que se ha venido detectando en semanas recientes amenaza no sólo la rentabilidad de este cultivo, sino la viabilidad de muchos productores y la sustentabilidad de este sector productivo. Se trata de seis tipos posibles de virus, de los cuales tres ya han sido identificados en laboratorio, con terribles efectos sobre el crecimiento y el rendimiento de las plantas, por lo tanto sobre su comercialización y su rentabilidad.
Se han identificado diversos factores en la generación de la virosis: importación al estado de agentes portadores, malezas e insectos huéspedes, malas prácticas de cultivo, etcétera. Sin embargo, un factor que tiene gran peso a decir de los investigadores es la semilla. Resulta que 90 por ciento de la semilla de chile que se siembra en Chihuahua es importada. En su mayoría la surten dos empresas y a muy alto costo: la trasnacional Monsanto y Savia, esta última la de los problemas entre Alfonso Romo y su suegro Alejandro Garza Lagüera.
El problema de la semilla importada no es tanto que esté contaminada, sino que es producida, desarrollada y modificada fuera del estado, fuera del país. Mientras que los virus -presentes en el medio ambiente, en los suelos, en las malezas, en los árboles- están aquí y están en continua transformación adaptándose a las condiciones agroclimáticas de cada región. Y las semillas importadas no poseen esas características dinámicas de adaptabilidad, así que no desarrollan defensas para resistir a los cambiantes virus y son arrasadas por ellos.
Así, además del proceso de fuga de divisas, de la dependencia de empresas trasnacionales de agroquímicos, las semillas importadas acarrean otro perjuicio: resultan mucho menos aptas para resistir a los virus acriollados, aclimatados aquí. Entonces, dicen los investigadores, lo que se hace imperativo es que las semillas se desarrollen aquí en México, en los estados donde se cultiva el chile, semillas muy dinámicas y muy capaces de adaptarse a ellos. Pero es precisamente el rubro de investigación y extensión uno de los más dañados por los recortes o no ejercicios presupuestales de Fox-Usabiaga. Las instituciones públicas de investigación como el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), el Colegio de Posgraduados sufrieron este año recortes presupuestales de 15.7 y 8 por ciento respectivamente. Sufren también recortes los presupuestos para investigación de las universidades estatales, que están más cerca de los productores y pueden dar mejor seguimiento a sus problemas.
Otra evidencia más de la orientación de la política agropecuaria del gobierno del cambio: hacernos depender de los agronegocios, incluso para el suministro de semillas de productos tan típicamente mexicanos como el chile. Con tales aliados oficiales no nos extrañe que las trasnacionales, como Monsanto, hasta el chile nos expropien.