Partidos y parlamentos
Norberto Bobbio afirma que "cuando se habla de parlamentos, normalmente se hace referencia a fenómenos políticos cuyo desarrollo histórico está comprendido en el marco histórico que va desde la revolución francesa hasta nuestros días", pero que "sin embargo en los siglos precedentes, en casi todos los países europeos han tenido instituciones políticas designadas con el nombre genérico de parlamentos". Y por lo que respecta a los partidos políticos, en lo general los politólogos reconocen que dar una definición de éstos no es sencillo, puesto que generalmente son instituciones que se presentan con características radicalmente diversas y siempre referidas al tiempo y a la geografía. Es decir, que una organización que es reconocida en determinado país y en un tiempo dado como un partido político bien caracterizado, para otros, y en tiempo diferentes, no lo es.
De esta manera se han dado en la historia los casos de lo que se ha llamado partidos de notables, en los que se puede encontrar el origen de los partidos, remontándose a la primera mitad del siglo XIX en Europa y en Estados Unidos, y décadas más tarde, cuando empezaron a desarrollarse en diferentes partes del mundo los movimientos obreros al calor del crecimiento industrial, al iniciarse la reivindicación de los intereses de los trabajadores, irrumpen las organizaciones obreras que se transforman en partidos políticos, y en la lucha por el poder público para mantener el equilibrio entre el Estado, los trabajadores y la burguesía que detentaba el poder económico y la propiedad de las fábricas, y así fue como surgió también el socialismo a finales del siglo XIX y principios del XX, que ve sus momentos estelares con la Unión Soviética, que nace, se fortalece y muere en el propio siglo XX. Una trayectoria paralela siguen los partidos socialistas de Alemania en 1875, Italia en 1872, Inglaterra en 1990, y Francia en 1905.
Pero lo que a nosotros nos interesa ahora es, más bien, por razón natural, la clase de partidos que está desarrollándose en México, que en nuestro concepto ha tomado rumbos diferentes a partir de su fundación en el siglo pasado. Acción Nacional nace como grupo de presión, sin tener entre sus propósitos inmediatos la conquista de puestos electorales, sino más bien contrarrestar la política progresista de Lázaro Cárdenas en el periodo 1934-1940, y esta característica quizá lo hace diferenciarse desde su origen de los partidos que sucesivamente fueron configurando el nacimiento del Partido Revolucionario Institucional, al que se reconoce su origen en el antecedente histórico del que funda Plutarco Elías Calles en 1929, e integrándose con una multitud de partidos regionales y de grupos políticos acaudillados por quienes fueron jefes del movimiento armado en la Revolución Mexicana entre 1910 y 1921.
El PRI como tal nace al final del régimen de Manuel Avila Camacho, y en la campaña de su primer candidato presidencial, que fue Miguel Alemán Valdés, después de una corta vida del Partido de la Revolución Mexicana, fundado por Lázaro Cárdenas. De entre las varias definiciones de partidos nos quedaremos por ahora con la muy famosa de Max Weber, de "asociación política dirigida a un fin deliberado, ya sea éste objetivo, como la realización de un programa que tiene finalidades ideales o materiales, o personales, es decir, tendiente a obtener beneficios, poder y honor para los jefes, o si no, tendiente a todos estos fines conjuntamente", para finalmente tratar de integrar una definición que comprenda todas las características que configuran un partido, proponiendo adoptar la más generalmente aceptada, como "una estructura político-social de intermediación entre el poder público y la sociedad con finalidades contenidas en un estatuto y una declaración de principios".
Esto nos lleva a aceptar también que los partidos están fuertemente caracterizados por una ideología determinada, entendida ésta como el conjunto de postulados, que se consideran casi inamovibles, y que son los que contienen su declaración de principios, que obedece a las finalidades electorales establecidas para la conquista del poder público.
Por otra parte, y a medida que los partidos políticos tratan de aumentar al máximo su membresía, para fundamentar sus aspiraciones electorales en una extensa y numerosa base de apoyo distribuida en todo el territorio nacional, y habida cuenta de las abismales diferencias culturales, sociales y políticas que caracterizan a nuestro país, se ha dado el caso de que los partidos políticos en general, los de alcance nacional, han venido sufriendo un desgaste ideológico y una indiferenciación progresiva en este campo de los principios, a grado tal que ciertos candidatos a diferentes posiciones obtenidas por la vía electoral, cuando no consiguen su propósito de ser lanzados por un partido determinado, con toda facilidad se cambian e ingresan a otro partido cualquiera que los acoja y apoye sus aspiraciones de índole electoral.
Como característica también de nuestro tiempo, en un régimen de gobierno que reclama el reconocimiento general de ser de "transición", se da el caso de que hay una lucha permanente entre el Congreso, que representa al Legislativo federal, y el propio Poder Ejecutivo, sin faltar en ocasiones la injerencia también del Poder Judicial en las polémicas, el que, desde luego, emite fallos con carácter inapelable que no siempre dejan conformes a todas las partes.
Lo más importante de todo es que no solamente el Congreso que integra el Poder Legislativo debe apegarse a la legalidad en todas sus decisiones, de la misma manera que tiene que hacerlo el Poder Ejecutivo, y resulta casi ocioso mencionar al Judicial, puesto que el Legislativo, como evidentemente su nombre lo indica, tiene la función de emitir las leyes y de cuidar el cumplimiento de la Constitución general de la República, tanto como el Ejecutivo que protestó, al tomar posesión, cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen, y el Judicial, la importantísima función de juzgar y de vigilar, no solamente el respeto y la integridad del régimen de derecho en el país, sino también la legitimidad de las acciones del poder público. Esta quizás sea la función más importante de los tres poderes, el respeto propio y el cuidado de los demás, que tengan todos a la legitimidad, que es la base fundamental tanto del poder público como de la sociedad.