Usted está aquí: miércoles 7 de septiembre de 2005 Espectáculos Canceló Interpol su concierto de ayer por "falta de condiciones de seguridad"

El lunes, la música del grupo neoyorquino hizo olvidar al público la mala organización

Canceló Interpol su concierto de ayer por "falta de condiciones de seguridad"

PATRICIA PEÑALOZA

"Falta de condiciones de seguridad", entre otras razones, intervinieron para que Interpol cancelara su segundo concierto, programado para ayer martes, según su página en Internet. Oscuro y dicromático, implosivo e inmediato sonó el rock del cuarteto neoyorquino la larguísima velada del lunes, no por la duración del concierto, de hora y media, sino por el retraso de dos horas que sufrieron tanto grupo como público, ocasionado por la lenta afluencia al salón Mexica del World Trade Center, debida a que había ¡un solo acceso! para cerca de cinco mil personas a un lugar destinado para tres mil.

A quienes compraron boleto para el día 6, las productoras Eclectics e Iguapop, y la disquera Noiselab, organizadores, piden guardarlo, pues ya se negocia otra fecha y lugar. Y a reserva de ser negadas por aquéllos, la causa de la cancelación pudo ser el temor de que el escenario se cayera, pues el piso se cimbraba de tal modo que torres de luces, bocinas y tinglado se balanceaban. Otro hecho visible fue una nula vigilancia a la conducta del público, así como la inexistencia de pasillos intermedios que permitieran la salida de entre la masa, en caso de emergencia, y es que en la parte delantera la gente se amontonó en exceso, dando lugar a sofocos y conatos de asfixia, presenciados por quien escribe, sin más auxilio y escape que los brindados improvisadamente por la misma audiencia.

Si a esto se suma un pésimo trato a la prensa (se mantuvo una hora en la entrada, en incógnita, a reporteros de La Jornada, Milenio y El Universal, entre otros, con el alego de que sólo se les daría acceso ¡hasta el martes!), tenemos en total una deplorable organización.

Tristeza en rojo y negro

Por fortuna no hubo tragedias que lamentar y, aun con los riesgos, la música salvó la noche. La devoción por Interpol fue tanta, que a pesar de dos horas de mentadas de madre e imposibilidad para ir al baño o beber algo, aprisionado, el público lo olvidó todo cuando, tras una digna actuación de Los Dynamite, de 20 a 20:30 horas, la banda estelar apareció poco antes de las 22.

No importaba que a las 21 horas hubieran avisado que el grupo estaba listo para actuar, pero que aún faltaba que entrara la mitad de la gente. El enfado se diluyó cuando los primeros acordes de Next Exit invadieron ese gran "hangar" de 20 metros de alto. Todos estuvieron listos para volar a través de ese pasillo negro con luces rojas que es la música tristona, decepcionada y ambigua de Paul Banks y compañía. Y aunque las láminas presagiaban una sonorización miserable, el cuarteto sonó tan limpio como sus trajes y corbatas.

Luego de la introducción, la guitarra de Daniel Kessler llegó a lo que iba: Slow hands, rítmica y bailable, apoyada en la combativa percusión de Sam Fogarino y el bajeo disco de Carlos D, transformó el coraje en furioso baile. El bajeo siguió cadencioso con la melancólica Narc y con la deliciosa Length of love, todas del Antics (2004). El paseo saltador se asomó a Turn on the bright lights (2001) con Say hello to the angels, la cual dio cabida a esas emotivas camas atmosféricas que Kessler logra con efectividad. Las brillantes luces rojas se mantendrían encendidas casi hasta el final, con destellos azules y estrobos, brindando un permanente halo de ansiedad y azote, sentimientos arraigados entre tanto mexica.

Experto en manejar la tensión, transformando al otrora post-punk subterráneo, pleno de dolor genuino (léase intentos de Joy Division), en arte-objeto posmoderno de porcelana para el consumo masivo, Interpol mantuvo la atención de principio a fin, salvo por momentos en el encore, en que la monotonía estuvo cerca de tragárselos, a punta de ese su rasgueo repetitivo de guitarra, de a dos tonos. Mas sus piezas de mayor juego musical salvaron del letargo. Ahí estuvo la hipnótica y magnífica Hands away, con espléndidos arreglos, que en ánimo recordó a Bauhaus, para llegar al clímax con Evil, C'Mere y PDA, en medio de un Banks ininmutable, sosteniendo un cigarro entre labios: "Muchas gracias. Ha sido un placer de verdad", dijo en perfecto español. El último bloque fue de la triste Untitled a las agitadas Obstacle 1 y Roland. "Muchas gracias", dijo de nuevo para desaparecer tras una refulgente ejecución de emociones contenidas.

 
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