Usted está aquí: sábado 10 de septiembre de 2005 Opinión Derecho a no migrar

Ana María Aragonés

Derecho a no migrar

La inteligente y sugerente frase expresada por Bartra "el derecho a no migrar" se convierte, más que nunca, en una apremiante necesidad para hacerla efectiva. La terrible tragedia por la que están pasando los pobladores de la región azotada por el huracán Katrina ha puesto en evidencia la enorme polarización social y la falta de democracia que se vive en Estados Unidos, manifestada en las terribles situaciones vividas por la población afectada y que rebasa todo lo imaginable. Como se ha reiterado de manera insistente, se trata de población mayoritariamente afroestadunidense y pobre que por falta de medios no pudo ponerse a salvo, como sí pudieron hacer los grupos más acomodados. Hay también una importante población migrante legal e indocumentada sobre la cual se ha hablado muy poco lamentablemente.

Los despachos de las diferentes agencias y los medios masivos de comunicación han destacado la falta de operatividad y eficiencia en el envío de la ayuda del gobierno federal, misma que llegó demasiado tarde. La falta de agua, comida y enfermedades produjo no sólo un profundo dolor y desesperación a sus pobladores, sino que se incrementaron los decesos, que, aunados a los que arrojó el huracán y las inundaciones, alcanzarán sin duda números dramáticos.

La queja y denuncia más importante de esta población es por qué el ejército se encuentra en Irak y no salvando vidas en su país, y por qué se amplió desmesuradamente el presupuesto de defensa y no se garantizaron primero las necesidades internas.

Qué ironía, pues según Bush la guerra en Irak tenía como objetivo "implantar la democracia" cuando ahora habría que cuestionar la propia democracia en el interior de Estados Unidos, si por democracia entendemos la capacidad institucional para garantizar no sólo los derechos humanos de la población, sino la superación de las desigualdades -sean educativas, de propiedad, de raza, etcétera- para permitir a sus miembros tener la posibilidad de realizar sus potencialidades y llevar una vida digna. Pero si éste ha sido el trato que en estos momentos excepcionales han recibido sus propios ciudadanos, como son los afroestadunidenses, ¿qué estará pasando con los migrantes, legales o indocumentados, entre nuestros propios connacionales cuando prácticamente no se sabe nada? Por eso la recomendación del presidente Fox exhortando a los migrantes indocumentados para que se acerquen a recibir ayuda, pues no se va a tomar en cuenta su estatus migratorio, resulta hueca.

Por su parte, el propio gobierno mexicano no ha difundido información suficiente acerca de cuál es la situación de nuestros connacionales, los que, según sus propios datos, se elevarían entre 100 y 145 mil personas. No se sabe si pudieron salir de la zona de desastre, si han sido rescatados, si hay gente atrapada.

El futuro a corto y mediano plazos para este importante contingente de trabajadores se ve realmente negro, pues no sólo han perdido todo, su trabajo, su vivienda, sino que están siendo desplazados a otros estados. Situación que va a complicar aún más su frágil posición y generará sin duda conflictos derivados de la incertidumbre y precariedad en la que tendrán que vivir estos trabajadores por un tiempo imprevisible.

Por ello, el gobierno tiene que llevar a cabo una estrategia no sólo de ayuda a nuestros connacionales, sino que se acompañe de una propuesta nacional que tenga como eje articulador "el derecho a no migrar", que implica crear los espacios productivos que pueda absorber a nuestra población, pues ahora, más que nunca, como decía Weil, "estar arraigado es quizá la más importante y menos reconocida necesidad del alma humana".

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