El grito por el petróleo: el decálogo energético de Fox
En la propuesta energética dada a conocer por Vicente Fox el lunes pasado, trata de pasar algunas reformas mayores, presentándolas en una lista junto con cuestiones de una importancia evidentemente menor. En el medio de una explicación llena de cifras sobre los precios del gas natural y de declaraciones de apoyo a las empresas pequeñas y medianas, se encuentran planteamientos para abrir a la inversión privada la explotación de gas natural no asociado a petróleo, se dice, y la infraestructura de almacenamiento y ductos para transportar petróleo y sus derivados. La razón que ofrece para requerir la aprobación de estas medidas es la falta de recursos de su gobierno.
La razón que da no es otra vez sino pretexto. El fondo, lo que desesperadamente busca cuando ve que el sexenio se acerca a su fin, es quitarse las presiones de sus amos y cumplir con quienes hicieron posible que llegara al poder, para seguir así debilitando la industria estratégica, para seguir desmantelando las defensas estratégicas de la nación.
Si se llegara a reformar el artículo 27 constitucional, como lo pretende Fox, para permitir la inversión privada en la explotación de gas natural no asociado a petróleo, lo que estaría sucediendo es que se estaría dando un primer paso muy firme para abrir la posibilidad de que hubiera inversión privada en la explotación de hidrocarburos en lo general, en su exploración, extracción, etcétera, esto es, en actividades que la Constitución reserva con exclusividad al Estado mexicano.
Por cierto -y no debe dejarse pasar-, debe reiterarse que los contratos de servicios múltiples son violatorios de la norma constitucional que es muy clara al señalar que corresponde a la nación -y sólo a la nación- la explotación de los hidrocarburos, que el gobierno, tramposamente, ha entregado a consorcios extranjeros, pasando por encima, incluso, de una resolución expresa de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Pretender, además, que las redes de ductos para el transporte de hidrocarburos se entreguen a empresas distintas a Pemex, es ir en contra de los intereses de este organismo productivo, pues con ello se debilitaría más su economía. Las empresas petroleras más importantes en el mundo, manejan corporativamente, en lo general al través de filiales, las redes de ductos para transportar petróleo y sus derivados, que es como Pemex debiera llevar a cabo estas actividades.
Por otro lado, se insiste en que no hay dinero, pero el Presidente veta las reformas para modificar el régimen fiscal al que se tiene sometido a Petróleos Mexicanos, impidiendo con ello que disponga con menos apretura de recursos de inversión. Además, el Presidente no quiere ver que con el aumento de los precios del petróleo en los mercados internacionales, Pemex dispone este año de alrededor de 4 mil 500 millones de dólares, que bien podrían destinarse a las necesidades prioritarias del sector petrolero, sector clave para el desarrollo del país.
En la cuenca de Burgos, por ejemplo, el conjunto de contratos de servicios múltiples representan una promesa de inversión, en este caso a realizarse en varios años, de 3 mil millones de dólares. Por qué no destinar entonces una porción de ese dinero excedente a perforar más pozos de gas en esa zona, en la que ya se sabe que hay recurso abundante, y se reduce así la necesidad de importar gas.
Por qué, por otra parte, no se destina otra parte de esos fondos, con los que no se contaba cuando se formuló y aprobó el Presupuesto de Ingresos del país, a la construcción de refinerías cuya producción substituiría combustibles que ahora se importan. Si se destinaran mil 500 millones de dólares anualmente, durante tres años, se podría contar con la capacidad de refinación suficiente para evitar las importaciones que están resultando cada vez de mayores volúmenes y en cada vez más onerosas a las finanzas del país.
Pretender entregar a intereses extranjeros -que es donde existe capacidad de inversión- la explotación de gas natural no asociado y las redes de ductos para el transporte de productos petrolíferos, y negarse a utilizar el excedente petrolero en la propia industria que lo genera y lo necesita, no es sino seguir traicionando a la patria.