Usted está aquí: jueves 15 de septiembre de 2005 Opinión La embestida de Katrina

Miguel Marín Bosch*

La embestida de Katrina

A finales de agosto el presidente George W. Bush llevaba casi un mes de vacaciones en su rancho en Crawford, Texas. Le gusta su rancho. Desde que llegó a la Casa Blanca ha pasado la quinta parte de su tiempo en Crawford. Las llama "vacaciones de trabajo". En esta ocasión tuvo que lidiar con la manifestación cerca del rancho que encabezó Cindy Sheehan, cuyo hijo murió en Irak por una causa que no conoce y quisiera que el presidente se la explicara. Tuvo que azotar el huracán Katrina las costas de Alabama, Mississippi y Luisiana para que los medios de comunicación estadunidenses dejaran de hablar de la madre del soldado desaparecido. Pero el huracán también azotó la imagen del presidente, quien pospuso unos días su regreso a Washington y tardó en reaccionar a la crisis.

Recordemos las reacciones de los dirigentes políticos ante los atentados del 11 de septiembre de 2001 o los sismos que hace 20 años sacudieron a nuestra ciudad. Nadie puede preparase para resistir por completo los embates de la naturaleza. Y cuando ocurren, no todos los dirigentes han sabido qué hacer. Algunos comentaristas han tratado de comparar este huracán con los atentados de hace cuatro años. Quizás se debería comparar con el tsunami del pasado mes de diciembre en el sureste asiático.

No cabe duda de que el huracán Katrina fue el peor desastre natural de la historia de Estados Unidos. Afectó una región del tamaño del estado de Chihuahua (234 mil kilómetros cuadrados), con una fuerza equivalente a la energía producida por 10 o 15 armas nucleares. Por lo tanto, es comprensible que la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) se haya topado con dificultades para echar a andar sus operaciones de rescate. La FEMA fue creada por el presidente Jimmy Carter precisamente para tener bajo un solo mando la coordinación de las diversas instituciones que se dedican a tareas de rescate. El problema con los principales dirigentes de la FEMA es que varios son amigos de Bush y carecen de experiencia en esta materia. Por ejemplo, se sabe que, cuando la gobernadora de Luisiana insistió en que su estado "requería todo lo que tuviera la FEMA", esos burócratas recién nombrados empezaron a preguntar de qué disponía la agencia. En su primera visita a Mississippi Bush felicitó a su amigo el director de la FEMA, y unos días después lo despidió.

La incompetencia de las autoridades federales corre pareja con la de los dirigentes estatales y municipales. Y esto es lo que ha sorprendido a muchos ciudadanos del país más poderoso y rico del orbe. Al resto del mundo también le sorprendió la impotencia del gigante, pero aún más le han impactado las desigualdades socioeconómicas que se pusieron en evidencia en la ciudad de Nueva Orleáns.

Cuando se dio la orden de evacuar la ciudad hubo quienes se montaron en sus lujosas camionetotas y emprendieron el viaje a otra ciudad o a la casa de amigos y parientes. Pero en Nueva Orleáns había más de 60 mil personas sin acceso a un automóvil y las autoridades no supieron o no pudieron organizar un éxodo en autobuses públicos. Los más pobres, en su mayoría negros, se vieron obligados a quedarse en una ciudad cada día más contaminada. Se teme que haya brotes de hepatitis, cólera, tifoidea, tétanos y difteria.

Hace años que los habitantes de Nueva Orleáns sabían que algún día les pegaría The Big One. Así se intituló una serie de artículos periodísticos publicados en 2002. En uno de esos artículos, el ingeniero Joseph Suhayda, de la Universidad Estatal de Luisiana, describió lo que podría pasar si la ciudad fuera embestida por un huracán de la fuerza de Katrina. Y lo que escribió entonces es lo que ocurrió ahora: la tormenta sobre la ciudad y luego su inundación.

Otro aspecto de la catástrofe que ha impactado a la opinión pública estadunidense e internacional fue la lentitud con que llegó el ejército. Es más, tuvieron que aceptar la presencia de militares extranjeros. Por cierto, ¡cómo nos han impresionado las fotos de soldados mexicanos en territorio de Estados Unidos! Pese a las numerosas medidas de seguridad que Washington ha impuesto desde septiembre de 2001, el ejército no estuvo a la altura y hay muchos que se preguntan qué hubiera pasado si, en lugar del anunciado huracán, hubiera sido un ataque terrorista sin previo aviso. Por otro lado, algunos europeos han señalado que, debido a la importancia del papel del Estado en sus países, el ejército y los cuerpos de protección reaccionaron con rapidez y eficacia durante las recientes inundaciones. La respuesta de Washington ha sido que la escala de Katrina no es comparable con esos casos. Otros han argumentado que el gobierno no debe dedicarse a labores de rescate.

Lo que nos confirma la tragedia causada por Katrina es que en partes de todo país del llamado primer mundo persisten condiciones sociales que se asemejan a las del tercer mundo. También sabemos que en casi todos los países en desarrollo hay lugares con condiciones sociales parecidas a las de los países desarrollados. Lo que quizás muchos no sabían es el grado de desigualdad social que sigue habiendo en Estados Unidos. Hay quienes han utilizado esta situación para retomar unos argumentos que hace décadas vienen avanzando algunos políticos conservadores. La pregunta que se hacen es: ¿por qué hay tantos negros que no han salido de la miseria, mientras que hubo (y sigue habiendo) ola tras ola de inmigrantes que en menos de una generación dieron el brinco a la clase media?

A las autoridades estadunidenses no les ha gustado que los medios de comunicación hayan difundido imágenes de las víctimas del huracán y de la inundación de Nueva Orleáns. Y es comprensible. Nos han impactado mucho las escenas de extrema pobreza, colas de refugiados y habitantes de todas las edades y razas saqueando tiendas. La imagen que buena parte del mundo tenía de Estados Unidos ya no es la misma.

A la memoria de Joseph Rotblat

* Director del Instituto Matías Romero y ex subsecretario de Relaciones Exteriores

 
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