Lecciones latinoamericanas
1. Del ejercicio de gobierno por fuerzas de la izquierda latinoamericana en las últimas décadas podemos extraer muchas lecciones. Una decisiva es que el combate a la corrupción no puede constituirse en sí mismo como el eje del discurso progresista. Se trata sin duda de una terrible lacra que afecta y daña el funcionamiento normal de la sociedad no sólo por el dispendio de recursos públicos sino sobre todo por su efecto en la moral pública. Pero puede desviar la atención de un problema central.
2. La corrupción en el ejercicio público va más allá del robo, de la estafa, del uso indebido de información pública, del intercambio de favores, del influyentismo o del conflicto de intereses. Todo estas lacras por sí mismas requieren medidas preventivas y sobre todo el combate a la impunidad. Pero se requiere sobre todo de una cultura política que conciba el servicio público como un acto de responsabilidad que se mide no sólo por la ausencia de corrupción sino también por la adecuada ponderación de los efectos de las política públicas sobre la sociedad.
3. Más todavía una coalición o un partido político que accede al poder con el distintivo de la honestidad o de la moral pública puede verse confrontado con aliados de su coalición o miembros de su propio partido que realizan actividades fraudulentas. El capital político se puede evaporar a partir de reconocer un hecho elemental: el ser humano es imperfecto. Pretende realizar cosas generosas o nobles, pero no siempre lo consigue. No me refiero a los delincuentes públicos consuetudinarios o a los manipuladores políticos sino a los seres humanos que traicionan sus principios en aras de un supuesto bien superior sin asumir que el fin no sólo no justifica los medios sino que termina por pervertirse. Muchos militantes de izquierda en Brasil mencionan esto: la compra de votos, el pago de sobresueldos a parlamentarios era una práctica común desde antes del gobierno de Lula. Pero añaden que el PT había hecho del combate a la corrupción uno de sus ejes centrales del quehacer público.
4. La coyuntura política latinoamericana no permite garantizar que los partidos que ganan una elección presidencial consigan al mismo tiempo una mayoría parlamentaria. El rasgo característico es más bien el de gobiernos divididos. Crecientemente se coincide en subrayar que una tarea central es la construcción de arreglos institucionales que generen incentivos para la formación de mayorías gubernamentales. Pero, en ausencia de esas reformas de Estado, cuando se generan coaliciones gubernamentales transportan en su seno una falencia central. Su cemento unificador son prebendas circunstanciales, son componendas de ocasión.
5. Coaliciones cortoplacistas que abdican de propuestas o programas de largo aliento para conservar una ilusoria establidad gubernamental. Es ilusoria porque a fuerza de posponer decisiones estratégicas más temprano que tarde tienen que pagar la factura de la ceguera política.
6. La Concertación chilena ha logrado a lo largo de 15 años mantener continuidad en las políticas públicas que genera también certidumbre en los actores políticos y sociales. Mantienen una tasa de crecimiento de la economía alta y sostenida, ha reducido de manera notable el nivel de pobreza e indigencia y ha mejorado en casi todos los indicadores del desarrollo humano. Lo ha hecho sobre la base de un arreglo institucional -que ha sido gradual pero sustancialmente modificado- generado desde la dictadura para fomentar e institucionalizar la fragmentación partidista y la hegemonía de un poder ejecutivo que nunca previó que lo derrotaría un plebiscito popular. Hay por tanto más acá de las instituciones un proceso de aprendizaje colectivo que genera una cultura propicia al acuerdo, a la negociación y a la estabilidad en el ejercicio del gobierno, aun ahora que se presagia por partidarios y enemigos el fin de la Concertación en vísperas paradójicamente de su probable mayor triunfo político.
7. George Lakoff un profesor universitario de ciencias del conocimiento ha producido varios libros que gozan de reconocimiento entre los progresistas en Estados Unidos porque subraya el marco conceptual y la moral que subyace el discurso político de conservadores y liberales. Un texto muy popular dirigido a democrátas y progresistas y que se llama "No pienses en el elefante" -en referencia al símbolo del partido republicano- subraya, al criticar los intentos por ceñirse a discursos centristas que intentan esconder las aristas más polémicas de los valores progresistas, que los ciudadanos en general votan por su identidad y sus valores y no aprecian a la larga el trasvestismo programático. Este es sin duda uno de los temas que requieren mayor reflexión política a la luz de la conversión de la política en producto mercantil supeditada tanto a sondeos como a la construcción de imágenes televisivas más que de propuestas programáticas. El costo político no es sólo como hemos podido constatar en varios países de América Latina, la banalización de la política sino sobre todo la emergencia de una coalición de poderes fácticos que determinan la esencia del poder del Estado.