Editorial
Cumbre en la ONU
La Cumbre Mundial por el 60 aniversario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) concluyó ayer con un documento final que no cumple las expectativas de los países en vías de desarrollo y que arrojó magros resultados. La declaración final de la reunión la más grande en la historia del organismo compromete tibiamente a las naciones participantes a realizar esfuerzos para combatir la pobreza y el terrorismo y para garantizar la seguridad y la protección de los derechos humanos. Los resultados más decepcionantes se dieron respecto al ambicioso paquete de reformas propuesto por el secretario general, Kofi Annan. El objetivo era fortalecer y modernizar el organismo, otorgándole mayor autonomía y poder de decisión, sobre todo en casos de crisis internacionales. Hay que recordar que en la presente gestión, Naciones Unidas ha sufrido reiterados golpes a su prestigio, debido a escándalos de corrupción y a su incapacidad de superar la hegemonia de Estados Unidos en asuntos internacionales clave, como la guerra en Irak.
El documento es decepcionante en materia de desarrollo, ya que sólo hace un reconocimiento a la necesidad de movilizar recursos financieros para luchar contra la pobreza sin establecer compromisos específicos, tal y como esperaban muchos países subdesarrollados. En ese contexto, tal parece que las metas de la Cumbre del Milenio, cuyo objetivo es reducir la pobreza a la mitad para 2015, han quedado en el olvido. En cuanto al desarme y la no proliferación nuclear, se puede hablar de un franco fracaso de esta reunión: el texto ni siquiera menciona estos rubros de vital importancia. Sobre el terrorismo, la ONU lanzó un llamado condenando este flagelo "en todas sus formas", aunque hay que mencionar que Washington y sus aliados maniobraron para que el terrorismo de Estado no fuera incluido. En este sentido, la campaña impulsada por Annan para fortalecer la Corte Penal Internacional (CPI) fue neutralizada por una oposición encabezada por los gobiernos de George W. Bush y Vladimir Putin. Las autoridades estadunidenses rechazan la injerencia de la CPI y han presionado a muchos países para que les concedan inmunidad judicial a sus soldados y funcionarios.
Las propuestas de Annan para reformar el organismo tampoco prosperaron. El paquete de reformas sugería remplazar la actual Comisión de Derechos Humanos por un consejo con mayores facultades, para evitar que sus resoluciones fueran manipuladas con intenciones políticas, como ha sucedido en varias ocasiones con las condenas contra Cuba, por citar un ejemplo. Si bien la declaración adopta la creación de dicho consejo, las maratónicas discusiones que este asunto generó dejan entrever que los derechos humanos seguirá siendo un tema politizado; ni siquiera hay consenso para conformar la nueva dependencia de la ONU.
En un intento por rescatar la cumbre, Annan presentó un plan de trabajo de siete puntos para concretar en un año las modestas propuestas acordadas en la reunión. Estas tareas consisten en la reforma de la gestión de Naciones Unidas; el fortalecimiento de la maquinaria de derechos humanos; el avance contra el terrorismo; la definición de la Comisión para la Construcción de la Paz; el cumplimiento de los compromisos sobre desarrollo; seguir trabajando en una mejor representación del concierto internacional en el Consejo de Seguridad, y empezar a remediar los fracasos en la no proliferación nuclear y desarme.
Las reformas iban encaminadas a reforzar el carácter democrático y multilateral de la ONU, tan dañada luego de la invasión a Irak, y convertir al organismo en una entidad con poder de decisión que trascendiera el perfil propositivo que ha mantenido. Pero el documento adoptado revela que Naciones Unidas seguirá siendo un rehén a merced de las potencias, socavando así las expectativas y esperanzas de los más pobres del planeta.