Usted está aquí: lunes 19 de septiembre de 2005 Opinión Acaba Toronto y empieza Montreal, de nuevo

Leonardo García Tsao

Acaba Toronto y empieza Montreal, de nuevo

Toronto, 18 de septiembre. Hoy se dio el último relevo de una temporada inusitada de festivales de cine en Canadá. Es decir, concluyó oficialmente la 30 edición de Toronto, mientras iniciaba la primera del Nuevo Festival de Montreal. Menos de dos semanas después de que concluyó el viejo, en su 29 y empobrecida versión.

Eso se debe a que Serge Lossique, el director del que era el festival más importante de Québec, se granjeó demasiados enemigos en su autocrática gestión. A lo largo de los años, Lossique (cuyo origen se rumora serbio bajo el verdadero apellido de Losic) enervó a propios y ajenos con sus modos groseros. Desde hace años se cocinaba un plan para removerlo, cosa difícil, debido a que es el dueño del changarro, no un mero asalariado. Y este año se echó en marcha la operación de arrinconarlo, creando un festival rival con los fondos municipales, patrocinios y hasta colaboradores que se negaron a seguir a su servicio.

Para dirigir el Nuevo festival se contrató nada menos que al suizo Moritz De Hadeln, director de la Berlinale durante 20 años y de Venecia por bastante menos. Aunque tampoco ganaría concursos de popularidad, De Hadeln tiene fama de ser un eficiente organizador. En los siguientes días se comprobará si eso sigue siendo cierto y si quedaron películas dignas para su competencia. Después de Venecia, el otro Montreal, Toronto y San Sebastián, todos en cadena en la temporada más congestionada de festivales de alto perfil, los programadores estuvieron obligados a buscar hasta por debajo de la alfombra roja.

Por su parte, Toronto concluyó con los buenos resultados de costumbre. Compraventa de películas para el mercado internacional, una taquilla que no puede ser más exitosa y una prensa satisfecha con la eficiencia y amabilidad de la organización (aunque el diagnóstico sobre la salud del cine mundial no podía ser muy positivo).

Uno no puede quejarse, para variar, porque supo escoger entre las opciones abrumadoramente numerosas. Como película de clausura personal, no oficial, uno anticipaba que no se podía errar con el estreno de No direction home: Bob Dylan, documental televisivo hecho por Martin Scorsese, que el día 20 saldrá a la venta en Estados Unidos en dvd. La versión exhibida en Toronto dura 201 minutos, y cubre la carrera de Dylan desde su juventud en un pueblo de Minnesota hasta la gira europea de 1996.

Lo obvio sería afirmar que No direction home... sirve de complemento a El último vals pero, más bien, explora el mismo terreno de El aviador sólo que de manera apasionada. Y apasionante. Para el cineasta, Bob Dylan es otra manifestación de ese personaje que es un reflejo de sí mismo: el artista inconforme cuya carrera ha sorprendido por mantenerse fiel a su visión y no ceder a las presiones externas. Con material fílmico y televisivo nunca antes visto (históricos pietajes de los documentalistas Murray Lerner y D.A. Pennebaker, entre otros) y nuevas entrevistas hechas a Dylan y testigos contemporáneos, Scorsese describe la aparición de una personalidad definitoria de una época, al tiempo que establece cómo el músico no pudo haber tenido esa resonancia sin las condiciones políticas y sociales de los 60. (Y tiene la virtud de no mostrar las décadas siguientes, cuando la excentricidad del hombre llegó a volverse muy irritante).

Lo que fascina al realizador es la entereza de Dylan al adoptar la guitarra eléctrica en 1965 y comprobar la furia decepcionada de sus otrora seguidores, que le gritaban "traidor" en sus conciertos. Quien era conocido por sus canciones de protesta se volvió revolucionario en otro sentido, sin mirar para atrás. Al capturar esa transición de genialidad en todo su contexto, No direction home... constituye una imperecedera cápsula del tiempo.

(Por si a alguien le interesa, las películas ganadoras del premio a mejor opera prima canadiense fueron, en ex aequo, dos producciones de Québec: C.R.A.Z.Y, de Jean-Marc Vallée, y Familia, de Louise Archambault. Es dudoso que se exhiban en México en un futuro cercano... o lejano, inclusive).

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