Fox: costos de su ineficiencia
A la altura del quinto año, de los seis de su gobierno, la exigencia ciudadana de que el presidente Fox rinda cuentas se torna por demás urgente y descarnada. El final del túnel de su gestión ya se avizora y su cercanía no dejará de ser penosa para un dirigente que tanto publicitó una gestión que da tumbos cargados con decepción.
La evidencia de su ineficacia económica se acumula al ritmo que aumenta la suma de los recursos adicionales que su administración ha recibido y con los cuales tan poco se ha construido para mejorar el bienestar de la población, la justicia distributiva, para integrar la planta productiva o solidificar el desarrollo sustentable de México. Sólo la enorme renta petrolera (adicional a las ventas internas) durante su periodo sería capaz de asustar, para bien, a cualquiera: unos 150 mil millones de dólares, más lo que falta por acumularse en el resto de su periodo sexenal, ya marcado por los altísimos precios de los hidrocarburos. A ello habría que agregar los 18 mil millones de la misma moneda, en promedio anual de remesas, que han enviado los mexicanos en Estados Unidos (transferencias) para darnos una idea del dispendio en que se ha incurrido. Más todavía cuando tal fenómeno se mide en oportunidades desperdiciadas.
Otros analistas, atentos observadores y hasta actores de primera línea (Carlos Slim) en la economía nacional agregan a esa monstruosa suma dos renglones adicionales: el superávit turístico y la inversión extranjera directa, ambos numerados también en miles de millones anuales. Sin embargo, el PIB nacional en estos últimos años del cambio gerencial apenas rebasa un triste 2 por ciento en promedio. Este año se pronostica que se llegará, si bien van los asuntos, a menos de 3 por ciento, según afirmó el Banco de México hace apenas unos cuantos y ya olvidables días.
A tan deplorable panorama económico habría que agregar el cúmulo de pendientes y reclamos que van surgiendo a medida que a Fox se le agota el tiempo. Las cuentas negativas se apilan en la ya de por sí amplia buchaca con la que el gobierno inició su inaugural periodo. Tan sólo con la incompleta reforma del Estado sería suficiente para recordar que las transformaciones políticas tan prometidas como necesarias ni siquiera las intentaron pasar por el Congreso.
El de Fox ha sido un gobierno timorato y tuerto en el trasiego político, fruto de su dubitativa cautela y rampante ignorancia. Y, por si fuera pequeña cosa, ha rendido tan poco en aquello que tanto presumió (cuando se desempeñó como un promotor de "la chispa de la vida") apoyado por su gabinete de gerentes: una gestión económica eficiente, al estilo empresarial de altos vuelos. El suyo ha sido un gabinetazo que se volvió puesto callejero de liquidaciones baratas. Gabinete que nunca devino, siquiera, en digno changarro establecido.
La proclamada y cacareada subasta entre extranjeros de un incipiente trenecito que cubrirá el recorrido entre localidades del área conurbada de la ciudad de México fue motivo de gran regocijo y, como de pasada, puso en evidencia los poco claros manejos de la Secretaría de Comunicaciones. Los gerentes, improvisados como secretarios, no atinaron a empujar el proyecto entre la industria nacional. Tuvieron que venir los franceses y una mediana empresa española, acica-teada por un horizonte de conquista, para hacerse cargo de lo que aquí no se pudo fabricar. A ese lamentable estado se ha llegado. El mismo Presidente salió a entregarles, de propia mano, el título que ampara tan triste concesión, una más de las muchas que han ofrecido y quieren seguir extendiendo con un entusiasmo de logro en campaña.
Pero el punto nodal de sus contradicciones empresariales se descubre, en todo su espantífero rigor, cuando se toca el campo de la energía. Fox, sus gerentes y coro de respaldo no tienen empacho en afirmar, una y otra vez, que no se tiene el capital para desarrollar fuentes de energía al tiempo que las reservas del Banco de México aumentan hasta 60 mil millones de dólares. No se puede, afirman, explorar, tampoco construir refinerías, hacer investigación básica o crear tecnología en este prometedor como estratégico campo. La razón es reiterativa, a pesar de la evidencia en contrario: el gobierno no tiene recursos. Y esta cantinela se propaga con tal desfachatez que ya muchos de los oyentes, y ellos mismos, lo empiezan a creer. Trátese de la extracción de gas no asociado, perforación en aguas profundas o, menos conocido y disfrazado aún, la búsqueda y montaje de las fuentes alternas (renovables) de energía, la eólica en preciso. Al istmo de Tehuantepec, con su inmenso potencial generador, se le quiere, a como dé lugar, entregar al extranjero.
Para Fox, sus gerentes y para algunos gobernadores priístas (Ulises Ruiz) también, este sector productivo debe parar en las manos de ávidos españoles, franceses o alemanes que ya se han posesionado, previendo el futuro, de las tierras del sureste donde los aires circulan de manera constante a gran velocidad. Ellos sí saben cómo hacerlo, tienen la tecnología, los recursos y la capacidad de organización, festinan orondos. No se descarta que muchos de los auxiliares nativos de dichos proyectos se froten las manos ante la eventualidad de ser beneficiados en lo particular. Pero el tiempo se les acaba a los entreguistas y la lucha por el poder ya desatada irá poniendo en su lugar tanto los proyectos como a sus promotores, muchos de los cuales ya se conocen y también bajo qué manto partidario se cobijan.