Usted está aquí: miércoles 21 de septiembre de 2005 Opinión Pájaros

Javier Flores

Pájaros

Ampliar la imagen Pollos en un mercado de Jakarta, Indonesia, pa�afectado por la influenza FOTO Ap Foto: Ap

La genial imaginación de Alfred Hitchcock brindó al mundo las terroríficas escenas de ataques de millares de aves sobre los seres humanos. En su afamada cinta The Birds (1960), esos seres nobles y majestuosos, de hermosos plumaje capaces de conmovernos con sus cantos, se convertían en monstruosa amenaza de la cual nadie podía escapar.

Transformados en una especie de cuervos negros, asesinaban entre sonoros graznidos a los hombres y mujeres que encontraban en su camino. No había lugar seguro, rompían ventanas y dejaban atrás cuerpos cuyos rostros eran sangrantes cuencas vacías. De niños nos enfrentábamos a la cegadora luz del Sol al final de la matiné con el corazón agitado, y al llegar a la casa veíamos las calandrias, cardenales y canarios de la abuela, escuchábamos sus trinos y respirábamos por fin tranquilos.

Una de las mayores incógnitas de siempre en esta película ha sido la causa por la cual se producía esa caótica agresión emplumada. Nadie lo ha podido explicar. Pero ahora, lejos de cualquier ficción, un grupo de aves, entre las cuales se encuentra gran número de especies silvestres pequeñas, como las que habitan en las amplias extensiones de las costas, los ríos y los lagos, así como las gaviotas y especialmente los gansos y los patos, son reservorios de un tipo especial de virus que se ha convertido en una amenaza latente para los humanos. La pregunta que se hacen muchos expertos no es si se producirá una pandemia, sino cuándo.

El virus de la influenza tipo A se trasmite entre las propias aves. A algunas las mata, pero en muchas especies se mantiene sin producirles ningún daño. Las aves silvestres no tienen fronteras. El fenómeno de la migración, que siempre nos ha sorprendido y nos sigue sorprendiendo por los lenguajes en el seno de las parvadas, por su belleza y por las grandes extensiones del planeta que recorren, es uno de los medios que amplifican las posibilidades de diseminación de virus, entre otros el denominado H5N1. Se trata de una molécula de un componente del núcleo de las células, un ácido nucleico, con una envoltura de proteínas que tiene una estructura particular. La transmisión entre aves ocurre por diversas causas, entre las cuales destaca el contacto con las heces fecales de las aves libres. De esta manera las especies domesticadas adquieren el agente.

La actividad humana, con la globalización de las actividades comerciales, es quizá uno de los elementos principales de la diseminación. Y no sólo por el intercambio de aves domésticas para alimentación, sino además por el constante flujo de personas en todo el planeta. El virus se trasmite al humano y se propaga eficientemente entre nuestra especie no sólo en las granjas, sino en las grandes ciudades. La influenza o gripe aviar es un producto de nuestra evolución social. No hay por qué echar la culpa a los pájaros. Las aves tienen la misma belleza y las mismas conductas desde tiempos inmemoriales. Se trata de una enfermedad nueva, emergente, producida por los cambios en nuestra forma de vida, que han dado lugar a nuevas patologías transmitidas de los animales a los humanos, también conocidas como zoonosis. Los primeros reportes sobre la presencia del virus H5N1 aparecieron en 1997 por casos descritos en el sur de China, Hong Kong, Corea, Japón, Camboya, Tailandia, Laos, Vietnam, Indonesia y Malasia, entre otras naciones. Después reapareció en 2003 y 2004, también en el sudeste de Asia. El problema se complica por la presencia de otras variedades virales como el H9N2, también reportado en la misma región en 1999, o el H7N7, aparecido en Holanda y Bélgica desde hace dos años, entre otras.

Los efectos de la enfermedad en los humanos son devastadores. El virus al ponerse en contacto con nuestras células se transforma, experimenta continuas mutaciones; esto dificulta enormemente la creación de vacunas o el empleo de otros tratamientos, sobre todo cuando el mal se ha instalado. No es una gripe común, como la que todos experimentamos especialmente en algunas épocas del año. Se trata de un padecimiento muy grave, mortal en una elevada proporción de los casos. Los síntomas, como los describen Yueng y Wong en junio de este año en el Hong Kong Medical Journal, pueden incluir fiebre persistente y debilidad, infecciones del tracto respiratorio, como rinitis y faringitis. A nivel digestivo, gastroenteritis aguda que se acompaña de diarrea, vómito y dolor abdominal. La enfermedad progresa rápidamente hacia la neumonía y al síndrome respiratorio agudo severo, y en muchos casos a la muerte. Para no olvidar a Alfred Hitchcock se comienza, aunque no siempre, con conjuntivitis, una inflamación que afecta y enrojece los ojos.

La posibilidad de la diseminación de la influenza es en la actualidad una de las mayores preocupaciones de los sistemas de salud en el mundo entero. Los antecedentes son muy importantes. Se trata de pandemias cíclicas como las de 1887, 1957, 1969, 1997. Cuando ocurrió entre 1918 y 1919 murieron entre 20 y 40 millones de personas. Es cierto que eran otros virus, pero, al igual que en ese tiempo, no contamos hoy con soluciones claras ni definitivas.

Aunque los primeros casos se han presentado en lugares relativamente lejanos, como el sudeste de Asia, la pregunta es si en México estamos preparados para enfrentar este problema. Nuestro sistema de salud es muy eficiente, pero no se ha enfrentado a retos que requieren de respuestas rápidas, como las que se requerirían ante pandemias como la influenza aviar o, en otro terreno, el bioterrorismo. Sería muy bueno que la Secretaría de Salud nos informara cuál es el plan que ha diseñado para enfrentar estos casos, con el fin de que todos podamos saber qué hacer y preservar así la salud de los mexicanos. De lo contrario, como en la película de Hitchcock, será una amenaza de la que no podremos escapar.

 
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