ASTILLERO
Romano
Montaje propagandístico
Suspicacias, ayer y hoy
Dopaje, futbol y secuestro
OCHO MINUTOS DESPUES de que el Presidente de la República había iniciado la lectura de un mensaje luctuoso por la muerte de nueve servidores públicos, la Procuraduría General de la República ponía ayer en marcha un vistoso operativo propagandístico de rescate que quitó luces (o, cuando menos, hizo menos notables las sombras) a la muy inquietante nota del día que hasta ese momento había sido el lúgubre incidente aéreo oficial. El prolongado aturdimiento institucional habido en torno al episodio traumático del helicóptero caído se tornó de pronto en vigorosa capacidad de montaje mediático y de lucimiento de muy oportunas eficacias liberadoras. Si alguien hubiese necesitado refuerzos para creer en las desfallecidas palabras presidenciales de presunta reanimación de la lucha contra los grandes criminales (fuera del gobierno, se entiende), habría encontrado un par de horas más tarde el afinado discurso de puesta en libertad de un director técnico de equipo profesional de futbol, que con admirable prestancia puntualizaba la importancia del trabajo de la Agencia Federal de Investigación y conminaba a los mexicanos a creer en sus instituciones y en los policías buenos (como los que, agrega esta columna sin rostro, mantenían una inusual tolerancia con reporteros que podían hacer preguntas a detenidos y secuestrado, como si el objetivo buscado fuera justamente el de los medios electrónicos nocturnos que así ya no se centrarían solamente en el asunto del México Seguro estrellado horas antes en un bosque raro que muchos mexicanos recelosos creían ver con claridad escéptica, sin dejarse engañar con los árboles de la insistencia oficial en que nadie debería dejar de pensar en un accidente como única causa de la catástrofe sin sabotaje concebida).
EJEMPLO ENVIDIABLE de entereza personal, el director técnico secuestrado ya estaba ante los medios nuevamente a menos de 12 horas de haber sido liberado, en un auditorio de la PGR, con su repetitivo discurso de apoyo a la AFI y a la gente que sí sabe hacer bien las cosas, rostro limpio, sin ojeras ni huellas de las vendas que durante más de 60 días le fueron impuestas, listo para volver al banquillo de mando del Cruz Azul en el juego inmediato. Pablo Reinah, reportero de Televisa, informaba mientras tanto a Carlos Loret de Mola hallazgos en la casa donde había sido retenido Rubén Omar Romano, que hacían al conductor del noticiero matutino del canal 2 manifestar extrañeza. En el inmueble hay tres pisos -incluyendo la planta baja, donde habría estado el técnico- y en uno de ellos vive una persona que jamás escuchó ruidos ni vio movimientos raros y que, además, estaba en completa libertad, como si los policías fuesen capaces de discernir en una irrupción cargada de adrenalina cuáles eran los personajes a detener y cuál, en este caso, era ajeno al caso simplemente por así decirlo.
EN REALIDAD, el expediente del plagio de Romano nunca ha estado exento de suspicacias. El secuestro se produjo justamente en momentos en que el gran negocio del futbol profesional estaba en jaque por el dopaje de dos seleccionados nacionales, hecho que ponía en riesgo la participación de México en el Mundial de balompié a realizarse en Alemania. El pasado 6 de julio, Romano había dicho, según nota de Miguel Angel Ramírez en La Jornada, que había llegado la hora de "poner las cosas en claro", pues los "principales responsables" del escándalo mencionado no eran los jugadores Salvador Carmona y Aarón Galindo. "Cómplices son los que estaban en Alemania", dijo en referencia a los directivos de la Federación Mexicana de Futbol (directivos que son simples empleados, representantes de los intereses de las grandes empresas involucradas en el negocio del futbol, sobre todo Televisa).
TRECE DIAS DESPUES, el 19 de julio, Romano era secuestrado de una manera que parecía buscar difusión (a la salida de un entrenamiento, con prensa cerca, luego de una persecución en la que habría habido disparos) y que, además, agregaba motivos de enojo a la ciudadanía expuesta en esos días con abundancia a espots de televisión patrocinados por México Unido contra la Delincuencia, en los que se exacerbaba la molestia de los ciudadanos por los plagios y en especial por la incapacidad para frenarlos en la ciudad de México, entonces aún gobernada por Andrés Manuel López Obrador.
ENTONCES, COMO AHORA, Romano parecía víctima de las circunstancias. Su ausencia benefició a quienes deseaban que no hubiera más escándalo en relación con los deportistas dopados, y su silencio ayudó a que el caso fuese diluido con una sanción menor, sin cancelar la televisable participación de México en el próximo Mundial. Además, el secuestro de una figura muy conocida fortaleció la sensación de que cualquiera es secuestrable y de que ese riesgo debe abonarse a la cuenta de las autoridades capitalinas inservibles. Ahora su reaparición quitó reflectores al drama político del día; sirvió para hacer propaganda en favor del gobierno federal y una de sus corporaciones policiacas, e introdujo en el menú amargo de la temporada una noticia buena, plausible, más allá de las suspicacias imparables: el hecho de que esté vivo y en libertad.
ASTILLAS: Desde Nuevo Laredo, Carlos F. Salinas Do-mínguez ([email protected]), escritor y ex funcionario de incómoda homonimia, escribe: "todos los gobernadores de Tamaulipas, desde Manuel A. Ravizé, pasando por Enrique Cárdenas González, Emilio Martínez Manautou, Américo Villarreal Guerra, Manuel Cavazos Lerma, Tomás Yarrington y el actual, Eugenio Hernández, unos por omisión y otros en connivencia, abrieron las puertas de la política al narco en presidencias municipales, policías, agentes del Ministerio Público, jueces, etcétera. Ninguno ha sido íntegro ni respetable". Y, mientras sucede que ante la descomposición, la ineficacia y la injusticia, en varios lados del país hay quienes recuerdan que hoy es 23 de septiembre, ¿feliz fin de semana?
Fax: 56 05 20 99 * [email protected]