Estados desunidos de América
"Bush no quiere a los negros", dijeron las víctimas del tsunami negro en Nueva Orleáns. Pero un número creciente lo sospechaba antes de Katrina en otras ciudades. O sea que el gran maestro de la división social lo ha logrado de nuevo: separar de forma tajante a liberales y conservadores, ricos y pobres, amantes de la guerra y amigos de la paz; verdes y depredadores ambientales, multilateralistas e imperialistas. Su habilidad para oponer clases y fuerzas sociales parece no tener fin, y ahora negros y blancos. Con él las divisiones sociales se siguen multiplicando en un país partido a 50 por ciento en las cuestionables elecciones de 2000 y dividido de nuevo en 2004 en estados rojos y azules, confirmando la separación irreductible. Rojos fueron lo estados republicanos que religieron a Bush, y azules los que se oponían a la guerra de Irak.
En la última encuesta nacional 75 por ciento de los negros opinó que si hubiesen sido blancos los atrapados en las buhardillas de las casas inundadas de Nueva Orleáns, en el Superdome, y en ese infierno en la tierra que fue el Centro de Convenciones, la respuesta del gobierno federal hubiese sido más diligente. El problema es que un porcentaje similar de blancos exonera a Bush, culpa al gobierno local u opina que los negros fueron víctimas de su propia torpeza: "se negaron a abandonar la ciudad", dicen, pero no dicen que carecían de transportes, dinero, tarjetas de crédito y asistencia para hacerlo. Además, ¿cómo abandonar sus pobres pertenencias personales a merced de los saqueadores? Y ahora Bush, pretendiendo salvar el esqueleto de su "legado histórico", y atrapado en un asfixiante 40 por ciento de popularidad, visita afanosamente Nueva Orleáns y Mississippi dos veces por semana para abrazar a mulatas guapitas vestidas de domingo. Tras unas fotos y palabras de aliento ante los medios regresa con su andar de John Wayne al Marine One, el helicóptero presidencial que lo lleva a la escalerilla del Air Force One. En él todo es number one, porque es el número uno, el mucho macho del país más poderoso de la Tierra. Pero el estigma es imborrable, porque se olvidó de incluir a los negros en las reducciones de impuestos diseñadas para blancos, y los negros han sido, junto con los latinos, carne de cañón en Irak.
"Es duro ser negro en este país", declaró un hombre corpulento, grande como una montaña, que lloraba como niño la pérdida de sus familiares. Eso siempre ha sido igual; lo triste es que hoy no se trata de simple discriminación racial, sino de indiferencia. El alma de los negros de Nueva Orleáns ha sido rota por una tristeza infinita que no podrán consolar ni el blues ni el jazz ni el piano desafinado de Preservation Hall, la cuna del jazz. "Es tiempo de verano y la vida no es fácil", hubiesen cantado hoy Louis Armstrong (Satchmo) y Ella Fitzgerald, intérpretes originales de Porgy and Bess de Gershwin. El primer verso de la inolvidable Marcha de los santos de Satchmo dice que quienes se adelantaron volverán a reunirse "en una playa soleada en la alborada de un nuevo mundo", pero nadie sabe si la reunión será en Nueva Orleáns, o si existirá siquiera un nuevo mundo para Nueva Orleáns. Nadie sabe si la tardía ayuda federal y los mea culpas de Bush harán desfilar de nuevo por el French Quarter orquestas destartaladas inspiradas en la trompeta de oro y la voz rasposa del entrañable hijo de Nueva Orleáns. Muchos lo dudan, porque Katrina y la indiferencia del gobierno quebraron el alma de una de las ciudades más elegantes del deep south, ese "sur profundo" que no tiene que ver con ubicación geográfica, sino con actitud frente a la vida; ciudad de músicos, apostadores, grandes cocineros, artistas, escritores, y los cazafortunas que desembarcaban al final del Mississippi. Hoy, ciudad de muertos, casas derrumbadas y cadáveres flotando en calles que los diques reventados convirtieron en ríos. Ciudad donde decenas de familias negras vivieron cuatro días en el tramo elevado de una vía rápida bajo un sol inclemente, sin agua ni comida, sin baños, porque era el único sitio donde estaban a salvo de las aguas.
Bush has once again choked/ Homeland Security?/ What a joke! (Bush se atragantó otra vez/ ¿Seguridad del territorio?/ ¡Qué burla es!), escribió un anónimo poeta popular en Internet después de la tragedia. El problema es que Bush se atraganta con todo: el 11 de septiembre, Afganistán, Irak, Naciones Unidas, y ahora Nueva Orleáns. Seguir su trayectoria es caminar en un valle de lágrimas; un cementerio en cuyas lápidas podemos leer la historia de los Estados desunidos de América. Barack Obama, el brillante senador negro por Illinois, insistió en la pasada convención republicana, durante su discurso inaugural, que no había dos Américas, una negra y otra blanca, pero Bush demostró lo contrario. Estoy seguro de que quienes se adelantaron sin marcha musical (porque en Nueva Orleáns hasta los muertos bailan en su propio entierro) serán recibidos en el cielo, además de Dios, por las trompetas bullangueras de Satchmo y Al Hirt. Oh when the Saints go marching in...