Democracia en riesgo
Muchos no imaginaron que al poco tiempo del inicio de la democracia estaríamos pensando en los riesgos que la acechan, y no precisamente por la existencia de alguna conspiración o la amenaza de un golpe de Estado. Ni siquiera tanto por el retorno de los autoritarios. El riesgo principal por el que atraviesa en México es el vaciamiento de su contenido y la pérdida de interés de la ciudadanía en su avance.
Seguramente la democracia a la que aspiraba la mayoría del pueblo no es la del marketing, la del derroche de recursos en publicidad, sobre todo en los medios electrónicos. Tampoco se esperaba que la democracia trajera el inmovilismo, por la falta de capacidad del gobierno para concertar y para innovar. Ni mucho menos es creíble que las mayorías populares quisieran como democracia la falta de crecimiento económico, la continuidad del derroche de recursos públicos para subsidiar malos negocios privados, ni reformas entendidas como hacer cargar los costos de la ineficiencia a los sectores mayoritarios de la población. Una democracia así sería muy poco entusiasmante para quienes no hacen negocio con ella.
Quienes al amparo de ideologías que sustentan que la democracia es sólo el libre juego del mercado político entre elites proveedoras de dinero y partidos detentadores de la administración pública, sin compromisos con las demandas de la sociedad ni con los derechos fundamentales de la persona, son quienes principalmente la ponen en riesgo, al tratar de reducirla a la conquista mayoritaria del voto por medio de mensajes publicitarios. Olvidan, entre otras cosas, que partidos y gobierno no han sido, no están siendo ni serán en el futuro los únicos actores de la política. Como un recordatorio más de tal olvido aparece también el acto que decenas de organizaciones sindicales, campesinas, sociales y civiles realizarán el próximo 26 de septiembre, en el que harán otro llamado a impulsar una democracia con justicia y equidad.
Y es que los años de monopolio partidario y gubernamental de la política hicieron olvidar a muchos que en las democracias las organizaciones sociales han sido actores de suma importancia en la política, algunas veces corporativizados y otras como independientes. Llama la atención que en este espacio ciudadano el centro no lo sean los candidatos, sino los temas sociales. Se trata de "promover un proceso de diálogo entre la diversidad social, para continuar y ampliar un gran movimiento que impulse la atención a la agenda socioeconómica; que sea capaz de integrar a las regiones y a los sin voz. Que fluya de las muchas experiencias locales hacia lo nacional y hacia lo global".
Desde hace varios meses múltiples organizaciones de la sociedad civil han venido discutiendo y definiendo su concepción de la democracia, fuertemente cimentada en la integralidad de los derechos humanos. Un ejemplo lo encontramos en el documento En defensa de la democracia, en el que se señala: "Los derechos humanos integrales recuperan lo mejor del siglo XX para avanzar e innovar en el siglo XXI (...) defienden lo común a partir de lo diferente; unifican a la sociedad, no la segmentan; exigen una soberanía abierta, no cerrada a los avances del mundo; son un horizonte de construcción civilizatorio de largo aliento, no un intento por regresar al pasado".
Una visión de la democracia cimentada en todos los derechos humanos no puede reducirse al aspecto electoral, y menos publicitario. En la visión de quienes sustentan estos planteamientos se trata del impulso a una agenda social, y no a partidos o candidatos: "La agenda social no puede ser concebida como un recurso aritmético para ganar votos, sino como un dispositivo para construir fuerza social, intelectual y política, capaz de reorientar el rumbo del Estado". No se trata, entonces, ni de abandonarse a la seducción mediática de los procesos electorales ni de abandonarse a la negación de éstos, como si no fueran parte necesaria, aunque por supuesto insuficiente, de la democracia. Se trata de pensar la fuerza social que la haga posible, que trasponga los límites ideológicos que las elites le quieren imponer, intentando que no se dé también en lo económico, en lo social y en lo cultural: "La agenda de la sociedad requiere de núcleos decididos que demuestren y ganen comprensión y adhesiones. Pero su amplitud de miras sólo puede lograrse si se convoca a muchas minorías con ánimo de hacerse la gran mayoría. Se necesita una enorme coalición, entre más amplia y diversa mejor, que se unifique en la tarea común de hacer avanzar la agenda de la sociedad en el plano social y en el plano de la política representativa, sin desdibujar sus agendas, formas de organización e incidencia política específicas". Pero como ocurre en toda acción política de las organizaciones sociales, tampoco es imposible que aparezcan ofertas que traten a su vez de rencauzarlas a la sola expresión de intereses políticos inmediatistas de puestos públicos, o incluso a la modernización del corporativismo. Habrá que estar atentos y discutir abiertamente los alcances y limitaciones de estas iniciativas, que desde ya nos abren la posibilidad de retomar temas fundamentales, como la vigencia de los derechos humanos, paradigma de la aspiración a otro mundo y a otra forma de hacer política democrática.