"Criminales, hijos de perra", gritan a funcionarios de la Casa Blanca
Pacifistas trasladan de Texas a Washington las protestas contra la ocupación de Irak
Ampliar la imagen Cindy Sheehan recibe muestras de cari�n el edificio del Senado, ayer en Washington FOTO Reuters Foto: Reuters
Washington, 23 de septiembre. Decenas, tal vez cientos de cruces y 42 pares de botas, todas con nombres y apellidos de soldados muertos en Irak y Afganistán, se han colocado en el patio trasero de la Casa Blanca, y una enorme manta de unos 30 metros de largo dice "Madres dicen no a la guerra".
Una carpa está decorada con fotos de militares fallecidos, mensajes de agrupaciones antiguerra, y una tras otra madre de soldados y otros muertos en la invasión y ocupación de Irak y Afganistán repiten que ese dolor muy particular de cada una es el mismo para todas, sean estadunidenses, iraquíes, españolas o británicas. Se abrazan, lloran y juran que trabajarán por que ninguna otra madre tenga que compartir su sufrimiento.
Estacionado a un lado, un viejo autobús escolar pintado con los colores patrios y la identificación de Veteranos por la Paz; atrás, de un lado en inglés y del otro en español, se lee el poema Cultivo una rosa blanca, de José Martí.
Es el Campamento Casey que se ha trasladado desde frente al rancho de George W. Bush en Texas a su Casa Blanca en Washington. A un lado del monumento a George Washington, sobre el parque central de esta capital, conocido como Mall, Cindy Sheehan y otros familiares de soldados estadunidenses en Irak comparten sus historias, sus lágrimas y su ira. Este sábado esperan que decenas de miles las acompañen aquí en una manifestación nacional que culminara en un festival por la paz, con música, poemas, acciones de desobediencia civil e intercambios a lo largo de tres días.
Las madres "estrella de oro" (condecoración otorgada por el gobierno a toda madre cuyo hijo o hija murió en operaciones militares) ofrecen sus historias breves, el nombre de sus hijos, la fecha en que murieron, dónde y por qué se oponen a esta guerra. "Travis, mi único hijo, fue muerto en Najab. Estoy aquí porque el presidente rehúsa responder la pregunta de cuál es la causa por la cual dio su vida mi hijo", dice una. Elaine Johnson, otra madre, informa que su hijo murió en noviembre de 2003. "Nosotras las madres ya no estamos dispuestas permitir que el presidente mate a nuestros hijos, y por eso estaremos aquí hoy, mañana y para siempre, hasta que esto acabe".
"Nuestro hijo murió por un bombazo en su vehículo. Mi esposo y yo estamos aquí hoy para declararnos contra esta guerra ilegal e injusta", dice otra. Una pareja se acerca a Sheehan y le dice "Dios te bendiga, Cindy. Nuestro hijo acaba de regresar después de dos años en Irak, estamos contigo".
"Nuestros hijos han muerto por las mentiras de los políticos... los usan como piezas de ajedrez. Nuestros hijos vuelven a vivir con nuestras voces... alto a la guerra", dice en tono firme y en español la madre de José Couso, periodista español de Telecinco que pereció en el ataque contra el hotel Palestina en Bagdad. "Mi hijo fue asesinado, fue un crimen de guerra", afirma al describir cómo las tropas estadunidenses atacaron el hotel sabiendo que estaba lleno de periodistas. "Me uno a estas madres; nuestro dolor es el mismo, para las madres iraquíes, para las estadunidenses y otras".
Sheehan repite que su hijo Casey "fue muerto por las políticas irresponsables de su comandante en jefe, que han destruido las vidas de familias enteras. Esas mismas políticas irresponsables de este gobierno se revelaron también en Nueva Orleáns. No queremos más madres en nuestra organización (Madres Estrella de Oro por la Paz), no queremos más estrellas de oro, queremos que nuestros hijos regresen de Irak. Alto a la matanza en nuestro nombre".
Beatriz Saldívar, la tía de otro soldado muerto, el sargento Daniel Torres, camina con una foto de él, con su uniforme, sonriendo con su sobrina preferida. Otra foto es de su novia y el bebé que jamás conocerá. La familia es originaria de Zacatecas y San Luis Potosí, pero ahora vive en Fort Worth, Texas. Cuenta que Daniel se oponía a la guerra, y que le dijo a su tía que hiciera todo lo posible para ponerle fin a lo que consideraba una agresión realizada con mentiras y engaños. "Muchos de nosotros no vamos a regresar", le advirtió al salir hacia Irak. "Con su muerte, mi familia quedó destruida", comenta Saldívar.
Varias fotos, con un número de muerto, están pegadas a la carpa. Una dice "número 74, Jesús Suárez, 20 años de edad, marine". Era mexicano. Un par de botas que rodean un lado de la carpa son identificadas así: "Caleb Power, 21 años, de Washington". Otra dice "Ryan Campbell, 25 años, Missouri". Cada par está identificado con nombre y apellido. Las filas de cruces también.
"Yo morí, mi familia murió, cuando murió mi hijo en Afganistán", cuenta triste un argentino que ahora vive en Chicago. "Ninguno de los políticos envía a sus hijos, solo envían a los nuestros. Bush no pierde a nadie, pero nosotros perdemos todo".
Al lado de su autobús, el cual tiene una bandera estadunidense patas arriba, señal de destreza para los militares, el veterano militar Gordon Soderberg -estuvo en la marina entre 1982 a 1991- refiere agriamente que "me tocó la limpieza de Beirut", y cuenta la odisea que han pasado durante los últimos meses. Integrante de Veteranos por la Paz, relata que llevaron a Sheehan a Crawford cuando inició su vigilia ahí.
La acompañaron un rato y regresaron luego por ella a fines de agosto para trasladar el Campamento Casey (apodo que inventó Soderberg) a Austin. De ahí los veteranos de su grupo y él llevaron alimentos y equipo a Luisiana para atender a las víctimas más pobres de Katrina, donde llegaron desde el 2 de septiembre.
Soderberg cuenta que al principio ni la Cruz Roja ni las agencias federales hacían nada y no querían que ellos trabajaran en esa zona, pero continuaron repartiendo alimentos y ayudando a trasladar enfermos y ofrecer sus talentos y equipo. Han logrado recaudar más de 400 mil dólares en su sitio de Internet, con apoyo y endoso de, entre otros, Michael Moore.
Ahora tienen 300 voluntarios en la zona. Primero trabajaron en Algiers -"las autoridades dejaron 16 cadáveres flotando ahí durante 15 días"- y Covington, suburbios de Nueva Orleáns. "Esos son unos criminales, unos hijos de perra", dice, apuntando hacia la Casa Blanca, que se ve a un par de cuadras. "Los vamos a enjuiciar", afirma.