Huracanes y precios
Ademas de la destrucción de todo tipo de instalaciones, además de los muertos, además de las refinerías cerradas y de la gran mayoría de las plataformas petroleras del Golfo de México estadunidense dañadas, los huracanes tuvieron otra víctima: acabaron de hacer pedazos el ya maltrecho sistema de precios de combustibles que habían implantado los tecnócratas. Ya antes de Katrina el precio de la gasolina comprada por Petróleos Mexicanos (Pemex) en Estados Unidos era de tal modo alto que nuestra paraestatal salía perdiendo, vendía más barato del monto al que compraba. Con Katrina, y ahora veremos qué tanto con Rita, esta pérdida será aún mayor. Los precios de la gasolina mexicana están fijados de antemano, suben lentamente cada mes, mientras que en el país del norte la escasez derivada del cierre de refinerías y de la ya anterior insuficiencia de petróleo crudo y de la gasolina misma, los precios se disparan en medio de fuertes variaciones con los huracanes.
Algo similar sucede con el gas natural. El gobierno federal, ante las exigencias de las empresas afectadas por precios sin precedente, fija uno todavía caro, pero que ya no cumple con los mandamientos tecnocráticos, de basarse en los precios del sur de Texas. Entonces se enojan el Fondo Monetario Internacional y su ala derecha residente en México. Para tratar de mostrar que es lo suficientemente reaccionario, el gobierno envía, casi junto con la noticia del gas, un proyecto para cambiar la Constitución y privatizar el gas natural no asociado.
Ni Miguel Alemán en su periodo de mayor poder pudo cambiar ese artículo 27 constitucional y prefirió violarlo con los contratos riesgo. Lo mismo ha sucedido ahora con los contratos de servicios múltiples. Y ahora mandan, luego de varios fracasos, otra iniciativa para echar abajo la Constitución en aras de los mandamientos tecnocráticos.
Esta propuesta, a poco más de nueve meses de las elecciones nacionales, no tiene ninguna posibilidad de ser aprobada. Se necesitarían dos terceras partes de los votos en cada una de las cámaras de diputados y senadores, y luego la ratificación de la mayoría de las legislaturas estatales. Si no tienen ni siquiera mayoría simple...
¿De qué se trata, entonces? ¿De mostrar que se es lo suficientemente reaccionario -e inepto- para tropezarse por octava vez con la misma piedra, en aras de los cánones? ¿De decir que ellos no tienen la culpa de que el precio del gas haya bajado un poquito? ¿De un desahogo inmediatamente después de que su precandidato a la sucesión presidencial fue derrotado en una elección interna de su propio partido?
Es difícil saber la motivación, pero fácil prever el resultado: un fracaso más. Y un golpe más al decrépito sistema de precios. Y es que se suponía que era sagrado que los precios del sur de Texas -y más recientemente otro, el de Henry Hub, que está en Luisiana y es más caro, para sus negocios de regasificadoras- debían ser la referencia para las tarifas mexicanas. El que violara ese principio iría al infierno.
Ahora tenemos, para el gas y la gasolina, precios controlados. Fijados por ese terrible Estado que no debía meterse en la economía por ser ineficiente por naturaleza. Ahora se agrega una excepción: salvo que falten unos meses para las elecciones.
El combustóleo, que es el que más cuenta para las alzas de las tarifas eléctricas para uso general, que se aplican a las dos terceras partes del consumo total, va a seguir variando conforme a los precios internacionales. Esto implicará, con el retraso mensual debido a que las tarifas de la electricidad cambian con los precios de combustibles del mes inmediato anterior, que en los siguientes meses la energía eléctrica se va a disparar. A menos que se sigan haciendo leña los elementos del viejo sistema de precios.
Tal vez, en lugar de ver los precios reales, los tecnócratas se creen su propia y peculiar "previsión" para 2006 de 31.50 dólares por barril y suponen que las cosas se van a arreglar solas, que con la llegada del año nuevo los costos bajarán milagrosamente. Pero cuando vean que eso no sucede, ¿qué harán?, ¿dejar los fijados por el Estado hasta que pasen las elecciones para luego "cobrarse" las diferencias a costa del consumidor? ¿Volver en enero a los precios basados en los del sur de Texas, aunque éstos sigan altos? ¿Dejar un revoltijo de precios, unos fijos y otros con el llamado precio internacional?
Por dondequiera que la veamos, el sistema de precios basado en un supuesto mercado está en quiebra. Y más valdría ir pensando en un nuevo sistema, basado en los costos reales nacionales y en las necesidades del desarrollo nacional, discutiendo al respecto y viendo hacia el futuro.