Entre padres, familias y argentinos, mejora el festival
Cuando ya se habían perdido las esperanzas, la oferta del festival de Montreal mejoró notablemente. La japonesa Shisso (Carrera a la muerte) marca un giro genérico en el desarrollo del realizador Sabu, antes conocido -no en México, claro- por frenéticas comedias como Dangan Runner y Monday. En cambio, Shisso es un drama que recuerda la obra de Nagisa Oshima en los años 70, referente a la desintegración del núcleo familiar. Con un relato que serpentea entre varias subtramas y personajes secundarios, Sabu describe cómo el karma o el destino marcan la existencia de un adolescente afectado en diversas instancias por la muerte violenta o el suicidio.
Aunque la película se excede en su duración -defecto común en un buen número de producciones actuales- Sabu consigue una atractiva imaginería que, apoyada por la música del grupo S.E.N.S., constituye el ejercicio estilístico más logrado de la competencia hasta el momento.
Ya desde Cannes se había apreciado la constante aparición del tema de la paternidad, como búsqueda o carencia. Ese fenómeno ha seguido aquí. La producción suiza Josh's Trees (Los árboles de Josh) retoma la idea del video como testamento paternal, vista en la sensiblera canadiense L'audition, al dedicar todo un documental a un niño cuyo padre ha fallecido de cáncer. Con base en varios videos caseros sobre la vida de un amigo de la infancia, el estadunidense Peter Entell ha elaborado una emotiva meditación sobre la herencia, el peso de la paternidad, e inclusive, la perdurabilidad del testimonio audiovisual en mantener la presencia de un individuo.
La concursante argentina Tatuado, debut de Eduardo Raspo, enfoca otro tipo de padre ausente. Un adolescente porteño huye de casa, después de que su madrastra ha dado luz a un hijo de su padre adoptivo, para buscar la identidad de su verdadero padre. Aunque la película es menor y concluye con demasiada verborrea, se agradece su sinceridad y controlado sentimentalismo (sobre todo, viniendo del país del tango).
En el reciente par de días, el cine argentino ha aportado buenas cosas en la sección Univers Latin. Por ejemplo, El viento, la realización más satisfactoria de Eduardo Mignogna hasta la fecha. Su argumento también está emparentado con el de Tatuado: al morir su hija y única compañera, un anciano (Federico Luppi) viaja de la provincia a Buenos Aires para vivir con su nieta doctora (Antonella Costa) y revelarle secretos de su pasado, como la identidad de su padre. Nuevamente es sorprendente la contención del melodrama, sostenida en una actuación sobria y simpática de Luppi.
Mientras que Fernando E. Solanas presentó su documental La dignidad de los nadies, contraparte de su anterior Memorias del saqueo, dentro de su interés por documentar la historia de la reciente crisis económica de Argentina. En esta ocasión se enfoca a los marginados, los habitantes de los cinturones de miseria, quienes han sido los más dañados por la crisis. Narrando su película en primera persona -y a veces en verso- Solanas entrevista a personajes emblemáticos y se solidariza con ellos, si bien no logra ocultar cierta condescendencia hacia sus coterráneos humildes, cuyos rasgos evidencian un origen indígena y no europeo (una clase de argentinos que, por cierto, no aparece con frecuencia en el cine de ficción).
O sea, que la participación latinoamericana ha aportado algunas producciones de calidad cinematográfica a Montreal. Ya habíamos hablado de Las vueltas del citrillo, de Felipe Cazals. Y hoy comienza a exhibirse la otra película mexicana en el festival, Noticias lejanas, de Ricardo Benet, producida en el programa de operas primas para egresados del Centro de Capacitación Cinematográfica. No es casualidad, porque el programador para la zona latinoamericana es André Pâquet, una persona seria.