Editorial
Salinas desestabiliza
En el contexto de la pugna de poder entre mafias rivales en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Elba Esther Gordillo reveló que la fracasada reforma fiscal supuestamente impulsada por el gobierno foxista y, en particular, por el secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, se había fraguado en realidad, en presencia de Roberto Madrazo, en la casa del ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Madrazo negó que hubiera analizado el tema con el ex mandatario incómodo y el presidente Vicente Fox puso las manos al fuego por su secretario de Hacienda: "Estoy seguro de que (...) Paco Gil no estuvo ahí; no tiene que andar haciendo arreglos de precios o presupuestos", dijo la semana pasada el titular del Ejecutivo federal. Anoche, en el nuevo programa televisivo de Denise Maerker, el propio Salinas confirmó que el encuentro se llevó a cabo y que en él se abordó el punto de la reforma fiscal.
Sin ningún pudor, el privatizador y corresponsable del desastre económico de 1994-1995 se asumió como dador de línea al responsable de la política fiscal del país y aceptó su protagonismo en asuntos gubernamentales, como la elaboración de la iniciativa legal ya referida.
Podría pensarse, en una primera interpretación, que lo dicho ayer por Salinas se circunscribe a la desenfrenada búsqueda de reflectores en la que se encuentra, de unas semanas a la fecha, el ex presidente. Pero una reflexión más cuidadosa pone de manifiesto las graves implicaciones de la confesión, formulada en el contexto de un discurso arrogante, cínico y escurridizo en el que se comparó, a su favor, con los precandidatos presidenciales del presente, afirmando que ellos trabajan para las próximas elecciones, en tanto a él, a Salinas, le preocupan "las próximas generaciones".
Al admitir públicamente haber promovido el encuentro fue en su casa, Salinas, con todo conocimiento de causa, asestó un golpe demoledor a la de por sí menguadísima credibilidad de la actual Presidencia: el secretario de Hacienda que supuestamente trabaja bajo las órdenes de Vicente Fox en realidad acude, sin que éste lo sepa, al domicilio de un ex mandatario para maquinar una iniciativa presidencial de primera importancia, como fue, aunque naufragara, el reformón, como lo llamó el propio Fox.
De esta forma, Salinas aumenta la alarmante debilidad de lo que queda de aquel gabinetazo y ensancha el vacío de poder que tiene lugar en el país a 14 meses de que el actual titular del Ejecutivo entregue formalmente el cargo.
No es de extrañar genio y figura que el ex gobernante pretenda medrar con la parálisis del poder público, ni que quiera llevar agua a su molino alimentando la desestabilización y la ingobernabilidad. Tampoco sorprende, a estas alturas, que el foxismo se empeñe en minimizar, o incluso en no ver, el trabajo de zapa que lleva a cabo Salinas.
Sin embargo, sería sumamente irresponsable que la administración foxista se quedara cruzada de brazos ante semejante negación de su autoridad presidencial. Lo confirmado anoche por el ex mandatario debiera colocar al actual titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público ante la imposibilidad moral de continuar en el cargo, no sólo porque acuerda con Salinas asuntos que tendría que acordar con su jefe formal, que es Vicente Fox, sino porque ha dado lugar para que éste saliera en falso en defensa de su subordinado. Para la sociedad mexicana es inaceptable a estas alturas que un secretario de Estado trabaje no para el país, sino para los intereses de Salinas.
Finalmente, con el telón de fondo del proceso sucesorio en curso y ante la perspectiva de las elecciones presidenciales del año entrante, ésta puede ser la última oportunidad para que la actual administración fije una postura clara ante el descarado activismo político de un ex presidente que ha escogido la circunstancia para hablar y comportarse como si siguiera al mando del país.