Editorial
Presidencia-SSP: colisión alarmante
Por boca del vocero Rubén Aguilar Valenzuela, la Presidencia de la República dio a conocer ayer que el fallecido Ramón Martín Huerta entre otros funcionarios en los que se incluyó el propio portavoz recibieron, en el pasado reciente, amenazas de muerte por carta o por teléfono. Aguilar Valenzuela arguyó que "no se pueden minimizar, pero tampoco sobredeterminar (sic)" los amagos, y acto seguido los minimizó al señalar que ser víctima de esos mensajes es "parte de la función pública" y "parte normal de la tarea de gobernar".
Es poco serio que el vocero no informe, en detalle, de los amagos recibidos; es de por sí escandaloso que el representante presidencial ante los medios piense que es "normal" la comisión consuetudinaria de un ilícito tipificado en el primer capítulo del Título 18 (Contra la paz y seguridad de las personas) del Código Penal Federal; es, además, inadmisible que Aguilar Valenzuela no vea nada fuera de lo común en las amenazas de muerte recibidas por el tercer visitador de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, José Antonio Bernal Guerrero, uno de los tripulantes del helicóptero que se dirigía al penal en el que se encuentra recluido el delincuente que formuló la advertencia. Resulta, por añadidura, difícil de entender que la plana mayor del gobierno, del presidente Vicente Fox para abajo, haya decidido remplazar con declaraciones y conclusiones rápidas los arduos peritajes, estudios y análisis técnicos requeridos para determinar la causa del desplome de la aeronave. "Fue accidente", concluyen, y al hacerlo alborotan las sospechas, el desconcierto y la desinformación.
Por si no fuera suficiente con lo antes mencionado, horas después de que el vocero de Fox reconoció que el desaparecido titular de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) había sido víctima de amenazas de muerte, esa dependencia emitió un comunicado en el que desmintió en estos términos lo dicho por Aguilar Valenzuela: "Ramón Martín Huerta nunca, por ninguna vía, recibió amenaza de muerte alguna durante su desempeño como secretario de Seguridad Pública".
Semejante colisión entre la institución encargada de la seguridad pública y la Presidencia de la República es alarmante por dondequiera que se le vea: porque indica, sin lugar a dudas, que una de las dos instancias miente a la opinión pública; porque lleva implícita una insubordinación en la jerarquía gubernamental y porque deja ver con nitidez la descoordinación, el descontrol, la falta de comunicación y hasta los pleitos que tienen lugar en el gobierno foxista.
Estas contradicciones, inaceptables en circunstancias normales del ejercicio del poder público, resultan catastróficas cuando como ocurre en estos días el régimen se encuentra a la deriva y existen pruebas palpables de vacío de poder en el país. En un escenario de grave incertidumbre por los tropezones, las inconsecuencias y las falsificaciones en la respuesta oficial a lo que, accidente o atentado, significó la decapitación de la SSP, jaloneos declarativos como el mencionado profundizan el extremado escepticismo de la población ante las versiones cambiantes, imprecisas y contradictorias emitidas por el equipo gubernamental desde el momento mismo en que se reportó, el pasado miércoles, la desaparición del helicóptero.
Hay dependencias, como la Presidencia de la República y la SSP, que no pueden darse los lujos de estar desinformadas, mentir y desacreditarse mutuamente, porque si incurren en tales situaciones o actos la sociedad puede verse obligada a concluir que el gobierno se ha vuelto una ficción y no hay nadie al mando. Es difícil de creer que el foxismo no se haya dado cuenta de lo peligroso de esta perspectiva o que, sabiéndolo, no haga nada.